?Humanidad en los hospitales?

Hace unos d¨ªas, la abuela dej¨® de sonre¨ªr. Tambi¨¦n hab¨ªa dejado de respirar. Sus ¨²ltimos momentos los pas¨® en el hospital universitario de San Carlos. En ning¨²n momento la abuela estuvo sola, pues adem¨¢s de los m¨²ltiples familiares que d¨ªa a d¨ªa acud¨ªamos a verla, en su habitaci¨®n estaba acompa?ada de otras cinco pacientes o clientes, cuyo estado de salud y ¨¢nimo distaba mucho del de la abuela. Con esta carta quiero expresar una doble denuncia. La primera la har¨¦ en nombre de las acompa?antes de la habitaci¨®n que a lo largo de una semana y media vieron c¨®mo una persona con una enfermedad semejante a la suya se desmoronaba lentamente hasta morir. Ellas tuvieron que sufrir las constantes visitas de los familiares y amigos, las e u?as a la hora de las comidas, el constante sufrimiento de la abuela, la espera en el pasillo mientras mi abuela se mor¨ªa, y la presi¨®n por el estado de ¨¢nimo que manifest¨¢bamos todos los amigos y familiares.

La segunda la har¨¦ en nombre de m? abuela, pues al parecer las cuotas mensuales que durante toda su vida ha estado pagando a la Seguridad Social no le han sido suficientes para tener una muerte m¨¢s digna e ¨ªntima. No creo que el empleo de una habitaci¨®n individual en esos momentos pueda considerarse un lujo, sino un derecho de cualquier enfermo en estas circunstancias.

Eso s¨ª, a pesar de que nos hab¨ªan comunicado la gravedad de su situaci¨®n y la imposibilidad de hacer nada por ella, m¨¢s que facilitarle una muerte sin dolor ni sufrimiento, aumentaron su dolor sac¨¢ndole sangre peri¨®dicamente, hasta tres horas antes de morirse. Creo que, una vez m¨¢s, la moral ha cedido terreno en nombre de la ciencia.

Abuela, ahora entiendo por qu¨¦ te resist¨ªas a ingresar. Hasta siempre...