Un soplo de tragedia

Cuando era dirigida por alquien que supiese interrelacionar la sorna y la agresividad natural de su rostro con los de sus compa?eros de encuadre -Camus, Forqu¨¦, Garc¨ªa S¨¢nchez, Guti¨¦rrez Arag¨®n, Berlanga, Lazaga, Ordu?a, Mart¨ªn, Patino y otros sacaron de ella la seca fuerza que se escond¨ªa en el esquinamiento de su mirada, en el desgarramiento de su voz arisca, nasal, met¨¢lica; y en su veloc¨ªsima capacidad de r¨¦plica-, Ponte impon¨ªa su personaje, se apoderaba (es el sello del secundario de oro) de la pantalla.

Raramente se ha representado el desgaste de dos caracteres, la conversi¨®n de dos seres humanos en despojos, como en su d¨²o con Fern¨¢n-G¨®mez en El viaje a ninguna parte, serie de escenas en que ambos, poco a poco, se van rezagando de sus compa?eros c¨®micos j¨®venes e, incapaces de decirse la tragedia de su acabamiento, que padecen mansamente, hablan de otras cosas y todos percibimos que la insustancialidad de lo que dicen revienta con la m¨¢gica sustancia de c¨®mo lo dicen.

Asistimos a la yuxtaposici¨®n de dos genios de su oficio, capaces de representar la muerte en vida de dos seres gastados, devastados. Y estas suaves escenas sin ¨¦nfasis se hacen de pronto una de las m¨¢s duras bofetadas tr¨¢gicas del cine reciente.