Al cielo le falta un sol

Kiko inici¨® su andadura en directo, a remolque de su ¨²ltimo disco, Est¨¢ muy bien eso del amor, ante un millar de rendidos admiradores de su hacer musical y dispuestos a cantar hasta la ¨²ltima coma de unos textos art¨ªsticos, ricos en capacidad expresiva e incapaces de dejar indiferente a quien se para a escucharlos. Mucho se hab¨ªa hablado de la mano pl¨¢stica de Mariscal en esta puesta en escena, y lo cierto es que redonde¨® ese puntito naif del sevillano de pelo de plata.L¨¢stima que el sonido no acompa?ase demasiado y el Dylan de nuestro sur apenas lograra hacerse comprender, pero es que hasta los genios tienen sus momentos de aquella manera. Kiko cant¨® y cont¨® en ese estilo capaz de enamorar hasta a un lap¨®n que viniera de turista. Sus historias, fiel reflejo de lo que se vive de cerca en una Sevilla intemporal, volvieron a desplegarse ante los ojos del p¨²blico como un rosario de vi?etas que empiezan y acaban cada d¨ªa con la misma naturalidad que el sol sale y se esconde. Sin engolamientos ni pretenciosidad. As¨ª, pudimos casi probar de ese veneno que Kiko toma si lo toma su pareja, mojarnos un d¨ªa que Estaba lloviendo, decir a -ap¨®cope de ¨¢mame-, compartir ese Lo que importa eres t¨² y viajar por el t¨²nel del espacio-tiempo, hasta quedarnos atrapados otra vez por ese blues de Memphis. ?Momentos en blanco? Ninguno. Todo tiene color en el arte de Kiko.

Afinando mucho nos dio la impresi¨®n de que Kiko y Raimundo Amador son algo as¨ª como El Gordo y El Flaco o Pili y Mili. El uno, la mitad del otro. Infinitamente mejor juntos que separados. El m¨¢s apropiado cantante para el que mejor acompa?a. Aunque el sol de KIko brilla siempre con luz propia, tal vez nuestros ojos percibieron que al cielo le faltaba uno de sus dos soles.