El 'monopolio' de la venta de flores nocturna, otro misterio de la colonia china
En algunos locales entran hasta quince orientales con rosas en una noche
Pocos noct¨¢mbulos se libran de su sonriente y mec¨¢nica presencia. Cientos de mujeres orientales -en su mayor¨ªa chinas- venden cada madrugada flores en bares y restaurantes de la ciudad. De las anteriores floristas nocturnas, principalmente latinoamericanas y espa?olas, no queda ni rastro. "Literalmente han desaparecido", afirma un camarero de la zona de Huertas.La Polic¨ªa Municipal, acostumbrada al hermetismo de los inmigrantes chinos, reconoce que en la noche hay otras prioridades que tirar del hilo del mercado de flores,
Un monopolio que nadie parece saber c¨®mo se ha formado y que se suma a los misterios que rodean a la colonia china en Madrid: los chinos apenas se mueren oficialmente: de 1988 a 1992 s¨®lo fallecieron ocho de los m¨¢s de 3.000 censados en la capital de Espa?a, y el pasado a?o s¨®lo se registr¨® la muerte de uno, lo que rompe toda l¨®gica estad¨ªstica. Otra zona oscura es su extra?a y extendida propensi¨®n a perder el pasaporte y -tras comunicar el extrav¨ªo en los anuncios breves de los peri¨®dicos- reclamar otro.
Las gitanas, tradicionales vendedoras de flores de Madrid, no se sienten desplazadas por esta nueva competencia y se limitan a sacar fruto de su propio monopolio: la venta ambulante diurna en calles y mercadillos populares.
"Mientras no vengan por la ma?ana todo estar¨¢ tranquilo" afirma un gitano que desde ni?o vende, como los 30 miembros de su familia, rosas y claveles por calles y paseos de a ciudad.
Cristina, una china de 25 a?os -el nombre lo eligi¨® ella misma al llegar a Espa?a, hace tres a?os-, explica su situaci¨®n telegr¨¢ficamente: "Antes trabajaba en un restaurante. Ahora s¨®lo vendo flores por la noche; por la ma?ana, nunca". Y a?ade, toc¨¢ndose la piel de la cara: "Me dan miedo los oscuros". La vendedora oriental, que si no quiere contestar sonr¨ªe, lleg¨® a la venta ambulante de la mano de "una amiga". S¨®lo lanza una queja por su trabajo: "Me duelen mucho las piernas". Cristina comparte una habitaci¨®n con otras tres compatriotas en una pensi¨®n de la plaza de Espa?a. Cuando se le pregunta a qu¨¦ se dedica durante el d¨ªa, dice que a nada, que simplemente ve pasar las horas, en la habitaci¨®n.
Pero por las noches, el evanescente trasiego de estas floristas es bien conocido en bares y restaurantes. "Nunca hablan, nunca miran, s¨®lo sonr¨ªen", comenta un camarero. PASA A LA P?GINA 3
"Muy cerrados"
La colonia china huele a flores
Para el director del Secretariado General Gitano, Jos¨¦ Manuel Fresno, especialista en la venta ambulante, los grupos orientales constituyen un misterio. "Son muy cerrados. Desconocemos su forma de sobrevivir y su forma de organizarse. Lo ¨²nico claro es que se mueven masivamente, bien organizados y desplazando a otros grupos. El caso del tabaco es tan evidente como el de las flores". Sin embargo, para Jos¨¦ Manuel Fresno los gitanos no se han sentido desplazados por la invasi¨®n china porque su terreno es el d¨ªa y no la noche. Para ¨¦l resulta muy dif¨ªcil que los chinos extiendan su mano a la ma?ana. "El d¨ªa tiene otras reglas. Existe una tradici¨®n hist¨®rica dif¨ªcil de romper y adem¨¢s se topan con unas trabas legales m¨¢s complicadas. Por la noche se tolera mejor la econom¨ªa sumergida".Sobre la desaparici¨®n radical de las otras vendedoras nocturnas, el director del Secretariado Gitano no quiere especular. "No habr¨¢n resistido la estrategia de los orientales".
Las vendedoras chinas siguen unos c¨®digos de comportamiento: siempre ofrecen la mercanc¨ªa a parejas o grupos mixtos, pero jam¨¢s a mujeres o parejas de mujeres. "Son muy tradicionales y no pueden entender que una mujer le regale una flor a otra. Tampoco se paran con todo el mundo. Los extranjeros no se libran nunca. Pero sinceramente, jam¨¢s he visto que nadie les compre una", explica un camarero.
Luis Salazar, de 28 a?os, es vendedor de flores desde ni?o. ?l no sonr¨ªe a nadie, utiliza un meg¨¢fono y una buena oferta: ramos de cinco rosas a 200 pesetas. Su oficio le lleg¨® heredado de su padre y de su abuelo. Los 30 miembros de su familia se dedican a lo mismo. Este madrile?o del distrito de Usera recorre cada ma?ana Madrid en su Seat 131 color butano cargado con su mercanc¨ªa, que vende en apenas una hora en la calle del General Pardi?as. "Yo nunca he visto a un Chino por la ma?ana. Y que no lo vea", advierte. "Si s¨®lo est¨¢n de noche, pues... de momento, vale", afirma antes de a?adir: "Yo lo que no s¨¦ es c¨®mo venden, con lo caros que son. Claro, le ponen el celof¨¢n, lo dejan bonito, y lo venden m¨¢s caro", se explica. Sobre su forma de abastecimiento, Salazar explica: "Compramos siempre fuera de Madrid, pero nunca he visto a chinos comprar en el mismo sitio".
En Madrid existen cuatro empresas mayoristas de flores con suficiente excedente como para vender por la puerta de atr¨¢s a los chinos a precios m¨¢s baratos. "Aqu¨ª vinieron a comprar hace unos meses un par de chinos pero ni siquiera hizo falta que les pidi¨¦ramos sus licencias. Nuestros productos les parecieron demasiado caros", explica Axel Rosenstiel, director de Wesserling Espa?a, una de esas cuatro mayoristas. "Ellos quieren pagar cantidades rid¨ªculas y eso s¨®lo puede interesar a los mayoristas que pretenden sacar algo de dinero con las flores que son para tirar a la basura. Ese mercado, existe, pero l¨®gicamente nadie lo reconocer¨¢".
Las chinas venden sus rosas a 200 pesetas, o 400, cada una. Mar¨ªa (seg¨²n ella ese nombre es chino) lleva doce meses en Espa?a, y tiene 27 a?os. Vive en una casa -"cerca"- con otros chinos y ella misma saca las espinas a las rosas y las envuelve en celof¨¢n. Una amiga le habl¨® de la venta de flores. "No me gusta, pero es trabajo", dice. Asegura que no vende mucho, pero que come y que no tiene un jefe, s¨®lo "amigos". Mar¨ªa, como el resto de las chinas y chinos que venden flores, no pierde la sonrisa jam¨¢s. "Al menos hay que admitir una cosa: saben sonre¨ªr", dice el camarero Alejo.
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