La reforma laboral, por la gloria de mi madre
Me dicen que 1997 va a ser el "a?o del empleo", y yo me pongo a temblar, ya s¨®lo queda que encontremos un d¨ªa libre al a?o -que no es f¨¢cil- e instauremos el d¨ªa internacional del empleo. Encontrarle un santo patr¨®n no ser¨ªa dif¨ªcil.Viene todo ello a cuento porque las buenas conciencias de este pa¨ªs cada d¨ªa que pasa est¨¢n m¨¢s indignadas -m¨¢s justamente indignadas-; se niegan a "aceptar este paro bochornoso", y tienen la soluci¨®n para acabar con esta situaci¨®n tan bochornosa, que linda con el esc¨¢ndalo cuando hablamos de precariedad. Y claro, la soluci¨®n no podr¨ªa ser otra que la reforma laboral. Aqu¨ª de nuevo est¨¢, la reforma laboral...
Ya hace tiempo, m¨¢s de 10 a?os, que uno de los m¨¢s brillantes ensayistas sobre el paro Aris Accomero, en su libro I paradosi della disoccupazione, ven¨ªa a decir que lo realmente grave del problema era "la enorme distancia entre el ¨¦nfasis con el que se denuncia el fen¨®meno, con ribetes dram¨¢ticos en sus aspectos econ¨®micos y la poquedad absurda de las medidas propuestas". Y es este ¨¦nfasis, cuasi religioso, el que genera una "dramatizaci¨®n hip¨®crita", que consigue que todo aquello que tenga que ver con el paro suene a convencional, a patrimonio de la pol¨ªtica-espect¨¢culo, que parece seguir el siguiente gui¨®n:
1. El problema es tan grave que parece que no se pueda hacer nada.
2. Por tanto es necesario hacer algo inmediataniente.
Esto era hace 10 a?os, ahora las cosas est¨¢n a¨²n m¨¢s complicadas. En nuestros d¨ªas el empleo se ha convertido en una especie de virtud teologal, y la pol¨ªtica de empleo en el legitimador por excelencia. "Hago pol¨ªtica de empleo, ergo existo". Y el fin que debe alcanzarse, el empleo, es tan noble que justifica cualquier medida, por insensata o despiadada que sea. Todo vale.
Seguimos sin conocer con precisi¨®n las actuales causas del paro, desconocemos la verdadera estructura del desempleo, pero al parecer pensamos que si modificamos un art¨ªculo de la ley acabamos con la precariedad, y que si nos metemos con otro -al que llaman despido- habremos alcanzado la Tierra Prometida. Y la misi¨®n es tan elevada que justifica el esfuerzo, porque nos lo est¨¢n pidiendo a gritos "los j¨®venes y los m¨¢s de dos millones de parados espa?oles".
?Alguien se cree esto de verdad? ?Alguien cree de verdad que la temporalidad es consecuencia de nuestro ordenamiento jur¨ªdico? ?Alguien de verdad piensa que el BOE crea empleo? ?Alguien se cree que un problema de la dimensi¨®n, de la enorme dimensi¨®n, del desempleo moderno tiene una soluci¨®n jur¨ªdica? Seamos serios, por favor.
El paro es un problema en realidad mucho m¨¢s serio de lo que las precongeladas declaraciones de duelo permiten vislumbrar. Es un problema que tiene que ver con la organizaci¨®n y con el proyecto de sociedad. S¨®lo el trabajo corporiza socialmente a las personas. En nuestras sociedades quien trabaja es sociedad y est¨¢ en sociedad, quien no trabaja carece de referente, est¨¢ al margen de... Y esto es incompatible con aqu¨¦llos que a?oramos una sociedad cohesionada e integrada.
Pero es un problema de organizaci¨®n social, que nos exige, si queremos que todo aqu¨¦l que quiera pueda trabajar, aprender a vivir y a trabajar de otra manera y en otras actividades. Pero pienso yo que antes de nada es obligatorio denunciar el vomitivo fraude bienpensante de todos los d¨ªas, y dejar a nuestro mercado laboral en paz, porque las cosas funcionan razonablemente bien. Funcionan mejor -y eso es lo que cuenta- de como funcionaban hace cinco o seis a?os.
Hay m¨¢s trabajadores ocupados, hay menos parados y cada d¨ªa hay m¨¢s contratos indefinidos.
Perd¨®n, por citar algunas cifras: en 1993, 365.000 desempleados m¨¢s; en 1994,149.000 desempleados menos; en 1995, 180.000 menos; en 1996, 160.859 menos, ?mejor o peor? En 1991 se perdieron 188.000 contratos fijos; en 1992, 249.000; en 1993, 172.000. La tendencia se rompe en 1994, y en 1995, por primera vez desde hace muchos a?os, se crean 145.000 contratos fijos ' y en 1996 todo parece indicar que la cifra superar¨¢ los 350.000. ?Entonces?
Es obvio que el ordenamiento jur¨ªdico laboral ni es ni debe ser inmutable, carece de naturaleza cor¨¢nica. Y buena prueba de ello es que recientemente fue pro fundamente reformado, han pasado poco m¨¢s de tres a?os. No parece discutible que la situaci¨®n de nuestro mercado de trabajo en los primeros a?os noventa era sustancialmente distinta a la actual. Hagamos memoria: en 1993, el d¨¦ficit del Inem. borde¨® el medio bill¨®n de pesetas, el n¨²mero de desempleados aument¨® en 365.000, casi se perdieron un mill¨®n de puestos de trabajo entre 1992 y 1993, y a todo ello -en este a?o- los salarios crecieron un 20% m¨¢s que la inflaci¨®n.
Resultaba vital taponar la hemorragia del Instituto Nacional de Empleo (Inem), vital incluso para su propia supervivencia, conveniente alentar la ocupaci¨®n de j¨®venes trabajadores sin experiencia ni cualificaci¨®n, razonable reforzar la capacidad de negociaci¨®n de los agentes sociales, oportuno concluir con el anacronismo de las ordenanzas laborales, etc¨¦tera. Parec¨ªan objetivos sensatos e independientes de la situaci¨®n de paro existente en nuestro pa¨ªs.
Lo razonable ser¨ªa ahora hacer balance, ver lo que ha pasado y comparar la situaci¨®n actual con la precedente. Los datos a favor de la situaci¨®n actual son apabullantes. Sobresale entre ellos que el Inem del medio bill¨®n de d¨¦ficit en 1993 alcanz¨® un super¨¢vit de 200.000 millones de pesetas en 1995, algo jam¨¢s visto -y que posiblemente jam¨¢s veremos- en ning¨²n instituto nacional de nuestro pa¨ªs.
Pero la reforma de entonces tuvo un defecto, un defecto grave, que los responsables de su autor¨ªa a¨²n estamos penando. Fue descalificada ab initio, rotundamente por los sindicatos -con el corolario incluso de huelga general- y con suficiencia despectiva por las asociaciones empresariales, y por la oposici¨®n. Provoc¨® tales desgarros que imposibilit¨® un juicio desapasionado. Mejor que el an¨¢lisis y la reconsideraci¨®n era hacer otra cosa. La coartada fue "la temporalidad". ?Por qu¨¦ se desata este debate en Espa?a en los ¨²ltimos dos a?os? ?Por qu¨¦ no antes?
Es realmente sorprendente que cuando se rompe la tendencia de la destrucci¨®n de contratos fijos y se inicia -y con fuerza- la contrataci¨®n estable aparezca este debate. Es realmente sorprendente.
Si se mantuvieran las cosas en su tendencia actual, los espa?oles en los pr¨®ximos 10 a?os tendr¨ªamos 1.600.000 desempleados menos, en tomo a 3.000.000 de ocupados m¨¢s y unos 2.500.000 m¨¢s de trabajadores fijos. Respetable objetivo, sin duda. Esto nos permitir¨ªa ocupamos de la pol¨ªtica de empleo de verdad: formaci¨®n, intermediaci¨®n y protecci¨®n de colectivos m¨¢s desfavorecidos. Acordar con sosiego asuntos relativos a la negociaci¨®n colectiva. Analizar, con prudencia, limitaciones a la temporalidad. Mejorar el instituto del despido objetivo, etc¨¦tera.
Pero para todo ello sigue siendo necesario desalojar al empleo de la dram¨¢tica liturgia que le acompa?a y recordar, de vez en cuando, que es el derecho producto de la realidad y no viceversa.
Con menor pasi¨®n podr¨ªamos superar la fase actual de "situaci¨®n desesperada pero no seria", y alcanzar la m¨¢s razonable de "situaci¨®n seria -muy seria- pero no desesperada". Y no desesperada, fundamentalmente por dos cosas: primero, porque se diga lo que se diga vivimos mejor -mucho mejor- de como viv¨ªamos, un ejemplo: en 1965, primera EPA en Espa?a, el paro era del 1,5%. ?Qu¨¦ quiere esto decir? ?Que viv¨ªamos entonces 10 o 15 veces mejor que ahora o que viv¨ªamos tres veces mejor entonces que en Estados Unidos, cuyo paro a la saz¨®n era del 5%? Y, segundo, porque trabajo no es ni m¨¢s ni menos "que lo que queda por hacer", es la actividad con la cual satisfacemos necesidades p¨²blicas o privadas, y la lista de necesidades pendientes de satisfacci¨®n es ilimitada. M¨¢s que una crisis de trabajo vivimos una revoluci¨®n, cuya soluci¨®n no es jur¨ªdica ni econ¨®mica,es pol¨ªtica y de organizaci¨®n social, y por ello mucho m¨¢s dif¨ªcil de encontrar.
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