Prescripci¨®n facultativa
?Cu¨¢les son los l¨ªmites de la prescripci¨®n facultativa?, me pregunto, nos preguntamos. ?Pueden, por prescripci¨®n facultativa, condenarte a la hoguera? ?Puede la prescripci¨®n facultativa ser una coartada para la tortura y la humillaci¨®n? ?A qu¨¦ tenemos derecho usted o yo si ma?ana nos internan en el hospital Cl¨ªnico de Madrid? ?Podr¨ªan, por prescripci¨®n facultativa, encadenamos a la pared y azotarnos con un l¨¢tigo de siete puntas?Ya lo saben: un enfermo terminal de sida muri¨® el otro d¨ªa abrasado en una habitaci¨®n de nuestro hospital Cl¨ªnico. Estaba atado de pies y manos a la cama y, seg¨²n la enferma de la habitaci¨®n de al lado, tardaron m¨¢s de media hora en atenderle. Tuvo tiempo para todo el pobre hombre. ?Y por qu¨¦ permanec¨ªa atado con correas de pies y manos a la cama que habr¨ªa de convertirse en su pira sacrificial? Ya lo saben tambi¨¦n: por prescripci¨®n facultativa. No es que fuera un vicioso el pobre hombre; no se hab¨ªa atado por placer, como los ingleses, sino porque se lo hab¨ªan recetado los m¨¦dicos.
Yo lo primero que he hecho tras leer este espanto ha sido bajar a la farmacia de mi calle y preguntar si las correas las venden con receta m¨¦dica, como los ansiol¨ªticos, o se las dan al primero que llega. La farmac¨¦utica me ha dicho que no venden correas, que esa clase de calmante no figura en el cat¨¢logo de las prestaciones de la Seguridad Social. ?Se trata acaso de un f¨¢rmaco ilegal? Que nos lo aclaren. Que nos lo aclaren, s¨ª, porque como usuarios potenciales del hospital Cl¨ªnico de Madrid tenemos la obligaci¨®n y la urgencia a saber qu¨¦ derechos nos asisten, si nos asiste alguno, una vez que se entra en esas dependencias. Es importante conocer, por ejemplo, si el mismo m¨¦dico que es capaz. de recetar correas para las manos y los pies de sus pacientes, es el mismo que clama contra la eutanasia o que se acoge a la cl¨¢usula de conciencia para no practicar un aborto a una indigente con ocho hijos, cinco de los cuales son disminuidos. Yo, que soy un achacoso cronico, exigi¨® que me digan si puedo elegir entre los cat¨¦teres por las correas. Me gustar¨ªa mucho que me explicaran si esos m¨¦dicos recetadores de ataduras externas creen que es mejor vivir atado que morir piadosamente sedado.
Es muy importante para todos nosotros saber en qu¨¦ clase de l¨®gica penetras cuando te internan en el Cl¨ªnico, porque a lo mejor no te interesa internar: yo creo que, tal como est¨¢n las cosas, uno, despu¨¦s de haber pagado sus impuestos , deber¨ªa poder elegir si prefiere las correas del Cl¨ªnico o el dulce mon¨®xido de carbono del doctor Kervokian. Yo no s¨¦ si el doctor Kervoki n es un s¨¢dico ni me interesa, pero si no tengo mas remedio que elegir entre dos clases de sadismo, me quedo con el del doctor muerte. Cuando a un hombre le atan las manos y los pies con correas, le han arrancado la dignidad a tiras. No queremos cat¨¦teres ni lavativas al precio de esa humillaci¨®n.
Por eso pregunto, preguntamos, cu¨¢les son los l¨ªmites de la prescripci¨®n facultativa. Y alguien ha de responder. Si nos han informado hasta la n¨¢usea de lo caro que le cuesta a la Seguridad Social recetar una faja de p¨¦ndulo, que no he averiguado a¨²n en qu¨¦ consiste, tenemos derecho a conocer el precio de esas correas con las que pueden atarnos cualquier d¨ªa a una cama de hospital. Me refiero, claro est¨¢, al precio moral. ?Ha medido ya alguna comisi¨®n ¨¦l grado de encanallamiento que alcanza Un enfermo sometido a esta tortura? ?Se tienen datos sobre el envilecimiento que supone para un enfermero. o enfermera relacionarse con paciente maniatado? Que nos lo digan
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