Todo qued¨® en un sue?o

Demasiado bonito para ser verdad. El cartel con el que todos sue?an; el padrino m¨¢s apetecido; en la plaza que conoce desde ni?o. Sale el toro con el que ha triunfado en el duermevela: bajo, que hace el avi¨®n al embestir.Trujillo lo torea a la ver¨®nica como, seguro, ha so?ado que se puede hacer el toreo: con las manos bajas, con naturalidad y sentimiento. El animal blandea tras el ¨²nico puyazo. El torero se luce en chicuelinas.

Llega el momento so?ado de la alternativa. Largo parlamento de Romero, y el joven doctor, emocionado, no se atreve a abrazar a su padrino; se cierra la ceremonia con un serio apret¨®n de manos. Mientras tanto, el toro hab¨ªa demostrado su calidad extrema para encumbrar a quien as¨ª se lo pidiera. Trujillo brinda al cielo, a la memoria de su padre, y se lleva a su oponente a los medios con desbordante torer¨ªa. All¨ª, liga la primera serie con la mano derecha, que presagia faena grande. Se cambia la muleta de manos, y... Trujillo despert¨®. Se acab¨® el sue?o. La embestida del toro segu¨ªa larga, pero el torero se volvi¨® torpe; trataba de torear en corto cuando el animal ped¨ªa distancia. La realidad es que Trujillo dibuj¨® pinceladas de buen toreo, pero dej¨® escapar un toro de aut¨¦ntico ensue?o.

Sali¨® el sexto. Vuelve el sue?o. El buen toro y el buen toreo. Otra vez la lentitud y el gusto en las ver¨®nicas. El toro aprieta en el caballo y sale suelto. Se lucen los banderilleros, y Trujillo, con su p¨²blico enfervorizado, brinda a su madre. Otro toro nobil¨ªsimo. Otro comienzo torero por bajo y nueva serie por la derecha que hac¨ªa so?ar lo que no fue. Trujillo se hace un lio, el toro lo busca, el torero se pone nervioso y, despu¨¦s de intentos bald¨ªos, se inclina por manoletinas. Mat¨® mal, muy mal, y dio una triste vuelta al ruedo. Una vuelta, quiz¨¢ a su propia realidad. Todo hab¨ªa sido un sue?o maravilloso, que no soport¨®r el despertar.

El que s¨ª estuvo despierto fue Curro Romero. Hab¨ªa toreado el d¨ªa anterior en El Puerto, y pensar¨ªa que el trabajo, para los obreros. Orden¨® que masacraran a sus toros en varas, y llegaron muertos al tercio final.

El primer toro de Aparicio se lidi¨® bajo la responsabilidad del ganadero. Es l¨®gico: los pitones eran una verg¨¹enza. El torero lo veronique¨® atropelladamente, y no consigui¨® vencer el genio que desarroll¨® en la muleta. En el sobrero, manso y deslucido, pas¨® un quinario con escasa torer¨ªa.