Comida "underground"
Se derrumban las ideolog¨ªas. La derrota del enemigo comunista no ha mejorado la situaci¨®n de la clase obrera sino que ha supuesto su esclavitud definitiva: ahora resulta que los trabajadores son la causa de todos los males, tienen que apretarse el cintur¨®n y comer menos. Para los m¨¢s j¨®venes ni existe trabajo, y las ciudades se llenan de pobres. Aquella prestigiosa firma madrile?a de marroquiner¨ªa con tiendas en todo el mundo pronto tendr¨¢ que volver a fabricar limosneras, igual que hace siglo y medio cuando la pobreza era institucionalizada. "La era del Estado protector ha terminado", declara Cl¨ªnton, anta?o abanderado de la justicia social, hoga?o s¨®lo preocupado por su propio puesto de trabajo (pagado por ese mismo Estado). Vivimos de un d¨ªa para otro.Y sin embargo, es preciso divertirse. Una pel¨ªcula, un partido de f¨²tbol, una comida de un restaurante. Pero ?a qu¨¦ coste? El otro d¨ªa, mientras el portero me miraba con cara de pocos amigos, inspeccion¨¦ el men¨² de un afamado restaurante de nuestra ciudad: ?500 pesetas la barrita de pan! La crisis influye en las relaciones personales. "Nunca me llevas a ning¨²n sitio", me espet¨® hace poco mi actual esposa. "Pero mujer", le contest¨¦ con ira, "si estoy trabajando con desmayo con otros visionarios por la derrota del sistema capitalista, ?c¨®mo pretendes que te saque a una sucursal de esa vil cadena de restaurantes italianos, y adem¨¢s a esos precios?"
Fue en esto cuando mi amigo Oswaldo me avis¨® de que Madrid s¨ª tiene buenos restaurantes a precios asequibles. Lo que pasa es que muy poca gente los ve: est¨¢n bajo tierra. O mejor dicho, la gente los ve pero por las prisas apenas los visita. S¨ª: nuestro sistema de transporte subterr¨¢neo, el popular metro, alberga muchos establecimientos donde se come barato y bien. Lo pude comprobar el pasado viernes por la tarde cuando recorr¨ª la l¨ªnea 1 con mi mujer. Esto es lo que vimos, ofrecido como un servicio p¨²blico:
Nuestro recorrido empez¨® en Sol, una de las cuatro estaciones de la l¨ªnea que sirve comida y bebida. Desde Cafeter¨ªa se domina el moderno vest¨ªbulo, un verdadero hervidero: por un momento mi mujer, que es de un pueblo de Toledo, crey¨® estar en el mismo Manhattan. Como suele rechazar los bocadillos de los bares, le invit¨¦ a una empanada de at¨²n herm¨¦ticamente cerrada en pl¨¢stico y con fecha de caducidad claramente expuesta (unos 100 gramos, 225 pesetas).
En el establecimiento de al lado, Ditsch Backerei, ped¨ª un zunge de queso y cebolla por el mismo precio -tambi¨¦n consider¨¦ la posibilidad de un bretzel, "crujiente por fuera, blandito por dentro"- y nadie se molest¨® cuando lo com¨ª en la barra de la cafeter¨ªa. Ca?as de cerveza a 20 duros. Ambiente popular.
Esquivando h¨¢bilmente a los j¨®venes carteristas, montamos en el tren camino de Bilbao. Cafeter¨ªa Bilbao vende latas fr¨ªas de Seven Up y Cherry Coke por 100 pesetas. Nosotros optamos por una botella de sidra (450 pesetas en la barra) que acompa?amos con deliciosos perritos calientes (100 pesetas la unidad). Este local es peque?o y tiene un ambiente agradable, en parte por la radio, que en ese momento tocaba una canci¨®n decadente de Lou Reed que parec¨ªa excitar a mi pareja. Clientela selecta.
En cafeter¨ªa El Paso (Cuatro Caminos), una de las especialidades parece ser el desayuno: hay una interesante oferta de desayuno especial -mini bocadillo con caf¨¦, refresco o cerveza por 275 pesetas- y tambi¨¦n se sirven cajitas de cereales marca Happy Farmer. Pedimos dos ca?as -acompa?adas de una tapa generosa de aceitunas curadas- y dos bolsitas de Crunchies y pagamos tan s¨®lo 400 pesetas. El Paso tambi¨¦n parece ser punto de reuni¨®n de aficionados al deporte rey: cuando un joven anunci¨® en voz alta: "el Madrid ha muerto" (opini¨®n que comparto plenamente), se desat¨® un animado intercambio entre los clientes sobre ese nefasto equipo. Hubo muchos comentarios y muy graciosos, cosa que nos caracteriza a los del Foro.
Al final del trayecto la oferta gastro et¨ªlica es amplia: sucursales de cafeter¨ªa y Ditsch Backerei, m¨¢s cafeter¨ªa Plaza Castilla, un local con gran animaci¨®n. Tom¨¦ un whisky doble -la verdad, no recuerdo muy bien lo que cost¨®- mientras mi mujer inspeccionaba los establecimientos de al lado: una bisuter¨ªa y tiendas de dulces, zapatos, moda joven... Ella adquiri¨® en Bazar R¨ªo un precioso perrito de peluche y unas flores artificiales de vivos colores, yo entr¨¦ en la mercer¨ªa -tampoco me acuerdo c¨®mo se llama- y le compr¨¦ un juego de braga y sujetador de color rojo.
Por la noche me lo agradeci¨® enardecidamente. Y consideramos tan provechosa nuestra vuelta por el metro que el pr¨®ximo fin de semana vamos a invitar a Oswaldo y a su novia a acompa?arnos. Es m¨¢s, confieso que en cierto modo he enga?ado al lector: lo que acaba de leer no es un art¨ªculo de orientaci¨®n ciudadana sino publicidad disfrazada, un boceto del primer cap¨ªtulo de un libro que voy a escribir para ganar un poco m¨¢s de dinero. Llevar¨¢ por t¨ªtulo Gu¨ªa subterr¨¢nea de la cocina madrile?a. Pr¨®ximamente en este espacio: l¨ªnea 2, Cuatro Caminos-Las Ventas.
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