Escenario de la paz
En la base de la monta?a de Tindaya hay un campo de f¨²tbol que al anochecer se llena de un vecindario peculiar, esa especie de ardillas misteriosas e inquietas que deambulan veloces entre las piedras secas de este valle silencioso. La gente dice que por Tindaya hubo siempre la certeza gallega de que las brujas existen, aunque no se las vean, y a ello atribuyen que durante muchos a?os los poblados de este lugar estuvieran diseminados y como temerosos. Hoy deben habitar Tindaya no m¨¢s de 400 personas que viven de lo que es tradicional en este territorio, la agricultura de secano, la leche de cabra, el queso. Cerca en Tef¨ªa, hubo en los a?os cincuenta un campo de concentraci¨®n de lo que entonces se llamaban "vagos y maleantes", y al lado de lo que fue el viejo aeropuerto hay un bar de mariscos que desde hace a?os almacena en su frontis todas las c¨¢scaras de los moluscos que se han ido consumiendo. Al lado de Tindaya, en medio de ninguna parte y de todos los tonos del color amarillo, en la Monta?a Quemada, soporta la lejan¨ªa y el desierto un desafortunado monumento a Miguel de Unamuno, el escritor vasco que aqu¨ª conoci¨® un episodio de destierro. La gente le acogi¨® con amor, y ¨¦l devolvi¨® la buena crianza insular dedicando sonetos maravillosos a esta tierra singular y escueta, como el gofio, prolongaci¨®n seca de ?frica en el Atl¨¢ntico. Cuando nos ven con papel y bol¨ªgrafo, algunos paisanos sospechan: hay en la tierra, dicen, una gran tradici¨®n de caciquismo y no est¨¢n seguros de que con nuestras preguntas les vayamos a traer paz. ?Y qu¨¦ piensan de Tindaya? "Oh, si va a traer bienestar para el pueblo...". Pero lo dudan. Lo dudan todo: Mientras, la monta?a quieta parece, en efecto, un monumento, una mano de paz sobre la isla.
Babelia
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