La justicia y el ADN
Frederick Daye, convicto de secuestro y violaci¨®n en EE UU, ha sido puesto en libertad despu¨¦s de 10 a?os de c¨¢rcel. An¨¢lisis del ADN en residuos de sangre seca obtenidos en el lugar del crimen, basado en m¨¦todos biotecnol¨®gicos inexistentes cuando fue arrestado en 1984, mostraban de manera concluyente que Daye no hab¨ªa sido el raptor, a¨²n cuando la v¨ªctima y un testigo lo hab¨ªan identificado como tal. ?Es el ADN igualmente definitivo para demostrar la culpabilidad de un acusado? El juicio actual del famoso deportista estadounidense O. J. Simpson plantea la cuesti¨®n.La herencia biol¨®gica est¨¢ cifrada en los tres millones de nucle¨®tidos del ADN que recibimos de cada uno de nuestros padres. La probabilidad de que dos individuos que no sean gemelos tengan el mismo ADN es menos de unos entre muchos trillones. La coincidencia accidental se puede descartar totalmente.
Pero las pruebas usadas en los tribunales no se basan en el an¨¢lisis de todo el ADN de un individuo (que llevar¨ªa a?os y costar¨ªa miles de millones de pesetas), sino de una fracci¨®n peque?¨ªsima, entre ocho y diez de los llamados genes VNTR (n¨²mero variable de repeticiones en tandem). De la misma manera que los genes que determinan el color de los ojos var¨ªan entre individuos, tambi¨¦n los VNTR son polim¨®rficos, pero mucho m¨¢s. Cada variante se da frecuentemente en menos del 5% de los individuos. Si se determina en una gota de sangre la combinaci¨®n de ocho genes, cada uno con frecuencia del 5%, la probabilidad de que una persona seleccionada al azar tenga esa combinaci¨®n es de uno en 10.000 millones. Si el acusado tiene esa combinaci¨®n, se deduce que la muestra de sangre le pertenece a ¨¦l.
Pero hay dos tipos posibles de error. El primero se refiere a la independencia de tales genes. Supongamos que en Espa?a la proporci¨®n de individuos adultos que son rubios es del uno por mil; y que la proporci¨®n de los que tienen ojos azules es tambi¨¦n del uno por mil. Se concluir¨ªa que ambas caracter¨ªsticas (rubio con ojos azules) se dan en s¨®lo un individuo por cada mill¨®n; pero en realidad se dan casi uno de cada mil. La raz¨®n es que no son caracter¨ªsticas independientes: los rubios frecuentemente tienen los ojos azules. Este problema se resuelve asegur¨¢ndose de que los genes son verdaderamente independientes.
El segundo tipo de error tiene que ver con cu¨¢l sea la problaci¨®n en que se basa el c¨¢lculo. Supongamos que s¨®lo uno de cada diez millones de espa?oles tiene los genes A, B, C y D. Si se averigua que el asesino tiene esos genes y se encuentra a un espa?ol tambi¨¦n con ellos, parecer¨ªa muy probable que fuera ¨¦l quien cometi¨® el crimen. Puede ser el caso, sin embargo, que el c¨¢lculo sea err¨®neo porque el asesino fue un anglosaj¨®n, entre quienes la incidencia de esos cuatro genes es mucho m¨¢s alta. Este problema es importante en problaciones muy heterog¨¦neas como la de los Estados Unidos.
En 1992, un comit¨¦ de la Academia de Ciencias de EE UU recomend¨®, como soluci¨®n pr¨¢ctica, utilizar para cada gen la incidencia m¨¢s alta conocida entre los diferentes grupos ¨¦tnicos del pa¨ªs. As¨ª, primero se elimina la posibilidad de culpar al inocente y, segundo, las probabilidades de determinar la culpabilidad pueden incrementase simplemente aumentando el n¨²mero de genes analizados, lo cual aumenta el coste pero no necesariamente en m¨¢s de unas 100.000 pesetas.
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