Europa busca su 'zar' econ¨®mico
Encarnizada batalla entre Los Quince por alcanzar el directorio del Banco Central Europeo
Europa busca su zar econ¨®mico. El empleo de presidente del Banco Central Europeo (BCE) ser¨¢ crucial en la Uni¨®n Europea (UE) de fin y de principio de siglo. A ¨¦l, y al reducido directorio o Comit¨¦ Ejecutivo que le arrope -un m¨¢ximo de seis personas- le corresponder¨¢ garantizar la definici¨®n y la ejecuci¨®n de la pol¨ªtica monetaria unificada, la realizaci¨®n de los cambios de divisas, la gesti¨®n de las reservas oficiales y el buen funcionamiento del sistema de pagos. Y podr¨¢ hacerlo con una independencia casi total, porque el Tratado de Maastricht copia el modelo del Bundesbank alem¨¢n, muy aut¨®nomo del poder pol¨ªtico.Tan importante es ese cargo que, incluso bastantes meses antes de crearse la instituci¨®n, los distintos Gobiernos han entrado en una encarnizada lucha por ocuparlo. El Banco nacer¨¢ entre el 2 de mayo de 1998 -cuando el Consejo Europeo realizar¨¢, en una cumbre especial, la criba de monedas admitidas al euro- y el 1 de julio como m¨¢ximo, seg¨²n dispone el Tratado. Pero ya antes de nacer el cuerpo, los progenitores dise?an su cabeza. Es un s¨ªntoma m¨¢s de que ya nadie considera reversible el proceso de uni¨®n monetaria.
La primera gran escaramuza de la batalla que hoy se libra sin sordina se registr¨® en la cumbre de Dubl¨ªn, el 13 de diciembre del a?o pasado. El bar¨®n belga Alexandre Lamfalussy deb¨ªa cesar estatutariamente como presidente del Instituto Monetario Europeo (IME) -el embri¨®n del superbanco-, el 30 de junio de 1997. Para sucederle al frente del IME se acord¨® el nombre del gobernador del banco central de Holanda, Wim (Willem Frederik) Duisenberg.
El favorito de Kohl
Era un homenaje a la presidencia semestral entrante, la holandesa. Y era el favorito del canciller Helmut Kohl. Alemania no pod¨ªa aspirar al cargo. Por un pacto nunca escrito cuando en 1992 se estableci¨® la futura sede del BCE en Francfort, los l¨ªderes deslindaron las nacionaldades de sede y presidencia. Por decoro ante la opini¨®n, el futuro zar no pod¨ªa ser tambi¨¦n alem¨¢n, si¨¦ndolo ya la ciudad que lo albergar¨¢ y el modelo de la instituci¨®n que presidir¨¢. Duisenberg era el m¨¢s germano -por su fidelidad a la ortodoxia monetaria del Buba, pese a sus antecedentes de feroz keynesiano de todos los no alemanes: de "alem¨¢n sin coraz¨®n" le tildan antiguos colegas.Bonn y La Haya apostaban a que el ¨²ltimo presidente del IME, responsable de preparar su transustanciaci¨®n en BCE, gozar¨ªa de una impagable experiencia que le har¨ªa candidato incontestable para presidir el banco. Todos callaron, otorgando. Rompi¨® el silencio el presidente Jacques Chirac, aguando la fiesta. Defendi¨® en solitario que el mandato de Duisenberg para el IME "en nada prejuzgaba" ni a su favor ni en su contra, el futuro nombre del presidente del BCE. El resto tuvo que asentir y as¨ª Dubl¨ªn dej¨® claro que el holand¨¦s se?orear¨ªa en Francfort s¨®lo "hasta el establecimiento" de la nueva instituci¨®n.
La de Chirac no fue una salida de tono para hacerse notar. Obedec¨ªa a un convencimiento profundo del papel de Francia en Europa: la cohegemon¨ªa Par¨ªs-Bonn. Si el BCE radicaba en Francfort, lo deb¨ªa timonear un franc¨¦s. S¨®lo la diplomacia francesa sostiene la existencia de un pacto hist¨®rico en este sentido.
Pas¨® el tiempo y no hubo, aparentemente, nada. Nada m¨¢s que una desle¨ªda entrada de Duisenberg en el IME, algunas especulaciones period¨ªsticas, regates sordos en c¨ªrculos restringidos. Hasta que el pasado 20 de octubre Kohl y Toni Blair se confesaron durante cuatro largas horas en la finca campestre del nuevo premier brit¨¢nico, Chequers. El anfitri¨®n explica al canciller sus planes. Creyendo no poder imprimir un giro de 180 grados, apostar¨¢ por la moneda ¨²nica, pero cuando ya est¨¦ en marcha, en su siguiente legislatura, desde el 2002. Kohl le entiende, le da garant¨ªas, le asegura que cuenta con ¨¦l. Le promete seguramente guardarle buena plaza en el directorio del BCE.
Con esa confianza, el canciller del Exchequer, Gordon Brown, despeja todas las dudas en los Comunes, el 27 de octubre. El Reino Unido entrar¨¢, pero m¨¢s tarde. Poco despu¨¦s, el 31 de noviembre, el Financial Times asegura desde Alemania que Kohl apoya la idea de dejar una silla vac¨ªa en el Comit¨¦ Ejecutivo, para que la ocupe, en su momento, un brit¨¢nico. Seguramente es un proyecto inviable en esa formulaci¨®n. ?A cambio de qu¨¦ dejar¨ªan los proto-asociados al euro uno de los poderosos seis sillones del directorio? Todos y cada uno aspiran a esas butacas.
Casi nadie hasta ahora ha ca¨ªdo en la cuenta de que hay otra f¨®rmula igualmente satisfactoria para Londes y m¨¢s incruenta para el resto. Figura, agazapada, en el art¨ªculo 50 del protocolo de Maastricht sobre el BCE. Mientras el zar ser¨¢ nombrado por ocho a?os (Londres no podr¨¢ aspirar pues, hasta la primavera del 2006), el mandato de los vocales "variar¨¢ entre cinco y ocho a?os". Y, he ah¨ª el cogollo, el vicepresidente "ser¨¢ nombrado por cuatro a?os", hasta el 2002: ?Justo cuando entren los brit¨¢nicos? Podr¨ªan sustituir al vicepresidente inicial...
Sea una u otra la f¨®rmula barajada en Chequers, la conciencia de que Bonn conspira, repartiendo en solitario el pastel de Francfort, despierta a Par¨ªs. Chirac se re¨²ne con su primer ministro, Lionel Jospin. Redactan el 4 de noviembre un ins¨®lito texto conjunto sobre este asunto. Es el primero de la cohabitaci¨®n que mantienen desde junio, lo que ilustra el alcance de su apuesta. En ¨¦l proponen oficialmente a su gobernador, Jean-Claude Trichet -¨ªntimo enemigo del presidente de la Rep¨²blica-, para el armi?o de zar financiero.
Par¨ªs no piensa seriamente, por supuesto, en Trichet. Lo lanza para quemarlo en la operaci¨®n de abrasar a Duisenberg, pues- la competencia abierta evidencia que ¨¦ste no es hombre de consenso. ?Amaga carta? Desde luego. Jugar¨¢ otras. Sin enemistarse con Londres: ya el viernes Lionel Jospin garantizaba a Blair un puesto en el directorio. ?El del art¨ªculo 50?.
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