Comienza el certamen con una buena comedia hecha a la medida de Julia Roberts
Emma Su¨¢rez, Juanjo Puigcorb¨¦, Storaro, Hogan y Zhang Yimou, en la inaguraci¨®n
Anoche, en el teatro Victoria Eugenia, unos cuantos rostros amistosos -entre ellos, los de Emma Su¨¢rez y Juanjo Puigcorb¨¦, junto a Vittorio Storaro, Zhang Yimou y otros cineastas- hicieron de la rutina protocolaria inaugural un escaparate discreto y un acto ligero y amable, cuya mejor virtud es que pas¨® pronto, para dejar su hueco a lo que aqu¨ª importa, el buen cine. ?ste lleg¨® con La boda de mi mejor amigo, comedia dirigida por P. J. Hogan, bien construida y en busca de m¨¢gicas tradiciones de este viejo g¨¦nero de Hollywood, considerado menor pero lleno de obras mayores. Una pel¨ªcula viva y hecha a la medida de Julia Roberts, que deja su lastre de estrella de laboratorio y entra en un desafio de verdadera actriz.
Hace tres a?os, P. J. Hogan, un joven escritor y realizador de series televisivas y telefilmes, decidi¨® dar el salto de las convenciones en que forj¨® su oficio- a otras de mayor complejidad, las del largometraje de ficci¨®n cinematogr¨¢fica. Abundan los profesionales de la televisi¨®n que intentan este vuelo hacia construcciones imaginativas que les exigen reconvertir la mirada, pero no abundan los que efectivamente logran despegar plenamente de la angostura del encuadre televisivo y alcanzar las mayores anchuras a que conduce el encuadre cinematogr¨¢fico. Hogan es de los pocos que ha logrado saltar n¨ªtidamente esa barrera, cada vez m¨¢s dif¨ªcil de franquear aunque parezca lo contrario.En 1994, con su primera pel¨ªcula, La boda de Muriel, Hogan rompi¨® con facilidad y limpieza la delicada l¨ªnea fronteriza e hizo un trabajo preciso y no obstante suelto, pese a ser de aprendiz. Su calidad proven¨ªa de que Hogan no dejaba ver en sus composiciones ning¨²n signo de esa simplificaci¨®n del proceso de creaci¨®n de im¨¢genes que requiere, para ser eficaz, el telefilme, la ficci¨®n espec¨ªficamente destinada a las pantallas caseras. Su pel¨ªcula recorri¨® el mundo. No reinvent¨® el cine, pero arranc¨® de ¨¦l y a su manera lo prolong¨®.
Aun pudiendo permitirse el lujo de filmar otra nueva pel¨ªcula acto seguido, Hogan se ha tomado nada menos que tres a?os para dar su segundo -siempre el m¨¢s delicado y peligroso para un director de pel¨ªculas- paso en la gran pantalla, lo que parece evidentemente indicar que es una persona autoexigente y que conoce -y, por tanto, teme- la dificultad que entra?a enrolarse en una l¨ªnea de inventiva ascendente en ir a m¨¢s dentro de su ambici¨®n de construir de manera in¨¦dita ficciones ya, al menos en parte, construidas. Y, en efecto, La boda de mi mejor amigo va a m¨¢s, porque extrae de las situaciones y de los trenzados de personajes -algunos ya trillados por las largas y ricas tradiciones de la comedia- un toque propio, un indicio de estilo.
No es La boda de mi mejor amigo una comedia redonda e impecable. Despega desde un s¨®lido gui¨®n de Roland Bass, pero en su despegue hay algunas fisuras y altibajos. Por ejemplo, la zona de indecisi¨®n del personaje eje que interpreta Julia Roberts es en exceso larga, de modo que la exposici¨®n de la trama argumental de sus dudas fatiga y sus indecisiones se convierten en imprecisiones, lo que resulta imperdonable en un tipo de ficci¨®n que, como la comedia, debe tener siempre como batuta una regla de c¨¢lculo. Pero Hogan deja que los int¨¦rpretes tomen el mando de la imagen y el flujo m¨¢gico de la comedia, durante alg¨²n tiempo frenado, vuelve a acelerarse y a desembocar en una zona final muy viva, culminada por un desenlace magistral y, lo que es perfecto en un camino tantas veces recorrido, inesperado.
Y el amable y divertido cuadr¨¢ngulo amoroso, que s¨®lo cojea en la pata algo inexpresiva de Dermott Mulroney, reconforta. El muchas veces infumable Rupert Everett logra estar aqu¨ª tan due?o de lo que dice y hace, que parece inventarlo ¨¦l mismo, aunque act¨²e al dictado. Cameron D¨ªaz, aunque su personaje est¨¢ escrito para que ella act¨²e en registro pasivo y muy arropada por el director, se hace en un par de ocasiones con la iniciativa del enganche c¨®mico y en una de ellas la r¨¦plica de esta casi novata a Julia Roberts consigue incluso oscurecer a esta ya veterana actriz.
En lo que respecta a Julia Roberts, si hace a?os se las arregl¨® en Pretty woman, a golpe de instinto, para comerse literalmente a la c¨¢mara con un gran personaje hecho a magn¨ªficos brochazos, aqu¨ª hila su trabajo con hilo m¨¢s fino y acaba haci¨¦ndose con el mando de la pantalla sin acudir a trucos ni a privilegios de estrella, sino a cara lavada y de t¨² a t¨² con sus colegas de reparto: por decreto de un oficio bien asimilado y bien conducido, lo que es indicio de que esta guapa mujer, durante mucho tiempo varada en un c¨®modo "todo al servicio de su lucimiento", ha aprendido por fin a ganarse por s¨ª sola la gratitud de un patio de butacas, en el que basta un giro inesperado de su conducta para que no se oiga ni un crujido. Y esto, hacer respirar al un¨ªsono a 2.000 personas de quienes no se oye m¨¢s que su sonriente silencio, es el signo de la eficacia de la genuina actriz de comedia.
Aunque s¨®lo sea por haber rescatado a Julia Roberts de su suicida vanidad de estrellita de laboratorio, esta defectuosa estupenda comedia merece quedar.
Babelia
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