Un borrego en el burladero
El borrego que hizo sexto meti¨® la cabeza por la boca de un burladero y no la pod¨ªa sacar. C¨®mo ser¨ªa. Finalmente lo desencajaron de all¨ª, tir¨¢ndole del rabo. Un banderillero fue el salvador y s¨®lo por eso debieron darle la oreja. A otros se las dan por menos.La oreja es una de las cuestiones pendientes que tiene la ciencia psiqui¨¢trica. Qu¨¦ fascinaci¨®n ejerce en los p¨²blicos una oreja es algo dif¨ªcil de comprender pues uno la mira y no la encuentra nada de particular, salvo que es peluda, sanguinolenta y cargada de cerumen.
Una oreja es no obstante, la pasi¨®n de los p¨²blicos, de donde cabe deducir que debe de poseer un atractivo especial. Argumentan los taurinos que si los p¨²blicos piden la oreja es porque las faenas de los toreros les gustan y su concesi¨®n constituye el modo tradicional de recompensarles. No est¨¢ uno muy seguro de ello, sin embargo. Una oreja, para los p¨²blicos es un fin en s¨ª misma, acaso un s¨ªmbolo, un sortilegio, un ex voto.
Ruiz / Litri, Jesulin, Puerto
Toros de Vicente Charro, sin trap¨ªo, flojos, amoruchados y borregos, excepto 5?, encastado y noble. Los anunciados de Daniel Ruiz fueron rechazados en el reconocimiento. Litri: estocada trasera ladeada y ruedas de peones (palmas); aviso con dos minutos de retraso antes de matar, estocada atravesada trasera y rueda de peones (petici¨®n y silencio). Jesul¨ªn de Ubrique: aviso antes de matar, pinchazo hondo perdiendo la muleta y estocada corta (silencio); estocada ca¨ªda; se le perdon¨® un aviso (oreja). V¨ªctor Puerto: tres pinchazos, otro perdiendo la muleta -aviso-, estocada corta y rueda de peones (aplausos y -salida- al tercio); dos pinchazos -aviso-, media, rueda de peones y descabello (palmas).Plaza de Valencia, 24 de julio. 6? corrida de feria. Dos tercios de entrada.
La oreja no otorgada al bueno de Litri vale de ejemplo. Cuando Litri, que se hab¨ªa pasado 12 minutos de reloj pegando trapazos, consigui¨® finalmente matar al cuarto toro, el p¨²blico le pidi¨® la oreja seg¨²n se acostumbra en Valencia; es decir, agitando la enorme almohadilla blanca -algunos se hicieron con dos al efecto- y pegando gritos. El presidente decidi¨® no otorgarla y entonces el p¨²blico call¨®. Call¨® totalmente, como si se hubiera quedado mudo de s¨²bito. Y al torero no le dedic¨® ni un aplauso, ni un priropo, ni una m¨ªnima atenci¨®n.
Sospecha uno que pedir la oreja es un modo de divertirse en tardes tontas, cual la de autos; obtenerla un modo de presumir con las amistades. Uno que va a los toros y al Volver no puede contar que hubo orejas, es hombre derrotado, mujer frustrada. Uno que puede contar las muchas orejas que vio, es un triunfador en la vida. Eso sospecha un servidor, si bien corresponde a la ciencia psiqui¨¢trica contrastarlo y confirmarlo. Hasta que la ciencia psiqui¨¢trica no determine solemnemente e informe en papel del Estado los motivos por los que una oreja es la suma aspiraci¨®n de los p¨²blico en las plazas de toros, nadie debe decir nada..
Una oreja obtuvo Jesul¨ªn y la pase¨® en una interminable vuelta al ruedo recogiendo ramos de flores y enviando besos a las damas. Antes hab¨ªa hecho una faena de las de su especialidad, largu¨ªsima, abundosa en derechazos, parones, pases de pecho empalmados, rodilla al suelo, ahora de espaldas y una tanda testimonial de naturales echando el pasito atr¨¢s, y lo bueno fue que todo eso lo compuso con un torito de encastada nobleza.
El primero de su lote ya era un borrego, y la faena de Jesul¨ªn result¨® insoportable. Con borregos, el aburrimiento est¨¢ asegurado y si entra en liza Litri -arte no, zafarrancho s¨ª- tambi¨¦n. La verdad es que con borregos en la arena da lo mismo arte que zafarrancho, corte que cortijo.
V¨ªctor Puerto dio el pase cambiado aut¨¦ntico -muleta plegada a la izquierda, vaciar al toro por delante con el pase de pecho- y apenas se lo tuvieron en cuenta, V¨ªctor Puerto veronique¨® impecablemente y otro tanto sucedi¨®. Al tercero le mont¨® una faena variada y vistosa que no tuvo premio pues mat¨® mal. Al sexto, demasiado alborotona y con aires tremendistas que el p¨²blico no acept¨®. La Verdad es que ¨¦l p¨²blico es taba receloso despu¨¦s de haber visto al borrego colarse por la boca del burladero y hac¨ªa comparaciones. Si la boca, del burladero mide tanto -calculaba tirando palmos por el muslo de la vecina de al lado-, ?cu¨¢nto. puede medir la cabecita de ese triste animal? Cuando un borrego pone tan evidencia lo que est¨¢ pasando en la fiesta, lo procedente es plegar y salir corriendo. O sea, apaga y v¨¢monos.
Babelia
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