Eleg¨ªa y recuerdo de la canci¨®n espa?ola
Hoy disfruto mucho con ella, pero a lo largo de tres meses odi¨¦ la m¨²sica de Luis Eduardo Aute. Eran otros tiempos aunque no exactamente otras m¨²sicas, pues hay pocas m¨¢s fieles a s¨ª mismas que la suya, pero yo s¨ª era otro, hasta el punto de ir con uniforme reglamentario y estar ejercit¨¢ndome para jurar una bandera. ?Qu¨¦ tendr¨¢ que ver el servicio militar con la m¨²sica libertaria, esc¨¦ptica y generalmente licenciosa de Aute? Este artista ya era entonces muy popular -les hablo de una mili de antes del diluvio, es decir, del franquismo- y quiso la fortuna que las radios se pusiesen muy pesadas en la tarde del campamento dando a todas horas su canci¨®n Aleluya, que era una letan¨ªa casi hipn¨®tica, un poco archi-po¨¦tica, pero tan pegadiza que hasta la cantaba Massiel. Un sargento ocurrente -que los hay- pens¨® con el sadismo propio de su especie una estratagema: sabiendo del car¨¢cter izquierdoso de varios de los reclutas all¨ª destinados y del tono sospechosamente profano de aquellas jaculatorias de Aute, alter¨® el programa musical de las marchas de la instrucci¨®n, haciendo que el pelot¨®n corriese no al ritmo de los himnos -marciales sino al del Aleluya autista tocado a m¨¢s velocidad. Lo que pude yo renegar de aquellas letras que me dejaban sin aliento.De vuelta a la vida civil -todo lo civil que era aquella vida bajo la dictadura- tampoco me acerqu¨¦ a las canciones de Aute, y no s¨®lo por las pesadillas del cuartel. Eran tiempos de afirmaci¨®n, y los universitarios m¨¢s conspicuos o bien sintonizaban con los cantantes de la protesta (Aute nunca lo fue) o si estaban modernos se pasaban como una mercanc¨ªa clandestina los discos de The Doors o Velvet Underground. Pero todo pasa, la mili, el franquismo, el esp¨ªritu alado de Jim Morrison, y ah¨ª sigue Aute: la otra noche, sin ir m¨¢s lejos, iniciando en un teatro madrile?o su nueva gira m¨¢s ¨ªntima, m¨¢s recatada, m¨¢s contundente que cuando llena plazas de toros con luces de mechero.
Poeta sentencioso
El trabajo que presentaba, su hermoso libro-disco Animal, lleva como emblema un pez con piernas, y hay en sus p¨¢ginas y en sus canciones mucha zoolog¨ªa, no toda fant¨¢stica. Vi¨¦ndole con su pertinaz barba de dos d¨ªas, sus botas a¨²n camperas y la camisa blanca, en un desali?o no exento de coqueter¨ªa, el t¨ªtulo de Aute adquir¨ªa estilo y no s¨®lo sentido: que gran superviviente de las especies ha sido este hombre. Y qu¨¦ escurridizo o hasta viv¨ªparo, y op¨ªparo, en sus prestaciones. Cineasta frustrado, g¨¦nero muy glorioso en Espa?a (pero yo recuerdo con placer el episodio que dirigi¨® en la serie televisiva Delirios de amor), pintor y dibujante (sus boligraf¨ªas voluptuosas llenan la parte final del libro), poeta sentencioso que se nota que ha le¨ªdo a G¨®mez de la Serna y Bergam¨ªn (no al Bergam¨ªn vestido de sotana, como lo imagina Mart¨ªnez Sarri¨®n en su recien publicado diario, sino al otro, el que, por ejemplo, jugaba a burlarse de su propio nombre: "bergaminga"), el personaje resultante, centrifugado pero no homologa do por la m¨²sica, es una figura que nada tiene, que envidiar a esos poetas del espect¨¢culo que en sus pa¨ªses y en el nuestro gozan de un culto que quiz¨¢ no se le conceda tan religiosamente a Aute. Me refiero a Boris Vian, Laurie Anderson o John Giorno, Leonard Cohen.
Pero estamos en Espa?a, y aqu¨ª siempre lo pr¨®ximo nos suena a sabido, y lo nunca entendido a d¨¦j¨¤ vu. No s¨¦ si Aute sigue llenando plazas -aunque el p¨²blico abarrot¨® el Alb¨¦niz y rug¨ªa- ni si los j¨®venes se preocupan de ¨¦l. Lleva casi treinta a?os cantando la "heroicidad canalla" y "el miedo a dormir solo", y en su rostro con la perpetua barba de dos d¨ªas sigue viva la estela de los cantantes-autores espa?oles que a m¨ª al menos me despiertan tanta emoci¨®n y reconocimiento como a Gil de Biedma los chansonniers de su poema, cuyo t¨ªtulo parafrasea el m¨ªo y a cuyos versos he acudido y cito para acabar: "Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos,/aunque a veces nos guste una canci¨®n,,.,
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