Regreso al pa¨ªs de los mon¨®logos
Belleza robadaStealing Beauty. Direcci¨®n:
Bernardo Bertolucci. Gui¨®n: Susan Minot, seg¨²n una idea de B.Bertolucci. Fotografia: Darius Khondji. M¨²sica: Richard Hartley. Producci¨®n: Jeremy Thomas. Reino Unido-Italia, 1996. Int¨¦rpretes: Liv Tyler, Jeremy Irons, Sin¨¦ad Cusack, Jean Marais, Stefania Sandrelli,
Carlo Cecchi, Ignazio Oliva, Donald McCann, D. W. Moffett, Rachel Weisz. Estreno en Madrid: cines. Vel¨¢zquez, Acte¨®n, Luchana, Excelsior, Espa?a, Colombia Multicines, Gran V¨ªa, Conde Duque, Ideal Minicines.
"En este pa¨ªs todo el mundo monologa", sentencia uno de los personajes d¨¦ esta conmovedora, extraordinaria Belleza robada, el regreso de Bertolucci a su pa¨ªs tras m¨¢s de 10 a?os de rodar en el extranjero. La sentencia, en boca de un personaje menor y dicha casi de pasada, no parece servir m¨¢s que para dar una pincelada de actualidad a un filme que parece prescindir de ella, Y, sin embargo, es la pista definitiva para entender el sentido ¨²ltimo que persigue Bertolucci: todo el filme bascula entre la explicaci¨®n de un viaje a los or¨ªgenes de su joven, hermos¨ªsima protagonista (Tyler, animal cinematogr¨¢fico del calibre de Ava Gardner) y un viaje, igualmente a sus or¨ªgenes como creador, del propio cineasta.
Alejado de la monumentalidad de sus ¨²ltimas producciones, Bertolucci regresa al mundo que le es m¨¢s propio: la b¨²squeda del referente paterno de La estrategia de la ara?a, los paisajes de una Toscana magn¨ªficamente recreada por el fot¨®grafo Khondji, la reivindicaci¨®n del papel del arte en medio de la confusi¨®n del presente, como en Partner. Y lo hace con un filme que, a partir de la contemplaci¨®n del comportamiento de extranjeros en un pa¨ªs ajeno, expresa igualmente el extra?amiento de Bertolucci respecto de su propia tierra, por un lado, y de su generaci¨®n, por otro.
No se trata propiamente de un ajuste de cuentas con sus iguales. Por el contrario, el cineasta elige un registro l¨ªrico, un narrar reposado que hace de la captura de la belleza. uno de sus leitmotivs, una v¨ªa el¨ªptica para no abordar frontalmente una realidad que le resulta evasiva. Pero tambi¨¦n, y eso es hasta cierto punto una novedad -si exceptuamos La luna, aunque all¨ª las referencias eran otras-, Bertolucci pone en im¨¢genes el deseo de una joven, el despertar al sexo de un ser indefenso que descubre qu¨¦ corta es la memoria, qu¨¦ evanescente el amor.
El contrapunto de este personaje extraordinario, una de las mejores creaciones del cine europeo contempor¨¢neo, es un conjunto de exc¨¦ntricos personajes, al frente de los cuales Jeremy Irons borda un trabajo insuperable como poeta enamorado y moribundo. Cada uno intenta vivir al d¨ªa, sin preguntas, al margen de la sociedad, como al margen lo est¨¢ buena parte de quienes hicieron la fallida revoluci¨®n del 68; como al margen parece estar el propio cineasta. Pero de su bella, inmensa pel¨ªcula emerge una apuesta firme, s¨®lida: la labor del creador, el arte, es lo ¨²nico que importa en tiempos de turbulencia.
. Y all¨ª se instala, como sin pretenderlo, un personaje extraordinario, el escultor cuya obra punt¨²a, con la precisi¨®n de sus vol¨²menes, todo el filme, y a quien Donald McCann aporta un carisma impresionante. ?lter ego de Bertolucci, el escultor nos recuerda que el presente existe, que no hay por qu¨¦ arrepentirse del deseo pasado, de que la provisionalidad de la existencia y el discurrir del tiempo s¨®lo se resuelven con la recreaci¨®n de la belleza.
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