Error como la copa de un pino
Tras lo sucedido con la falsa atribuci¨®n de un cuadro a Goya, la lengua castellana puede haberse nutrido de una contribuci¨®n nueva y original. Habr¨¢, en adelante, errores graves, grav¨ªsimos, garrafales y como la copa de un pino. Estos ¨²ltimos est¨¢n destinados a ser aqu¨¦llos que se caracterizan no s¨®lo por su condici¨®n de gruesos, sino por a?adir a ese rasgo la rotundidad enf¨¢tica y la inoportunidad m¨¢s manifiesta.Con las atribuciones de Goya se puede hacer el rid¨ªculo, pero, a fin de cuentas, no son tan graves porque no causan peligro ni a la convivencia ni tampoco a la conveniencia nacionales. El problema, sin embargo, consiste en que tambi¨¦n existen los errores pol¨ªticos como la copa de un pino que pueden llegar a tener esas precisas consecuencias.
Espa?a est¨¢ viviendo un momento interesante y prometedor. Inmediatamente despu¨¦s de conocidos los resultados de las elecciones, un viento de gravedad pareci¨® instalarse sobre nuestra realidad. No quiero decir con ello que existiera la impresi¨®n de que nos encontr¨¢bamos en una especie de laberinto, sino, por el contrario, que daba la impresi¨®n de que, por vez primera en muchos meses, parec¨ªa poderse tornar en serio la pol¨ªtica espa?ola con prop¨®sitos constructivos. No es tan frecuente que eso ocurra y conviene, por tanto, no desaprovechar la ocasi¨®n.
El problema de la convivencia en Espa?a de culturas distintas con una fuerte personalidad propia se ha convertido en los ¨²ltimos a?os en grave. No es necesario recordar qui¨¦nes lo han atizado, de puro obvio que resulta. Tampoco es necesario recordar que en esta delicada materia ha habido, al menos en parte, una responsabilidad compartida. El hecho es que los resultados electorales proporcionan una ocasi¨®n de oro para encauzar esta cuesti¨®n. Conviene tener en cuenta que si las tensiones han sido grandes al mismo tiempo la propia sociedad las est¨¢ encauzando. Est¨¢n en gestaci¨®n dos importantes exposiciones destinadas a mostrar la relaci¨®n cultural entre Madrid y Barcelona a lo largo del siglo XX. Ser¨¢ la mejor prueba de que es posible un patriotismo de la pluralidad. Es cierto que la derecha ha cometido muchos errores en esta materia, pero no lo es menos que su l¨ªder pol¨ªtico puede tener las virtudes de tenacidad y de capacidad para el consenso capaces de cambiar el panorama. ?sa s¨ª que ser¨ªa de verdad una "segunda transici¨®n", m¨¢s que la que dijo patrocinar en su, segundo libro.
Pero esta posibilidad queda vedada si se opta por alguna de las opiniones que ya han aparecido en la prensa. Hay quien ningunea el problema a base de negar su existencia y dar por supuesta la alianza PP-CiU, pero eso es s¨®lo un puro tacticismo destinado a una negociaci¨®n inmediata. Peor es el caso de Jim¨¦nez Losantos, quien hace una semana despach¨® a Pujol como un pol¨ªtico mesi¨¢nico, heredero de la extrema derecha y perseguidor de las libertades, sectario hasta la m¨¦dula y excluyente hasta la n¨¢usea. Todo un buen comienzo, como se ve, para iniciar un di¨¢logo. El mejor de los conservadores espa?oles del siglo XX, Camb¨®, asegur¨® que hay dos formas de practicar el anarquismo: pedir lo imposible y retrasar lo inevitable. Con afirmaciones como las que anteceden se tiene el m¨¦rito de combinar ambas. Ni Pujol va a dejar de ser catalanista, ni tiene ning¨²n sentido prolongar un enfrentamiento ag¨®nico cuando la necesidad de acuerdo es tan patente.
Hay quien quiere perpetrar el error como la copa de un pino de hacer inviable lo que es necesario y podr¨ªa ser ¨®ptimo para todos sin tan siquiera tomarse la molestia de presentar una soluci¨®n de recambio. Hace muy poco se le ha recordado a Anguita la condici¨®n de "organizador de derrotas" que Stalin atribu¨ªa a Trotsky. No s¨®lo vale tal afirmaci¨®n tambi¨¦n para este caso. Hay, sobre todo, algo m¨¢s grave. El propio Trotsky hizo de s¨ª el retrato m¨¢s cruel cuando dijo que siempre le hab¨ªan importado m¨¢s los libros y las ideas que las personas y los sentimientos. Lo que se adivina tras esas tesis es pura sobrecarga ideol¨®gica y su resultado previsible, la crispaci¨®n. Y Espa?a no se merece eso.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.