Para que no se repita
LA MAGNITUD de la cat¨¢strofe de Biescas obliga a extremar el rigor de la investigaci¨®n, como ya dijimos en un primer editorial sobre el asunto. Pero no para satisfacer la tendencia, tan humana, a encontrar culpables sobre los que descargar nuestro dolor, sino para que puedan tomarse a tiempo medidas que eviten tragedias similares en el futuro. La investigaci¨®n iniciada por el juzgado de Jaca habr¨¢ de indagar sobre si la cat¨¢strofe pudo ser evitada. ?se deber¨¢ ser el ¨²nico criterio tanto para delimitar eventuales responsabilidades como para orientar las medidas a tomar en adelante. Pero sin que se establezca una correspondencia autom¨¢tica entre ambos planos. Es muy probable que la indagaci¨®n de las causas de algo tan desastroso conduzca a modificaciones en los criterios de seguridad de los c¨¢mpings de monta?a. Pero ello no significa necesariamente que haya personas a las que culpar de lo ocurrido.Parece que no hay dudas sobre la legalidad de las instalaciones. La cuesti¨®n es si hubo lenidad de las instituciones al autorizarlas sin tomar en consideraci¨®n la entidad real de los riesgos existentes. Por supuesto, la pretensi¨®n de que las medidas administrativas garanticen contra cualquier riesgo posible no s¨®lo es ut¨®pica, sino propia de mentalidades totalitarias: habr¨ªa que prohibir los autom¨®viles, despoblar California -por los terremotos- y cerrar las playas. Lo que s¨ª es exigible a las autoridades es que antes de autorizar unas determinadas instalaciones p¨²blicas se tomen en consideraci¨®n los riesgos potenciales y se establezca un margen razonable de seguridad entre lo posible y lo probable.
Un c¨¢mping, tal como se concibe modernamente en Europa, como un hotel al aire libre, con acceso para autom¨®viles y caravanas, s¨®lo puede situarse en un terreno. totalmente llano o bien aterrazado, y los espacios con esas caracter¨ªsticas son escasos en zonas monta?osas. El de Biescas pod¨ªa existir y ofrecer tantos atractivos porque se hab¨ªa asentado en la antigua cuenca o ribera natural de un no canalizado hace muchos a?os para encauzar las avenidas procedentes del deshielo de primavera. Seg¨²n una opini¨®n que comparten muchos ecologistas, la naturaleza acaba pasando factura, de toda modificaci¨®n del entorno, y esa canalizaci¨®n del r¨ªo habr¨ªa agravado ahora los efectos de la riada. Es una opini¨®n a tener en cuenta, pero existen otras de especia listas -no necesariamente opuestos al conservacionismo- que sostienen lo contrario.
La legislaci¨®n vigente establece que no podr¨¢n instalarse c¨¢mpings en cauces secos de r¨ªos o en zonas susceptibles de ser inundadas. Si se autoriz¨® el de Blescas, es porque las autoridades consideraron suficientemente estable la canalizaci¨®n realizada. Es evidente que se equivocaron, pero de ello no se deduce necesariamente una culpabilidad: para que se dedujera habr¨ªa que de mostrar que, con los datos existentes en su momento, el margen dejado a lo azaroso era excesivo; si hubo, en resumen, temeridad al no considerar factores cuya conjunci¨®n podr¨ªa hacer posible la cat¨¢strofe. Por supuesto, todo lo que ocurre tiene causas; hay razones geol¨®gicas atmosf¨¦ricas, hidrogr¨¢ficas, capaces de explicar que lo excepcional aconteciera. Las autoridades, y no s¨®lo las de Arag¨®n, deber¨¢n calibrar hasta qu¨¦ punto esta experiencia obliga a reconsiderar su pol¨ªtica respecto a instalaciones p¨²blicas al aire libre. Pero ello no proyecta autom¨¢ticamente una responsabilidad retrospectiva sobre quienes autorizaron el c¨¢mping de Biescas.
Ser¨¢ la investigaci¨®n judicial la que determine, esas eventuales responsabilidades. Oponerse a ella en nombre del futuro tur¨ªstico de la zona es un contrasentido.
Frente a la evidencia de las 86 v¨ªctimas, s¨®lo la certeza de que las autoridades reaccionan con presteza, analizando las causas, delimitando responsabilidades y tomando medidas que refuercen la seguridad, podr¨¢ devolver la tranquilidad a futuros visitantes de la zona.
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