"?Pina, Pina, Pina!", grita puesto en pie el p¨²blico de la Cour d'Honneur
Hac¨ªa 12 a?os que Pina Bausch no acud¨ªa a Avi?¨®n. La ¨²ltima vez que estuvo presente en el festival, en ese mismo escenario de la Cour d'Honneur, fue en 1983, con dos de sus coreograf¨ªas: Nelken y Walzer. No fue la revelaci¨®n del festival -lo hab¨ªa sido ya dos a?os antes, en el Teatro Municipal, con Kontakhof y 1980-, pero el suyo s¨ª fue saludado como el gran espect¨¢culo, el acontecimiento de aquel a?o, por un p¨²blico apasionado y dividido: mientras unos, los m¨¢s, lanzaban flores a Pina, los otros la llenaban de insultos. Ahora, Pina -"?Pina, Pina, Pina!", gritaba el p¨²blico que abarrotaba la Cour (¨²ltima funci¨®n el lunes; no hay butacas), al tiempo que aplaud¨ªa a rabiar, puesto en pie- ha vuelto como lo que es, como lo que ya nadie le discute: un monstruo sagrado, uno de los core¨®grafos, de los artistas m¨¢s grandes de la segunda mitad de este siglo.Pina Bausch ha vuelto a Avi?¨®n con Caf¨¦ M¨¹ller (1978) y Le sacre du printemps (1975). Caf¨¦ M¨¹ller, que ocupaba la primera parte del espect¨¢culo, es una peque?a obra maestra sobre la incomunicabilidad, la imposibilidad de amar, en un mundo desesperanzado, cuyo ¨²nico horizonte es la muerte, una muerte de perro. Se trata de una obra en gran medida autobiogr¨¢fica, en la que Pina recrea el restaurante que su padre ten¨ªa en la poblaci¨®n renana de Solingen, donde la peque?a Filipina (Pina) sol¨ªa bailar entre las mesas y las sillas, esas mismas mesas y sillas que ahora invaden el escenario de la Cour d'Honneur y con las que tropieza el cuerpo r¨ªgido, los brazos extendidos de ese fantasma ciego, vestido con un camis¨®n blanco que le llega a los tobillos (Pina), cuando no permanece presa, como una falena, dando vueltas y m¨¢s vueltas en una puerta giratoria.
Caf¨¦ M¨¹ller re¨²ne, en esta ocasi¨®n, cuatro de los seis artistas que lo estrenaron en 1978 en Wuppertal: Malou Airaudo, Dominique Mercy, Jan Minarik y Pina Bausch (falta, adem¨¢s del desaparecido Rolf Borzik, el cual a su vez era el escen¨®grafo de Tariztheater de Wuppertal, Meryl Tankard, que es sustituida por Nazareth Panadero). Se trata, pues, de un espect¨¢culo en cierto modo ¨²nico, irrepetible, y posiblemente sea esta la ¨²ltima o una de las ¨²ltimas ocasiones en las que podamos ver bailar en un escenario a Pina Bausch (Caf¨¦ M¨¹ller es, de sus coreograf¨ªas, la ¨²nica en la que ella participa, baila).
Sorprendentemente, la acogida que el p¨²blico de la premi¨¨re avi?onesa dispens¨® a Caf¨¦ M¨¹ller fue m¨¢s bien fr¨ªa. La dureza de la coreograf¨ªa, la ausencia de cualquier tipo de concesi¨®n, su falta de piedad, unidas a los largos silencios que se alternaban con la m¨²sica de Purcell, debieron de influir en la reacci¨®n del p¨²blico. Reacci¨®n injusta, pero con una parte de raz¨®n: Caf¨¦ M¨¹ller pide un espacio m¨¢s recoleto que la Cour d'Honneur.
El milagro explicado
La segunda parte -Le sacre du printemps- result¨® mucho m¨¢s agradecida para el p¨²blico. La m¨²sica de Stravinski, los 32 bailarines -16 mujeres y 16 hombres-, la coreograf¨ªa espectacular siguiendo fielmente la m¨²sica, algo ins¨®lito en los trabajos de Pina; la atm¨®sfera sombr¨ªa, con la muerte siempre presente; el contexto tribal, la lucha primaria, bestial entre machos y hembras, y el arte asombroso de la bailarina brasile?a Ruth Amarante en el personaje de la hembra, repudiada por sus hermanas ante su negativa de someterse al macho, y que terminar¨¢ por conducirla a la muerte, obraron el milagro.
Con Le sacre, el cual, a diferencia de Caf¨¦ M¨¹ller, s¨ª llenaba el escenario de la Coeur, dando raz¨®n de su riesgo y de su grandeza, el p¨²blico se rindi¨® ante el genio y la sensibilidad de Pina Bausch. Con Le sacre, la Cour recobr¨® una gran parte de aquella magia que suele arroparla en las noches de gala.
Pese al ¨¦xito de Pina, ¨¦xito parcial pero contundente, el festival comienza con comentarios adversos por parte de ciertos medios period¨ªsticos. Se le reprocha a su director, Faivre d'Arcier, la falta de imaginaci¨®n, el escudarse tras un festival de repertorio, sin creaciones, sin estrenos,,. viviendo la magia del pasado. El se defiende diciendo que no hay dinero, que no puede competir con los grandes festivales, con los ricos festivales, como Viena o Amsterdam. A ello hay que a?adir el relevo en la alcald¨ªa de Avi?¨®n: cay¨® el alcalde socialista para dejar el cargo a una mujer, Marie Jos¨¦ Roig, de origen catal¨¢n, del RPR.
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