Sacando polvo en la humedad
Pese a la estridencia rijosa del fen¨®meno medi¨¢tico, algo de pascaliano ha tenido el repentino eclipse de la pareja Papa-Castro (movilidad, inmovilidad) en favor del bizcocho Clinton-Lewinsky (pasividad, meneo), que nos ha dejado a todas y a todos boquiabiertos (tos) o atragantados, mam¨¢. A esa precisa idea de la creencia, por m¨¢s que Floris bostece, nos conduce la fe pascaliana: a algo que se vislumbra, titubeante y ansioso, desperez¨¢ndose de continuo entre la santa s¨¢bana de la superstici¨®n, la de arriba, y la m¨¢s a menudo pecadora, la del libertinaje, la de abajo. El eterno trasiego: la telebasura que todos y todas llevamos dentro. ?Hasta d¨®nde? Hasta la teolog¨ªa de la felaci¨®n, llegado el caso.Y llega ahora como anta?o llegaba, chuscamente: hay agujeros penetrables y otros prohibidos. El d¨®nde se mete uno, con el objetivo de por medio, es lo que de verdad nos importa. Como les importaba a los antiguos cristianos comprender mediante alguna imagen palpable lo de la virginidad de Mar¨ªa, por lo que alg¨²n santo padre sostuvo sin empacho que el esp¨ªritu santo la espermatiz¨® por la oreja. Se ha o¨ªdo de todo. Se ha visto de todo. De ah¨ª que ya ni me extra?e cuando me llama ("?Ll¨¢mame!, dice la una, argentina. / Y la otra, cantarina: ?Yo tambi¨¦n!") un director de teatro alternativo para solicitarme alguna pista culta, ambiental, a fin de ver la forma de montar un espect¨¢culo digno con la succi¨®n en la Casa Blanca.
El arte propone y el pensamiento pospone, pero, en cuanto te tiran de la lengua, ¨¦sta se predispone a dejarse ir. As¨ª, cuando el famoso teatrero pas¨® por casa, todos los trabalenguas memos estaban ya a mi alcance. Total, que se los di. Y aquello fue un Ni¨¢gara nacional, donde, para abrir boca, centenares de lenguas de fuego cayeron sobre la cabeza visible del visitante, que, sin desfallecer, aguantaba: boca de loba, chupa-chups, Olga Guillot ("Voy a mojarme los labios con agua bendita..."), la lengua gorda de la ebriedad, la lengua de oil, la viperina, la que le saca punta a todo, el erotismo del poder (ya no poder decir "esta boca es m¨ªa"), la bocanada de aire fresco (publicidad, pasta de dientes), tener algo en la punta de la lengua, el bocado sin hueso, de rechupete, la orquesta salmantina de Chupaligas, los dientes de leche, el cielo de la boca, el leng¨¹etazo monicaco, el bocadillo presidencial, las becas a dentelladas, los pelos en la lengua, los sinsabores, el hot-dog del consejo quevedesco ("No se tome en la boca el perro muerto"), el chupacabras en masculino, el "roer en ayuno", de tiernos madrigales, el suspiro obsesivo y gongorino ("?Ay, Dios!, ?qu¨¦ com¨ª / que me supo as¨ª?") la lengua muerta, el beso de la mujer que ara?a, dale que dale, por la boca muere el pez, hasta desfallecer de pensar, menos o m¨¢s, que, puestos a frecuentar ciertas sustancias, es lo mejor anegarse en ellas, darle al libertinaje con el l¨¢tigo de la superstici¨®n en cascada.
No puso cara de asco el director teatral despu¨¦s de mi inicial chorreo chupativo. Pero, bueno, lo notaba yo un tanto decepcionado, como sinti¨¦ndose capaz de haber llegado por s¨ª mismo a semejantes marranadas sin menester de desplazarse a mi casa. Quer¨ªa y exig¨ªa chicha culta: un gui¨®n para el desnudo integral. Y tuve que volver a Quevedo: "Confieso que, de verte, pena tomo, / roer con perlas el memento homo". A lo descarnado: "En vos llam¨¦ rub¨ª lo que mi abuelo/ llamara labio y jeta comedora". A lo descriptivo: "Y de tu carne haciendo franco plato". A lo orgasm¨¢tico: "?Oh santo bodeg¨®n! ?Oh picard¨ªa!/ ?Oh tragos, oh tajadas, oh gandaya, / oh barata y alegre puter¨ªa!". Y luego a los temores consiguientes ante cualquier fiscal sacamuelas: "Quitamos el dolor quitando el diente / es quitar el dolor de la cabeza / quitando la cabeza que le siente". Y, por fin, la amenaza en la honda conciencia: "Pues amarga es la verdad, / quiero echarla de mi boca..." (traguen saliva).
El famoso director de teatro alternativo se fue entonando. Ped¨ªa apoyos concretos para determinados pasajes, como el de andar buscando ADN (acaso negativo, tal vez vasco) en la ropa de la becaria. Y all¨ª estaba Rub¨¦n Dar¨ªo: "?Mira c¨®mo mancha tu corpi?o blanco / la m¨¢s rosa roja que hay en mi jard¨ªn!" (y veo a Bill en Antonio Banderas y a M¨®nica en Rossy de Palma). Lo ve, lo ve el director todo, ?menos mal! Y, relami¨¦ndose, inclusive pregunta por alg¨²n t¨ªtulo seductor. He podido ser r¨¢pido, pues, desde que llam¨®, aqu¨ª lo tengo: Besamela al dente. Se rinde. Y, masoquista al fin saciado, se va y se va.
Ahora, al evocar aqu¨ª este encuentro tan cultural, tan pegado a la ardiente actualidad, y no como tantas veces, s¨¦ que me toca ser sincero. Me guard¨¦ para ustedes, fieles lectores, la mejor cita y el mejor t¨ªtulo. La primera es de Jos¨¦ Vargas Ponce (un gracioso lo llam¨® Vergas Ponte), poeta a caballo (entre el siglo XVIII y el XIX), autor de la Proclama de un solter¨®n, donde un insaciable yo po¨¦tico le obligaba a reclamar: "Yo busco una mujer boca de risa, / guardosa sin af¨¢n, franca sin tasa, / que al honesto fest¨ªn vaya sin prisa, / y traiga entera su virtud y gasa: / no sepa si el sult¨¢n viste camisa, / mas sepa repasar las que hay en casa: / cultive flores, cuide pollas cluecas, / despunte agujas y jorobe ruecas". En cuanto al segundo, que figura en la frente de este art¨ªculo harto y descerebrado, aclarar¨¦, por si va siendo hora, que es el t¨ªtulo de una canci¨®n cubana de antes de la Revoluci¨®n y del Papa, compuesta e interpretada a ritmo de mambo por Bobby Escoto (otro gracioso lo llam¨® Escroto), con acompa?amiento de la orquesta de Jos¨¦ Curbelo, otro de cuyos t¨ªtulos m¨¢s afamados, puro son montuno, tampoco estaba nada mal: T¨² come pellejo. Pero, Se?or, ?qu¨¦ lenguas!
Babelia
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