Salman Rushdie: "La gente tiene miedo a la libertad tanto en Oriente como en Occidente"
El autor brit¨¢nico publica una colecci¨®n de relatos sobre el enfrentamiento entre culturas
ENVIADO ESPECIALLa historia de Salman Rushdie es una aut¨¦ntica paradoja, de este siglo marcado por las contradicciones y la barbarie. Lleg¨® a Europa en 1961, cuando era un adolescente y mientras se levantaba el muro de Berl¨ªn. Jam¨¢s pens¨® que alg¨²n d¨ªa caer¨ªa esa muralla. Pero, iron¨ªas del destino, el s¨ªmbolo de la guerra fr¨ªa se desmoron¨® el mismo a?o (1989) en que el imam Jomeini lanz¨® su terrible fatwa (decreto religioso) que le condenaba a muerte. Reci¨¦n casado, por tercera vez, y con un hijo peque?o, Rushdie no pierde el humor ni la esperanza, aunque destila un escepticismo profundo cuando afirma: "La gente tiene miedo a la libertad tanto en Oriente como en Occidente".
Oriente- Occidente es precisamente el t¨ªtulo del ¨²ltimo libro de este escritor angloindio, una colecci¨®n de relatos sobre el choque entre culturas, publicado en ingl¨¦s en 1995 y que aparecer¨¢ dentro de unos d¨ªas en Espa?a editado por Plaza y Jan¨¦s. Tres cuentos orientales, otros tantos occidentales y el mismo n¨²mero de historias a mitad de camino entre los dos mundos dibujan el panorama de la compleja convivencia entre gentes distintas. Rushdie no deja t¨ªtere con cabeza en unas alegor¨ªas que arremeten contra Hamlet o Isabel la Cat¨®lica, contra los tab¨²es o las miserias de la India, los nacionalismos o las represiones del poder.?Por qu¨¦ se refugia tanta gente en la religi¨®n, los nacionalismos o las tribus? Sentado en el restaurante de un c¨¦ntrico hotel de Londres, a 500 metros de la Embajada de Ir¨¢n, Rushdie (Bombay, 1947) se?ala: "El fin de la guerra fr¨ªa tiene mucho que ver con estas reacciones, porque la gente tiene miedo a la libertad, y eso provoca su deseo de regresar a mundos peque?os, a grupos cerrados. Aunque coincidi¨® con la fatwa y con el comienzo de mi libertad vigilada, pens¨¦ que la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn significaba que el mundo mejoraba. Si reg¨ªmenes, injustos como los de Sur¨¢frica o la URSS se derrumbaban, alcanzar¨ªamos m¨¢s y m¨¢s libertad, un sue?o de sociedades m¨¢s abiertas. Por el contrario, nos hemos encontrado con un presente en el que unos tienen miedo de los otros. Nos hemos quedado sin reglas fijas, y la gente tiene p¨¢nico. Es como si jug¨¢ramos un partido de f¨²tbol en un campo donde no estuvieran fijados los l¨ªmites".
La civilizaci¨®n
Junto a esta visi¨®n, que recuerda el famoso texto de Erich Fromm El miedo a la libertad, Rushdie contempla aspectos positivos, al menos en el Reino Unido, quiz¨¢ influido por la reciente victoria de los laboristas, con los que se identifica en buena medida: "En el Reino Unido, las voces de xenofobia o de racismo son marginales hoy. Los brit¨¢nicos aceptan mejor que otros pa¨ªses, por ejemplo que Francia o Alemania, una sociedad multicultural y multirracial. Prueba de ello es la enorme cantidad de relaciones que se dan en las generaciones j¨®venes entre personas de diferente raza o religi¨®n".
A la altura de los 50 a?os que acaba de cumplir, este escritor tard¨ªo, que no hall¨® su propia voz hasta la aparici¨®n de Hijos de la medianoche, a principios de los ochenta, y que antes desempe?ara oficios tan dispares como actor o publicista, s¨®lo ofrece una receta para vivir en sociedad: la civilizaci¨®n. "Cualquier civilizaci¨®n", dice con vehemencia, "responde a una construcci¨®n de derechos elementales, pero es algo antinatural. Muchos se preguntan c¨®mo se pueden cometer las barbaridades de la India o de Yugoslavia. Pero nuestra condici¨®n natural como hombres nos lleva siempre a la violencia. Nunca podemos creernos diferentes a otros pueblos, nadie est¨¢ libre de salvajadas, y para ello basta con repasar la historia del siglo XX. Siempre ha sido as¨ª, y el ¨²nico ant¨ªdoto son las reglas de una civilizaci¨®n de modo que la barbarie quede fuera".
Palabras, conversaci¨®n o voz propia son t¨¦rminos que Rushdie utiliza en su charla porque forman parte de lo que entiende por la funci¨®n del escritor. "El artista. s¨®lo puede ser cr¨ªtico, no debe pertenecer a nadie y no debe someterse a ning¨²n poder. La voz s¨®lo pertenece al que habla. En definitiva, la literatura existe porque si re¨²nes a dos personas durante un d¨ªa en la misma habitaci¨®n lo que van a hacer es comenzar a contar historias, y, de alg¨²n modo, la sociedad es aquello que nos contamos los unos a los otros".Nacido en la India, de una familia musulmana, religi¨®n que Rushdie abraz¨® hace pocos a?os, pero residente en Inglaterra desde que era un ni?o, el autor de Versos sat¨¢nicos no tuvo un aprendizaje f¨¢cil como escritor. "Mi propio mestizaje cultural complic¨® mi acercamiento a la escritura, aun que yo quer¨ªa ser escritor desde que era un adolescente. No se trataba de una dificultad t¨¦cnica, sino de situarme en el mundo, de hallar mi propia voz, comprender de d¨®nde viene la literatura... En mi primera novela, publicada en 1975, todav¨ªa no hab¨ªa encontrado mi voz. Cuando descubr¨ª los ecos de mi pasado y los dej¨¦ hablar, empec¨¦ a ser escritor. Fue mi mejor momento, y todo empez¨® a tener un sentido".
Impulsor y presidente del Parlamento de Escritores y defensor del proyecto de ciudades-refugio para intelectuales perseguidos, Rushdie est¨¢ satisfecho de c¨®mo ha prosperado la iniciativa: "No es la soluci¨®n definitiva, pero ayuda a rehacer sus vidas a muchos autores. El Parlamento es una forma de mostrar que los escritores, estamos unidos en la defensa de los colegas que sufren la represi¨®n en cualquier lugar. Dejar¨¦ la presidencia de este organismo, pero hasta ahora mi nombre ha servido para abrir muchas puertas".
Prepara una nueva novela sobre el mundo de la m¨²sica, una de sus pasiones favoritas, que tendr¨¢ terminada el a?o pr¨®ximo. "Las situaciones extremas", comenta, "resultan muy atractivas para un escritor, y los m¨²sicos viven inmersos en ambientes l¨ªmite. Adem¨¢s me fascina esa magia de la m¨²sica que consigue conmover a todo tipo de p¨²blicos y de culturas".
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