Noche de gloria y caos
Jugadores, t¨¦cnicos y directivos tuvieron que celebrar el campeonato por separado por exceso de p¨²blico
Amanec¨ªa sobre Madrid despu¨¦s de una noche intensa y feliz. En la puerta de un restaurante argentino se repart¨ªan los ¨²ltimos abrazos. Hab¨ªan pasado ocho horas desde el gol de Zamorano, la mecha que encendi¨® la fiesta. Jorge Valdano miraba fuera y dentro. Fuera estaba la satisfacci¨®n por el t¨ªtulo, la alegr¨ªa por el sue?o alcanzado. Dentro se advert¨ªa el hombre que meditaba sobre el futuro, incluso en una noche que s¨®lo admit¨ªa el presente. Su equipo acababa de ganar el campeonato y merec¨ªa la pena disfrutarlo por un rato. Pero a Valdano le sal¨ªa su lado calculador. "Sobre todo, el t¨ªtulo es un alivio. Sin el campeonato, cualquier proyecto era imposible. Por eso este triunfo era tan necesario".Por la cabeza de Valdano, pasaba probablemente la agenda que le espera esta semana: las reuniones con Mendoza, las propuestas de fichaje, todo el trabaj¨® de fontaner¨ªa que se prepara en el Madrid. En medio de alguna de sus reflexiones, se le ven¨ªa la veta emotiva por la gran victoria. Hab¨ªa celebrado la noche con su mujer, Marta y con el equipo. Pasadas las cuatro de la madrugada se reuni¨® con varios amigos. Uno de ellos hab¨ªa llegado momentos antes. Era ?ngel Cappa, su compa?ero en la direcci¨®n del Madrid. Mientras Valdano parec¨ªa contenido, Cappa se encontraba en estado de ebullici¨®n. "Esto se lo dedico al primo de Clemente", coment¨®. Se refer¨ªa a las declaraciones del seleccionador, en las que, a modo de par¨¢bola, hab¨ªa preferido la victoria del hermano deportivista sobre el primo madridista.
Cappa decidi¨® detenerse en todas las paradas de la noche. Valdano hab¨ªa preferido no dirigirse a la Cibeles. "Ya sabe, presidente, que estas cosas no me gustan demasiado", le dijo a Mendoza. Regres¨® a su casa y esper¨® al comienzo de la fiesta. Cappa, no. Cappa fue a la Cibeles. Ten¨ªa una larga deuda con un pasado dif¨ªcil e injusto. La primera deuda la sald¨® con C¨¦sar Menotti, su maestro. Le llam¨® desde el vestuario, cuando todo el mundo estaba ba?ado en sudor y champ¨¢n. Quer¨ªa decirle que era el triunf¨® de una manera de entender el f¨²tbol y de agradecerle su magisterio. Menotti hab¨ªa dejado Madrid tres d¨ªas antes, convencido de su condici¨®n de mufa [gafe] para sus amigos Valdano y Cappa. Las protestas de los t¨¦cnicos fueron in¨²tiles: Menotti vio el partido por televisi¨®n en Buenos Aires.
En aquellos momentos, el vestuario estaba enloquecido. El eslavo Dubovsky, un Jugador de gesto impenetrable, sorprendi¨® a todos con un estallido de alegr¨ªa. Cant¨®, llor¨® y dicen que se revolc¨® por el suelo. Michel baj¨® dos veces: "Este tipo siente el f¨²tbol de verdad", dijo Cappa, que confes¨® su angustia en los ¨²ltimos minutos: "No pod¨ªa resistir m¨¢s. Quer¨ªa salir del banquillo y meterme en el vestuario. Pero me dio verg¨¹enza". Tras el gol del Deportivo sinti¨® la premonici¨®n del tanto de ¨²ltima hora, "como aqu¨¦l de Marcos en la final de Copa Barcelona-Real Madrid que se jug¨® en Zaragoza". En aquellos d¨ªas, Cappa formaba parte del equipo t¨¦cnico de Menotti en el Bar?a.
El rito exig¨ªa que todos pasaron por la ducha, incluido el presidente. Alguna gente de alma previsora hab¨ªa llevado dos camisas, por si la ducha. Mendoza estuvo poco atento o le fall¨® la f¨¦. Despu¨¦s de las cat¨¢strofes de Tenerife, el presidente ha acentuado su naturaleza supersticiosa y no quiso atentar contra la suerte. Se present¨® en el vestuario con el terno impecable y sali¨® escurrido, con el tup¨¦ desarbolado y la parte superior de un chandal como chaqueta. Le ducharon dos veces. "?Qui¨¦n me paga el traje de Armani?".
Castellana abajo, el trayecto hacia la Cibeles se hizo interminable. Ra¨²l, el m¨¢s joven, dirig¨ªa el orfe¨®n. "?ste no se corta nunca", dijo un compa?ero. "Me sent¨ª insignificante", confes¨® Cappa al ver la marea humana. El t¨¦cnico ten¨ªa otra deuda que saldar. ?sta con su pasado, con m¨¢s de una decena de a?os dif¨ªciles en Espa?a, cuando s¨®lo recib¨ªa encargos para dirigir a equipos escolares pos 10.000 pesetas.
El t¨ªtulo alter¨® el pulso de la ciudad de tal manera que ni siquiera hubo tregua para la fiesta nocturna. La plantilla, t¨¦cnicos y directivos se citaron en un restaurante tras la celebraci¨®n. Peto la improvisaci¨®n, achacada por los directivos a las dudas anteriores al encu¨¦ntro, impidi¨® la algarab¨ªa colectiva. El restaurante apalabrado, que hab¨ªa previsto la asistencia de m¨¢s un centenar de comensales, se vio desbordado y buena parte de los jugadores tuvieron que emigrar. Faltaban mesas y sobraba gente. Todo era apretura y confusi¨®n. Michel, Butrague?o, Hierro, Amavisca, Zamorano, Mart¨ªn V¨¢zquez, Sanchis y Nando, fueron los primeros en dispersarse en medio del caos.
Estos cinco ¨²ltimos se trasladaron a otro restaurante cercano. All¨ª, Amavisca y Zamorano -¨ªntimos amigos desde que compartieron piso a principios de temporada- compartieron mesa con sus familiares y amigos. El chileno, rodeado de compatriotas, con una bufanda madridista enroscada a la cabeza y de director de orquesta. En su repertorio "campeones, campeones" y "campesinos, campesinos" en homenaje a los or¨ªgenes c¨¢ntabros de su socio goleador. ?ste, firme ante las embestidas del chileno, junto a su padre, un ex jugador que hace treinta a?os comparti¨® equipo con el padre de Alkorta. Militaron en el Torrelavega, pero su reencuentro paternal en Chamart¨ªn fue sorprendente: "?T¨² no eres...""Pero no me digas que...".
En un sal¨®n contiguo a la celebraci¨®n de los goleadores se ubic¨® el capit¨¢n, Sanchis, en compa?¨ªa de un reducido grupo de amigos. En una mesa pr¨®xima, dos nost¨¢lgicos paladeando sus ¨²ltimas horas madridistas: Nando y Mart¨ªn V¨¢zquez, junto a sus esposas. De Butrague?o nada se supo desde que se subi¨® a un taxi poco despu¨¦s de llegar a la fiesta. Michel y Hierro se asomaron al local y desaparecieron.
En local apalabrado sobrevivieron el presidente Ram¨®n Mendoza y su comitiva de directivos, el cuerpo t¨¦cnico y el resto de los jugadores con una corte multitudinaria. Mendoza, que se confes¨® muy cansado, apenas resisti¨® el bullicio y abandon¨® el local en dos horas. Al menos, pudo dar cuenta de una muestra de jam¨®n y merluza, "y dos cervezas". Estaba "seco". Resist¨ªa Laudrup, refugiado en un reservado con un grupo de daneses.
Cappa y Valdano cerraron en otro local -con varios amigos llegados desde Argentina- una noche de alivio.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.