?lvaro: la fuerza del sino
Cronistas y t¨¦cnicos elogian sin reservas el juego de ?lvaro ante el Sevilla: en resumen han dicho que el sentido com¨²n de sus maniobras es un principio de madurez, que su seguridad ante el gol es una garant¨ªa de eficacia, y que la fluidez de sus escanadas es un ¨ªndice de frescura.Xivaro no representa, sin embargo, alguna de esas categor¨ªas provisionales que animan el f¨²tbol moderno. Sus armas est¨¢n m¨¢s bien en el repertorio cl¨¢sico, pongamos velocidad regate y tiro, as¨ª qu¨¦ tenemos en ¨¦l una visi¨®n, actualizada de la vieja figura del extremo.
Tampoco pertenece a un privilegiado c¨ªrculo de artistas. Sin nos atenemos a su situaci¨®n en el campo, como buen extremo parece un personaje auxiliar. Ocupa una solitaria posici¨®n en el extrarradio de la cancha, y depende totalmente de, los encargados del suministro. Si el juego prospera por las avenidas centrales, nadie se acordar¨¢ de ¨¦l. Con la coartada de la econom¨ªa de esfuerzos, ning¨²n amigo le dedicar¨¢ una pelota. Como mucho, le tirar¨¢ una diagonal para descargar de tensi¨®n de las jugadas de mantenimiento, y luego, si todo marcha bien en la me tr¨®poli, vuelta a esperar mejores tiempos y a patrullar por los callejones m¨¢s oscuros de la periferia.?lvaro no s¨®lo personifica el intransigente destino del extremo. Es, adem¨¢s, una expresi¨®n del alero m¨¢s legendario y peculiar: es, ni m¨¢s ni menos, el extremo zurdo. Por tanto, siempre tendr¨¢ el encargo de cerrar la simetr¨ªa del equipo; deber¨¢ completar el inevitable dibujo t¨¢ctico con su propio nombre.
Puestos a dar un giro rom¨¢ntico a, su exc¨¦ntrico sino, bien podr¨ªamos decir que ¨¦l juega por donde el coraz¨®n se mueve. Pero con ello estar¨ªamos falseando un poco su servidumbre. Quer¨¢moslo o no ¨¦l es tambi¨¦n uno de esos raros tipos de perfil invertido que se han especializado en abrir el campo. Como si la l¨ªnea de banda fuese una cremallera.
Es igualmente cierto que ?lvaro debe resignarse a que nos acordemos de ¨¦l cuando truene. Cuando el equipo contrario haya conseguido amurallarse y todo vaya mal, all¨ª estar¨¢ ¨¦l para atacar por los flancos y para practicar la antigua f¨®rmula prusiana de la maniobra de tenaza.
As¨ª, pues, le pediremos que se convierta en un reguero de p¨®lvora hasta el bander¨ªn de c¨®rner. Habr¨¢ de desvanecerse en sucesivas explosiones, antes de meter un pase final que reviente, como una bengala redonda, en la cabeza del delantero centro.
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