Olvidar el SME y avanzar hacia la moneda ¨²nica
La tormenta del sistema financiero internacional del pasado mes de marzo lleva al autor a plantearse el futuro del Sistema Monetario Europeo y de la Uni¨®n Monetaria Europea, as¨ª como qu¨¦ pol¨ªtica debe seguir un pa¨ªs de moneda d¨¦bil como Espa?a.
La tormenta del sistema financiero internacional amaina poco a poco. Ahora que empezamos a recuperar la calma, es bueno que nos planteemos las cuestiones que esta crisis nos ha formulado: ?cu¨¢l es la perspectiva del Sistema Monetario Europeo (SME) y de la Uni¨®n Monetaria Europea (UME)? ?Qu¨¦ pol¨ªtica debe seguir un pa¨ªs de moneda d¨¦bil como Espa?a?La crisis ha puesto en cuesti¨®n que el SME sea una v¨ªa adecuada hacia la UME y la experiencia de los dos ¨²ltimos a?os muestra que, de hecho, el SME muri¨® en agosto de 1993 con la ampliaci¨®n de las bandas. La cuesti¨®n no es modificar el SME -por ejemplo, volver a las bandas estrechas-, sino olvidarse de ¨¦l. El dilema de la peseta en marzo, devaluar dentro del SME (por cuarta vez desde 1992) o, como hicieron la lira y la libra esterlina en 1992, salirse del SME, es un falso dilema. El SME presupone un compromiso multilateral que, por su propia naturaleza, no est¨¢ funcionando. Si este compromiso mutuo fuese ilimitado, ninguna moneda deber¨ªa salirse de las bandas (estrechas o amplias),, bastar¨ªa, por ejemplo, que cuando la gente compra marcos y vende pesetas se imprimiesen m¨¢s marcos, dejando las pesetas vendidas fuera de circulaci¨®n. Sin embargo, esta simple operaci¨®n se encuentra con tres dificultades.
La primera tiene su origen en la liberalizaci¨®n de los mercados de capitales. Para contrarrestar ataques especulativos, la autoridad monetaria -en este caso, el Bundesbank- ha de estar dispuesta a someter su oferta monetaria a fuertes fluctuaciones. La cercan¨ªa a las bandas incita los ataques especulativos, y con bandas estrechas variaciones que podr¨ªan ser inocuas, son cebo especulativo. Esta experiencia llev¨®, tras la crisis de 1992, a la ampliaci¨®n de las bandas en agosto de 1993. La segunda dificultad es la falta de credibilidad de que todos los pa¨ªses del SME sigan la misma pol¨ªtica de estabilidad de precios y lo hagan con la misma efectividad. Esta dificultad es obvia cuando existen bandas amplias. No se llega al l¨ªmite del 15% de fluctuaci¨®n si se ha seguido -con la misma efectividad- la pol¨ªtica monetaria.
?sta es la paradoja del SME: se utiliza el SME para ganar credibilidad (por ejemplo, de que las monedas d¨¦biles vayan a combatir la inflaci¨®n), pero la estabilidad del SME requiere que la coordinaci¨®n de pol¨ªticas monetarias ya sea un compromiso cre¨ªble y efectivo. Con bandas amplias, esta paradoja se convierte en una farsa.
Estas dos primeras dificultades muestran c¨®mo, en un contexto de libre circulaci¨®n de capitales, sistemas de cambios fijos pero ajustables son particularmente inestables. Los ajustes suponen fluctuaciones cambiarias relativamente bruscas, y no hay nada que excite m¨¢s a los especuladores que la posibilidad de un cambio brusco -por ejemplo,
ajustables (en particular, uni¨®n monetaria). Existe tambi¨¦n la posibilidad de reintroducir controles de capital, pero esto es hacer una peligrosa marcha atr¨¢s.
La tercera dificultad es la imposibilidad, en un sistema de cambios libres o semilibres, de aislar una moneda nacional de la situaci¨®n fiscal (o pol¨ªtica) de un pa¨ªs. Normalmente, la moneda en circulaci¨®n es relativamente poco importante en relaci¨®n con la deuda p¨²blica en manos del p¨²blico (denominada en dicha moneda). La tentaci¨®n de monetarizar la deuda a trav¨¦s de la inflaci¨®n puede ser muy fuerte. Pero, aunque la deuda no se pueda monetarizar (por ejemplo, porque est¨¦ denominada en ecus), si no se pueden reducir los d¨¦ficits actuales o garantizar suficientes recursos (fiscales) futuros, una pol¨ªtica monetaria restrictiva tarde o temprano se convertir¨¢ en una fuerte presi¨®n para utilizar el impuesto inflacionario. No es casualidad que monedas d¨¦biles a menudo tienen detr¨¢s Gobiernos d¨¦biles o de futuros inciertos. No es casualidad que la peseta no haya tenido m¨¢s apoyos.Esta tercera dificultad hace que en un r¨¦gimen de cambios libres las noticias pol¨ªtico-fiscales tienndan a traducirse en fluctuaciones cambiarias. ?ste es un elemento de disciplina, pero que a menudo tambi¨¦n conlleva fluctuaciones excesivas. En una uni¨®n monetarial las discrepancias fiscales tender¨¢n a traducir se en conflictos sobre la pol¨ªtica com¨²n a seguir. Sin embargo, en el marco de una uni¨®n, las rencillas nacionales no tienen por qu¨¦ traducirse en una mayor debilidad de la moneda. La cuesti¨®n clave en una uni¨®n monetaria es adoptar un buen dise?o institucional donde la existencia de conflictos no suponga el colapso del sistema. El Tratado de Maastricht ofrece un esquema de c¨®mo constituir el sistema de bancos europeos, sin embargo, el dise?o actual presenta. serias indefiniciones e incongruencias. Resolverlas es una condici¨®n necesaria para avanzar hacia la UME.
La crisis tambi¨¦n ha mostrado, una vez m¨¢s, que las divergencias importantes para una uni¨®n monetaria no est¨¢n bien reflejadas por los criterios de convergencia de Maastricht. Por ejemplo, B¨¦lgica e Irlanda son pa¨ªses fuertemente endeudados que han sido poco afectados por la crisis cambiaria. Es decir, si la uni¨®n monetaria se plantea para un n¨²cleo de pa¨ªses de la Comunidad, no es razonable pensar que los criterios de convergencia sean el test de admisi¨®n.
?Quiere esto decir que nos podemos olvidar de la importancia de reducir el d¨¦ficit? Desafortunadamente, la respuesta es negativa. Pero esta disciplina fiscal no la impone el Tratado de Maastricht, sino el superar el 5% de diferencial de la deuda entre Espa?a y Alemania. Este factor disciplinario se mantiene dentro de una uni¨®n monetaria, y una mejora del dise?o de Maastricht habr¨ªa de permitir que la debilidad fiscal de unos no se convirtiera en debilidad monetaria de todos.
En el mes de marzo, las relaciones comerciales dentro del mercado ¨²nico europeo se han visto distorsionadas por los fuertes ajustes entre las monedas. Como Jacques Santer, presidente de la Comisi¨®n, ha recordado: "Con la moneda ¨²nica esto no hubiese pasado". De poco sirven nuevas declaraciones europe¨ªstas, es necesario concretar un plan cre¨ªble y no vivir de la ilusi¨®n de que con el SME y los criterios de convergencia se llegar¨¢ a la uni¨®n monetaria. Es posible pasar -directamente- de un sistema de cambios libres a una uni¨®n monetaria. Se requiere decisi¨®n pol¨ªtica (no muy alta en estos tiempos de atenci¨®n dom¨¦stica) y un plan (m¨¢s concreto y menos incongruente que el tratado actual).
De acuerdo con el calendario de Maastricht, 1996 es el a?o en que muchos aspectos organizativos de la Uni¨®n se pondr¨¢n a debate. Si hay voluntad de crear la Uni¨®n, y ser¨ªa bueno que fuese as¨ª, ya se puede empezar este trabajo de concreci¨®n.
Este cambio de estrategia podr¨ªa ser la aportaci¨®n del Gobierno espa?ol en la pr¨®xima presidencia de la Comunidad. Ahora bien, como es bien sabido, la opci¨®n europea es -ante todo- una opci¨®n pol¨ªtica y, a este respecto, yo s¨®lo soy un ciudadano europeo afectado por tener que cambiar continuamente de monedas y por haber vivido en Espa?a, Reino Unido e Italia en los ¨²ltimos a?os.
Ram¨®n Marim¨®n es catedr¨¢tico de Teor¨ªa Econ¨®mica en la European University Institute (Florencia) y en la Universitat Pompeu Fabra (Barcelona).
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