Un poeta dual
La Generaci¨®n del 27 tuvo en Gerardo Diego su m¨¢s genuino animador. A trav¨¦s de su espl¨¦ndida revista Carmen y de su suplemento festivo Lola, el autor de La f¨¢bula de Equis y Zeda hizo llamear el esp¨ªritu de la nueva poes¨ªa con insobornable rigor. Siempre atento a los cambios est¨¦ticos, en posesi¨®n de un gusto cr¨ªtico casi infalible, Diego olfate¨® como pocos la significaci¨®n del surrealismo, y sus magn¨ªficas traducciones de Juan Larrea publicadas en Carmen fueron decisivas para la implantaci¨®n de la est¨¦tica surreal en Espa?a. Dist¨® de ser un azar que Diego, que por aquellos a?os compil¨® una excelente antolog¨ªa de poes¨ªa cl¨¢sica en honor de G¨®ngora, fuera designado por sus compa?eros de generaci¨®n para firmar la c¨¦lebre antolog¨ªa de 1932: Poes¨ªa espa?ola (1915-1931). Obra definitiva, fue realizada en equipo, pero sin ¨¦l no hubiera sido posible: codific¨® el 27, tuvo una enorme difusi¨®n -hasta el Times se ocup¨® del libro- y pese a la pol¨¦mica que suscit¨® ha quedado como la mejor antolog¨ªa en lengua espa?ola de este siglo y ha servido de modelo a m¨²ltiples empresas an¨¢logas en Europa y Am¨¦rica.La poes¨ªa de Diego es dual. Desde sus comienzos, el escritor decidi¨® cultivar a la vez la poes¨ªa vanguardista y la neotradicional, fue siempre fiel a esta dualidad, que algunos le han reprochado, que se le reproch¨® ya incluso por algunos de sus compa?eros de generaci¨®n. As¨ª Lorca exaltaba en Diego al poeta "fren¨¦tico", "desorbitado", sobre "el poeta m¨¢s conservador, sobre "el otro que hay en ¨¦l". Mucha gente recuerda, de esta parte de su producci¨®n, el soneto al cipr¨¦s de Silos y el romance del r¨ªo Duero, pero hay otros muchos momentos afortunados: el sonetario Alondra de verdad, al que pertenece el gran soneto Insomnio, que es una obra maestra; o, de la ¨²ltima etapa, las espl¨¦ndidas liras que integran la oda A los vietnameses.
Con todo, hoy se tiende a valorar m¨¢s al poeta creacionista. Diego lo fue plenamente en uni¨®n de Vicente Huidobro, el iniciador de esta po¨¦tica, y Juan Larrea, permanente compa?ero de afanes. En esta l¨ªnea consigui¨® logros muy felices, en especial cuando combin¨® la dicci¨®n cl¨¢sica con la imaginer¨ªa vanguardista, como sucede en la magn¨ªfica F¨¢bula de Equis y Zeda y en los mejores textos de los Poemas adrede.
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