Expedici¨®n a las hoces
Borrell contraataca sobre el terreno a Bono en la 'guerra de la autov¨ªa'
La guerra entre los dos Jos¨¦s, Bono y Borrell, se est¨¢ librando por el aire. El presidente de Castilla-La Mancha ha alquilado un helic¨®ptero ruso, pilotado por polacos, que sobrevuela casi a diario el paraje de las hoces del Cabriel. Desde el aparato, periodistas y pol¨ªticos pueden observar una belleza salvaje, hasta ahora escondida, que fascina. El ministro de Obras P¨²blicas utiliz¨® la misma t¨¢ctica -en este caso, un helic¨®ptero de la Guardia Civil- el pasado s¨¢bado para intentar dejar a salvo su honor como responsable nacional del medio ambiente, adem¨¢s de constructor del Estado.La diferencia entre los vuelos de Bono y Borrell es que el helic¨®ptero del primero se recrea en los meandros y las hoces del Cabriel para, al llegar al valle, girar y levantar el vuelo despu¨¦s de impresionar a los viajeros con la imaginada cinta negra de asfalto que emborronar¨ªa ese paisaje. A instancias de Borrell, el comandante piloto de la Guardia Civil se recrea en sucesivas pasadas por el valle, recalcando la l¨ªnea imaginaria del trazado de la autov¨ªa que cruzar¨ªa ese valle "lo suficientemente lejos" de las hoces y de Los Cuchillos, como para que no se pueda hablar de agresi¨®n a la naturaleza.
El pasado s¨¢bado, el ministro Jos¨¦ Borrell prepar¨® a un grupo de periodistas y otros acompa?antes otra sorpresa: comprobar a ras de suelo el paisaje de. las hoces. Se trataba de responder "paso a paso a esas fotos a¨¦reas" de las hoces del Cabriel con que varios peri¨®dicos han ilustrado la pol¨¦mica. Para comprobar que ese cauce natural va a ser respetado, los desprevenidos, insensatos y torpes emuladores de Miguel de la Quadra Salcedo vivieron una experiencia inolvidable.
En total eran 12 personas. El ministro Jos¨¦ Borrell viaj¨® acompa?ado de su jefe de gabinete, Miguel Cruz; la secretaria general de Comunicaciones, Elena Salgado; su jefe de prensa, el escolta y el delegado del ministerio en Valencia. El grupo lo completaban cuatro periodistas y dos guardias civiles: uno con un radiotel¨¦fono que no funcion¨® jam¨¢s durante las casi seis horas de traves¨ªa y otro con un machete, que, ingenuamente, al principio se pens¨® que era un alarde.
El capit¨¢n de la Guardia Civil hab¨ªa convencido al ministro de que la traves¨ªa entera de las hoces (unos 12 kil¨®metros en l¨ªnea recta, m¨¢s de 20 kil¨®metros de camino real) era impracticable.
El primer tramo desde el sur es una formaci¨®n de rocas y monte impenetrable salvo para los jabal¨ªes que all¨ª habitan. Se decidi¨® atajar dos horas de camino en un todoterreno y efectuar el rescate final desde un helic¨®ptero. De ese modo, la excursi¨®n se inicia r¨ªa a mitad de camino, en uno de los escasos accesos a esas paredes que encajonan el r¨ªo.
El guardia civil del machete -Antonio Valle, se llama- hab¨ªa hecho el recorrido junto con otro compa?ero tres d¨ªas antes para comprobar que el paso era viable. Cont¨® que, libres de carga, con s¨®lo el machete para abrirse paso en algunas zonas de, matorral tupido, hab¨ªan tardado exactamente tres horas y 56 minutos, sin parar. Dijo tambi¨¦n que hab¨ªa sitios en que no quedar¨ªa m¨¢s remedio "que mojarse". Nadie se imagin¨® que eso significaba kil¨®metros de r¨ªo, corriente arriba, con el nivel del agua por encima de la cintura. ..
El helic¨®ptero, en dos viajes, deposit¨® al grupo en el paraje denominado El Purgatorio, nombre premonitorio de lo que iba a ser el camino. A los expedicionarios periodistas se les hab¨ªa advertido que llevaran calzado c¨®modo para andar "unos tres kil¨®metros". As¨ª que aparecieron uno con mocasines y tres con zapatillas; los cuatro, con nada m¨¢s de ropa que lo puesto. Cuando llegaron desde el Purgatorio al r¨ªo y comprobaron que mojarse era vadear el agua por el pecho, algunos hicieron un amago de abandono. "?Visto, ministro!", dijo uno. Pero Borrell, que ama las caminatas por el monte, segu¨ªa empe?ado en demostrar que tiene m¨¢s marcha que Bono.
El grupo tuvo suerte de que en los frecuentes saltos entre rocas, en los pasos ciegos de monte y el continuo trajinar por el r¨ªo, vade¨¢ndolo para buscar ¨¦l mejor paso, no se produjera ning¨²n accidente. Cuando se dieron cuenta de que salir de all¨ª era imposible entre las paredes de roca, los expedicionarios se resignaron a llegar a la meta como fuera.
Fue toda una experiencia, a pesar de la monoton¨ªa de la flora (matorral, ca?averales, pinos y madro?eras) y de la poca suerte que tuvieron con la fauna que habita el paraje. S¨®lo vieron abundantes huellas de jabal¨ª y tres torcaces que emprendieron el vuelo, adem¨¢s de una culebra de agua: engull¨¦ndose un sapo.
En el tramo final (la ¨²ltima hora y media) pudieron seguir alg¨²n amago de sendero y observaron restos de cartuchos como rastro de furtivos. Hasta entonces, ning¨²n vestigio de paso humano, salv¨® alguna huella del recorrido de los guardias civiles tres d¨ªas antes.
Para animar a los excursionistas, los dos n¨²meros de la Guardia Civil no dejaban de anunciar que al paso al que iban no llegar¨ªan, antes de las ocho. Hab¨ªan empezado la caminata poco despu¨¦s de las doce. De vez en cuando se ve¨ªa sobrevolar el helic¨®ptero rojo y blanco de Bono, Daba envidia.
En el tercio final del camino se hizo evidente que el delegado del ministerio en Valencia no pod¨ªa continuar. "No, si me siento bien, lo que pasa es que no puedo mover las piernas", musitaba Vicente, mientras el resto le animaba e intentaba darle fuerzas con los d¨¢tiles que el ministro llevaba en su bien provista mochila.
Fue el ¨²nico momento del d¨ªa en el que al ministro le abandon¨® la calma. "Ya me pas¨® el otro d¨ªa con el delegado de Canarias, que casi se me muere. No s¨¦ por qu¨¦ tienen que venir si no pueden, s¨®lo por quedar bien con el ministro", coment¨® Borrell.
Periodistas y guardias iban en acto de servicio. Los ¨²ltimos 600 metros, Vicente no los pudo hacer ni con ayuda y, despu¨¦s de avisar a voces a los guardias que oteaban desde los riscos la llegada de la expedici¨®n, el helic¨®ptero con grave riesgo, tuvo que entrar por el ca?¨®n a rescatarle.
All¨ª, al final del recorrido, un c¨¢mara de televisi¨®n esperaba para grabar la arribada del ministro. Los caminantes, completamente mojados, llegaron tan cansados al Rabo de la Sart¨¦n que la Guardia Civil les hizo el favor de llevarles por turnos al pueblo en helic¨®ptero, en lugar del todoterreno como estaba previsto. Esos cinco o seis kil¨®metros de vuelo fueron el colof¨®n, y el espect¨¢culo para la gente de Villagordo del Cabriel que se arremolin¨® en el campo de f¨²tbol para tragar las nubes de polvo levantadas por la h¨¦lice, s¨®lo por ver a aquellos "se?oritos" con la ropa chorreando que hab¨ªan tenido "el capricho" de hacerse 12 kil¨®metros r¨ªo arriba por las hoces. Y todo "por el l¨ªo ¨¦se de la autov¨ªa".
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