Lo m¨¢s moderno
Es probable que cuando vuelva abiertamente el fascismo muchas personas cultas y bien intencionadas lo acepten si trae un envoltorio de modernidad, si vislumbran en ¨¦l una ocasi¨®n de sentirse a la ¨²ltima, de participar en la mas reciente sofisticaci¨®n internacional, a ser posible estadounidense y neoyorquina (parece, por lo que va uno oyendo, que Seattle ya no es el centro del mundo). Hace unos a?os, el excelente novelista americano Alan Gurganus, de quien Jorge Herralde acababa de publicar la cicl¨®pea La ¨²ltima viuda de la Confederaci¨®n lo cuenta todo, declaraba tristemente en Madrid: "Estados Unidos exporta lo peor de s¨ª mismo. A los rusos les compramos van goghs a precios de saldo y les vendemos car¨ªsimas las pel¨ªculas de Rambo". A nosotros, en otro tiempo, en las primeras d¨¦cadas de este siglo, los multimillonarios norteamericanos nos compraban por nada no s¨®lo cuadros de Vel¨¢zquez o de Goya, sino tambi¨¦n claustros rom¨¢nicos enteros y patios de palacios renacentistas transportados piedra a piedra a la mansi¨®n de alguna viuda plut¨®crata de Boston. A cambio nos vend¨ªan las pel¨ªculas mudas, la mitolog¨ªa y el asombro del mundo moderno, aquella trepidaci¨®n del jazzbandismo que entusiasmaba por igual a Pedro Salinas y a Ram¨®n G¨®mez de la Serna.Ahora, m¨¢s o menos cada semana, lo que nos venden son apolog¨ªas del cretinismo y de la brutalidad, y lo que a m¨ª me asombra no es la monoton¨ªa del producto, sino el entusiasmo con que el sector m¨¢s cosmopolita de la inteligencia espa?ola se consagra a la degustaci¨®n ¨¢vida de tanta basura. Cueste lo que cueste, es perentorio estar al d¨ªa, pero, por fortuna, ya pasaron los tiempos en que esa agotadora obligaci¨®n inclu¨ªa entre sus servidumbres el h¨¢bito de leer, aunque fuera de leer nada m¨¢s que solapas y quedarse con algunos nombres. Hace siete ocho a?os, por ejemplo, no pod¨ªa estar a la ¨²ltima quien no supiera nombrar a David Leavitt, a Tama Janowitz, a Brett Easton Ellis: hab¨ªa que saber hablar de minimalismo y de realismo sucio, y aquellos nombres conten¨ªan tal poder de modernizarlo autom¨¢ticamente a uno que la Generalitat de Catalu?a puso en pr¨¢ctica la iniciativa, ¨²nica en el mundo, de pagarle varios meses de lujosa estancia en Barcelona a David Leavitt, sin pedirle otra cosa a cambio que su mera presencia, que el beneficio intangible de su pura irradiaci¨®n de modernidad.
Dentro de unas semanas o meses habr¨¢ que estar a la ¨²ltima celebrando la nueva pel¨ªcula de Oliver Stone, que para variar es una pel¨ªcula de asesinos m¨²ltiples (perd¨®n: de serial killers). Por ahora, y despu¨¦s de que todos hayamos adquirido una familiaridad exhaustiva con el admirado Wyatt Earp -?qui¨¦n no se acuerda del m¨ªtico duelo en OK Corral, qui¨¦n ignora que sucedi¨® el 18 de octubre de 1881?-, el principio de temporada nos trae los acontecimientos culturales de Arnold Schwarzenegger y de Beavis y Butt-head.
No debe descartarse que cualquier d¨ªa las pel¨ªculas de Schwarzenegger adquieran ese prestigio inaprensible d¨¦ la moda m¨¢s ¨²ltima: al fin y al cabo, cuando era ministro de Cultura, el selecto intelectual socialista Jack Lang condecor¨® con la Legi¨®n de Honor a Sylvester Stallone. Pero Arnie, como lo llama tan cari?osamente este mismo peri¨®dico, desprende un tufo molesto a multitud, a celebridad indiscriminada: lo exclusivo, lo m¨¢s rompedor, lo ¨²ltimo, lo que todav¨ªa no conoce casi nadie, lo que otorga instant¨¢neamente un certificado de pertenecer al cogollo m¨¢s adelantado y m¨¢s fino, a la vanguard¨ªa, a la ¨²ltima ola, a lo m¨¢s, son esos monigotes siniestros de la MTV, Beavis y Butt-head, gracias a los cuales podremos disfrutar desde ahora, reci¨¦n llegados de Am¨¦rica, de algunos bienes culturales de los que and¨¢bamos escasos: zafiedad, malos modos, desprecio agresivo hacia el saber, sadismo con los m¨¢s d¨¦biles, entusiasmo por la ignorancia, por la comida basura, la crueldad y la groser¨ªa, todo ello manufacturado y envasado con una garant¨ªa absoluta de modernidad. ?C¨®mo no afiliarse a la admiraci¨®n inmediata de estos dos modelos de adolescente masculino bruto y mal criado, si han sido portada en Rolling Stone?
Dice el peri¨®dico que los inventores de esta maravilla sobre pedos y culos y pel¨ªculas de Rambo son individuos extremadamente cultos que tienen altas cualificaciones universitarias.
No me extra?a nada: es una regla letal que las mayores brutalidades de este siglo han sido embellecidas y legitimadas por intelectuales adictos a la fascinaci¨®n de la barbarie. El fascismo tuvo sus C¨¦lines y el estalinismo sus Nerudas, y a Norman Mailer los navajeros m¨¢s desalmados casi le conmov¨ªan tanto como a Jean-Paul Sartre los adelantos, de la Revoluci¨®n Cultural china. No creo, desde luego, que esos dos monigotes de la televisi¨®n vayan a volver a¨²n m¨¢s cruel y agresivo el mundo en el que cualquiera de nosotros se mueve: tan s¨®lo que son un s¨ªntoma de algo que est¨¢ en todas partes y de lo que no siempre sabemos o queremos darnos cuenta, por cobard¨ªa, por ceguera, por miedo, por simple irresponsabilidad: la superficie ingrata de todas las cosas, la violencia contenida y crispada que de pronto estalla sin motivo y aniquila a cualquiera sin miramiento ni misericordia. Lo que m¨¢s asco da no es el sadismo pornogr¨¢fico sin el cual ya no parece que puedan hacerse pel¨ªculas ni la feroz groser¨ªa y subnormalidad de esos dos personajes tan absolutamente modernos: lo que da miedo y asco es la permanente celebraci¨®n cultural de lo m¨¢s repulsivo, el muera la inteligencia consentido y alentado por los inteligentes. El d¨ªa en que Rolling Stone o MTV anuncien que la ¨²ltima moda es la camisa parda habr¨¢ en las tiendas exclusivas que las distribuyan listas de espera tan largas como las que dicen que hay ahora para el Wonder bra.
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