Astuta seducci¨®n
En 1992, el argentino Marcelo Pi?eyro debut¨® en la realizaci¨®n con Tango feroz, una pel¨ªcula oportunista, ba?ada de un lacrim¨®geno esp¨ªritu contestatario, una historia basada en la personalidad de un m¨²sico de rock de oscura muerte real, pero que propici¨® no s¨®lo una catarata de discusiones p¨²blicas en el pa¨ªs de origen, sino uno de los fen¨®menos taquilleros m¨¢s impresionantes del reciente cine latinoamericano.El segundo filme de nuestro hombre, Caballos salvajes, -amenaza con convertirse en id¨¦ntico fen¨®meno que el primero. Aunque hay que convenir que por lo menos desde el punto de vista cinematogr¨¢fico apunta maneras mucho m¨¢s estimulantes que Tango, Caballos no puede prescindir de una receta por lo dem¨¢s fulminantemente exitosa: buenos sentimientos, personajes humanamente cercanos, constantes gen¨¦ricas de probada solvencia y una m¨²sica que hunde sus ra¨ªces en los a?os sesenta.
Caballos salvajes
Direcci¨®n: Marcelo Pi?eyro. Gui¨®n: Aida Bortnik. Fotograf¨ªa: Alfredo Mayo. M¨²sica: Andr¨¦s Calamaro.Producci¨®n: Claudio Pustelnik, Argentina, 1995. Int¨¦rpretes: H¨¦ctor Alterio, Leonardo Sbaraglia, Cecilia Dopazo, Federico Luppi, Cipe Lincovsky. Estreno en Acte¨®n, Palafox y Renoir.
Adem¨¢s, hacen que el filme se deje ver con inter¨¦s un gui¨®n que abunda en situaciones jocosas que diluyen un tanto la tensi¨®n a que la trama propende; una estructura de filme itinerante, que tan buenos resultados ha dado siempre en el cine estadounidense, y un elenco de actores impecables. Pero hay que convenir que si algo caracteriza a Caballos es su permanente oscilaci¨®n entre el inter¨¦s y el descontrol; entre su voraz -y leg¨ªtimo- deseo de llegar al gran p¨²blico y las tensiones que esta voracidad crea en una trama que con frecuencia cae en la inverosimilitud; entre su voluntad de discurso personal, con frecuentes apuntes cr¨ªticos a una realidad de corrupci¨®n -hampones disfrazados de financieros, blanqueo de dinero, obreros en prolongadas huelgas, manipulaci¨®n televisiva-, y ciertas concesiones a lo superficial, un empacho de gen¨¦ricos sentimientos positivos incluso cierta arbitrariedad a la hora de construir los personajes -?c¨®mo se justifica la presencia de la chica si no es por la necesidad de que est¨¦ ah¨ª justamente la chica?-.
Todo esto afea considerablemente al filme, que si bien se gana la simpat¨ªa en su primera mitad, se desliza hacia un final en literal ca¨ªda libre.
Conviene no desesperar: Pi?eyro ha demostrado que sabe lo suficiente como para esperar de ¨¦l un filme redondo.
Babelia
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