Se van a enterar
A veces todo se llena de s¨ªmbolos en los actos literarios, en los saraos culturales. El jueves, cuando la ministra de Cultura, Carmen Alborch, entreg¨® los premios nacionales "que gestiona mi ministerio", hac¨ªa 15 a?os -menos un d¨ªa- del 23 de febrero de 19 8 1; acababa de morir Juan Manuel Velasco, el que fuera director general del Libro ("el mejor director general del Libro que hemos tenido", seg¨²n Mart¨ªnez Al¨¦s, de Alianza) cuando la literatura espa?ola empez¨® a viajar masivamente a Europa; el mundo de la pol¨ªtica y el de la cultura se hab¨ªan mezclado peligrosamente en el debate electoral porque Antonio Banderas hab¨ªa grabado un v¨ªdeo de apoyo al PSOE y porque, adem¨¢s, iba a anunciar aceite de oliva virgen y jam¨®n de pata negra socialista; y Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, que estaba ¨¦l mismo recogiendo su premio nacional de las Letras, presentaba en Madrid su ¨²ltimo Carvalho, El premio, donde entre bromas y veras cuenta lo que pasa en este universo burl¨®n y chiquito, y mezquino, de cotillas y de maledicentes, de navajeros fatuos, al que parece fatalmente abocado el mundo de las letras y de la cultura. Para contar la ficci¨®n ya est¨¢ la novela misma, que es una voluminosa entrega, quiz¨¢ la m¨¢s literaria, la m¨¢s honda, de la larga historia del detective Carvalho; pero su presencia en las librer¨ªas es tambi¨¦n un s¨ªmbolo de estos d¨ªas. Porque lo que cuenta con su hip¨¦rbole policiaca el poeta del Manifiesto subnormal no est¨¢ tan lejos de lo que de veras pasa en los salones de luces y cuchicheos, en los que los creadores del alma parecen disfrazarse, en un carnaval viscoso, de cortadores de cabezas, de especialistas en casquer¨ªas, de cronistas fugaces del ¨²ltimo chisme literario. V¨¢zquez Montalb¨¢n dice que la Constituci¨®n deb¨ªa prohibir las reuniones de m¨¢s de cinco escritores juntos; lo dice como Carvalho, pero a lo mejor tambi¨¦n lo piensa como Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, espectador tranquilo de muchos a?os de vida al lado de estos murmullos, siendo indiferente ante ellos, pero a veces herido por alg¨²n dardo envenenado; ahora vive la consagraci¨®n de la primavera, pero lo que cuenta en El premio tambi¨¦n pudo haberle pasado a ¨¦l.En esa coctelera del jueves, en la que se mezcl¨® la frivolidad del pa¨ªs con las cosas verdaderamente serias que nos pasan, ingres¨® de pronto, como un elefante que no sab¨ªa a qu¨¦ se estaba exponiendo, el dramaturgo Benet y Jornet, que representaba a los otros galardonados con un discurso que enseguida fue contestado desde el patio de butacas: c¨®mo se le ocurre defender la gesti¨®n cultural de los que se van. Le llamaron de todo y le llamar¨¢n de todo. Como a Banderas. Es el premio que espera a los que defienden al ca¨ªdo: porque ya en esta historia de vencedores y vencidos en que siempre se convierte Espa?a en las ¨¦pocas cruciales hay ¨¢ngeles en desgracia, gente a la que se empieza a mirar por el rabillo del ojo, sospechosos de haber colaborado. Fusilamientos mansos al amanecer de otro tiempo. En Espa?a empieza a amanecer como siempre.
El mundo de las navajas. Ya est¨¢ abierta la veda: hace un cuarto de hora, Banderas era un' tipo simp¨¢tico que hab¨ªa triunfado fuera, que eso aqu¨ª se estima mucho. De pronto, presta su voz y su rostro para que lo paseen por las televisiones pidiendo comprensi¨®n para los innombrables, los apestados, los que se van bien idos. Y ya deja de ser un actor, un tipo simp¨¢tico, y es un caradura de huecograbado; le acosan por las calles, como a Madonna los peronistas, y le dicen de todo. Finalmente, el hombre est¨¢ tan acogotado que tiene que dar una rueda de prensa en Buenos Aires para explicar que con su vida personal, y con su voto, hace lo que le da la gana. Ponen la raya en el suelo y si no se salta como est¨¢ previsto hay que esperar la burla, la desconsideraci¨®n y el insulto.
En esa atm¨®sfera navajera, el dramaturgo no fue ingenuo, ni siquiera colaboracionista, sino temerario. Las fechas de los yogures caducan ya despu¨¦s del 3 de marzo, y los que van a vencer ya tendr¨¢n su nombre borrado con amarillo de las listas bondadosas. Ahora todo el mundo hace listas, y no es Schindler quien las firma ni quien las recopila, y unas listas que antes estuvieron gruesas y engordadas por la expectaci¨®n que da el premio se adelgazan ahora mientras otras engordan al calor de lo que viene. Una atm¨®sfera de sospecha y de invierno que tendr¨ªa que hacer volver a Carvalho a la mesa de los premios para verificar mucho m¨¢s que un solo asesinato; es m¨¢s bien una matanza blanda la que parece afilarse entre los copos de nieve de este amanecer que parece la prolongaci¨®n de una carcajada salvaje en la que al final sobresale la expresi¨®n m¨¢s espa?ola:
-Se van a enterar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.