La intimidad: ?Quien deber¨ªa saber qu¨¦ sobre qui¨¦n?
Si le preocupan las amenazas a la intimidad en la nueva era electr¨®nica, no es el ¨²nico. A m¨ª tambi¨¦n me preocupa.La era electr¨®nica promete "la informaci¨®n al alcance de los dedos", un eslogan de Microsoft. Sin embargo, necesitamos andar con ojo acerca de qu¨¦ informaci¨®n y al alcance de qu¨¦ dedos.
No me interpreten mal. Nadie es m¨¢s optimista que yo sobre la tecnolog¨ªa de la informaci¨®n que hace la vida mejor y m¨¢s interesante para la gente corriente. Por ejemplo, millones de personas est¨¢n descubriendo los placeres del correo electr¨®nico, una forma extremadamente f¨¢cil y r¨¢pida de mantenerse en contacto con los amigos, la familia y los colegas en cualquier parte.
Pero m¨ª bien fundado optimismo no me impide ver los posibles problemas, incluidas las amenazas a la intimidad. La misma tecnolog¨ªa digital que facilita la comunicaci¨®n con el mundo entero tambi¨¦n facilita el fisgoneo. Abrir con vapor un sobre nunca ha sido tan sencillo y dif¨ªcil de descubrir como en efecto lo es ahora en Internet.
Afortunadamente, muchas veces se pueden resolver los problemas derivados de la tecnolog¨ªa. El correo electr¨®nico, por ejemplo, se volver¨¢ mucho m¨¢s privado. Un mont¨®n de empresas, incluida. la m¨ªa, est¨¢n trabajando para garantizar que no puedan interceptarse ni descifrarse las comunicaciones.
Por supuesto, la interceptaci¨®n no es la ¨²nica amenaza para la intimidad en las comunicaciones. Una de las lecciones del correo electr¨®nico es que nunca se sabe con seguridad qui¨¦n acaba leyendo sus cartas o cu¨¢nto tiempo las guardar¨¢n quienes las reciban. El correo electr¨®nico puede llegar a personas que nunca habr¨ªa imaginado que lo leer¨ªan. Puede guardarse f¨¢cilmente durante a?os y recuperarse en cuesti¨®n de segundos.
Esto hace al correo electr¨®nico mucho menos privado que las conversaciones no registradas. La falta de intimidad es como un jarro de agua fr¨ªa en lo que respecta al uso del correo electr¨®nico para cierta clase de recados confidenciales, comentarios que la gente har¨ªa pero que no escribir¨ªa en un papel.
La tecnolog¨ªa puede ayudar a superar el problema de la intimidad. Cuenten con ver un correo electr¨®nico que, a decisi¨®n del remitente, no se pueda enviar a otras personas o imprimir. Cuenten con ver tambi¨¦n un correo eletr¨®nico que permite escribir cartas en el equivalente digital de la tinta invisible para que s¨®lo puedan leerse o verse una vez.
Las comunicaciones son s¨®lo parte de lo que una persona puede querer conservar para s¨ª. Probablemente tampoco. desear¨¢ que haya demasiada informaci¨®n sobre sus gustos personales (a d¨®nde ha ido, qu¨¦ ha comprado...) circulando por ah¨ª y que sea compartida en redes electr¨®nicas.
Una gran cantidad de este tipo de informaci¨®n se recopila ya en el transcurso normal de las actividades comerciales. Cuando llama a un banco o a una empresa de ventas por correo, con quien quiera que hable puede estar mirando una pantalla de ordenador con informaci¨®n sobre usted y sus ¨²ltimas transacciones. Su compa?¨ªa telef¨®nica, su firma de tarjetas de cr¨¦dito, su v¨ªdeoclub y el m¨¦dico; todos saben ciertas cosas de usted.
Por lo general, no hay, nada malo en que las empresas recopilen informaci¨®n sobre usted. Por el contrario, tener disponible informaci¨®n adecuada se est¨¢ convirtiendo en esencial para empresas que quieren proporcionar un servicio cometitivo al consumidor. Pero la intimidad corre peligro si la informaci¨®n se propaga demasiado deprisa, est¨¢ al alcance de emasiada gente o es recopilada y distribuida sin su conentimiento.
Hoy, la naturaleza dispersa de la iformaci¨®n protege la intimidad de una manera informal pero real. Mucha informaci¨®n personal suele conservarse s¨®lo un tiempo y no se cotejan los datos de diversas fuentes para formar un perfil m¨¢s extenso. Es presumible que su banquero conozca, ¨²nicamente sus h¨¢bitos econ¨®micos.
Pero los d¨ªas en que se pod¨ªa contar con la ineficacia de la tecnolog¨ªa de la informaci¨®n para preservar la intimidad ya casi pertenecen al pasado. Las redes y otros instrumentos nuevos har¨¢n que sea f¨¢cil obtener, cotejar y consultar informaci¨®n.
La tecnolog¨ªa por s¨ª sola no puede protegemos. Es necesaria una pol¨ªtica gubernamental. Conf¨ªo en que la cuesti¨®n de la intimidad ser¨¢ discutida a fondo y en que, se elaborar¨¢ una pol¨ªtica seria. Esta nueva pol¨ªtica ampliar¨¢ las leyes sobre la intimidad que existen ya en la legislaci¨®n de muchos pa¨ªses.
La necesidad de pol¨ªticas concretas y de leyes adecuadas es una consecuencia de la eficacia de la tecnolog¨ªa de la informaci¨®n. Cuando no era posible recopilar una gran cantidad de informaci¨®n personal y distribuirla, s¨®lo se precisaba una normativa modesta sobre la intimidad. Sin embargo, una vez que reunir y compartir informaci¨®n sea muy f¨¢cil, la necesidad de unas directrices concretas ser¨¢ evidente.
Una de las cuestiones -que abordar¨¦ en otra columna- es hasta qu¨¦ punto los gobiernos deben poder interceptar legalmente comunicaciones o controlar a sus ciudadanos.
Otra cuesti¨®n m¨¢s sutil, y que todav¨ªa es una perspectiva lejana, es qui¨¦n es el due?o de la informaci¨®n comercial sobre sus gustos personales. ?Su perfil electr¨®nico le pertenece a usted o a la empresa, que lo ha confeccionado? Imag¨ªnese que a finales de siglo, ha llegado a confiar en un "agente de viajes" automatizado, no un agente de viajes humano, sino un programa al que se accede a trav¨¦s de una red inform¨¢tica. Con el paso de los meses o de los a?os, el agente llegar¨ªa a "conocer" sus necesidades y gustos viajeros analizando detenidamente sus experiencias y preferencias. Con este perfil, podr¨ªa dar un gran servicio. Si el servicio de viajes poseyera todos los derechos sobre este perfil, podr¨ªa venderlo a empresas que quisieran comercializar productos para gente como usted. Ah¨ª entra la intimidad.
Los derechos de propiedad deben contemplar tambi¨¦n qu¨¦ personas est¨¢n autorizadas a aprovechar de otros modos ese perfil. Si fuera usted el propietario, podr¨ªa transferirlo electr¨®nicamente a otro servicio de viajes, de forma que pudiera seguir sac¨¢ndole provecho. Pero, si no pudiera mandar su perfil a un competidor, tendr¨ªa un incentivo para seguir tratando con la empresa que lo posee.
El mercado podr¨ªa resolver algunas de estas cuestiones. Por ejemplo, los clientes pueden aprender a evitar agencias de viajes que no comparten perfiles personales, o que los comparten con demasiada libertad.
Pero el mercado no podr¨¢ resolver todas las cuestiones relativas a la intimidad. Ni tampoco la tecnolog¨ªa. Lo que necesitamos es un gran debate sin prisas que conduzca a una pol¨ªtica oficial inteligente.
Bill Gates es presidente de Microsoft.
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