Renegados y traidores
Con un lenguaje humilde y un punto servil, unos 170 escritores, cient¨ªficos y artistas juzgaron hace m¨¢s de 70 a?os un deber de varonil lealtad sacar desde luego a V. E. del error en que vive". V. E. era el general Primo de Rivera y su error pensar que la dictadura contaba con el benepl¨¢cito de la opini¨®n. No quer¨ªan los ilustres firmantes pasar por revoltosos y, sin desconocer la "recta intenci¨®n" que inspiraba a los gobernantes ni regatear tampoco "aplausos a sus aciertos", se limitaban a manifestarle que no eran partidarios de aquel r¨¦gimen. Para tranquilizar al destinatario, terminaban negando que su escrito fuera el acto inicial de ninguna campa?a contra el r¨¦gimen encarnado por V. E.".No se pod¨ªa pedir m¨¢s deferencia. Encabezados por Sainz Rodr¨ªguez: y Ortega, y con las firmas de Mara?¨®n, Jim¨¦nez de As¨²a, Pittaluga, P¨¦rez de Ayala, Ossorio, Zulueta, pocas veces se hab¨ªan reunido tantos intelectuales, de tanta calidad y de tan diversas procedencias ideol¨®gicas. Pues, ni por ¨¦sas. El dictador, enterado del escrito a su regreso de Ceuta, hizo saber que, "ni por cantidad ni por calidad, concedo la menor importancia ni el honor de que me distraigan m¨¢s minutos que los que ahora pierdo en tratar de este asunto". Frente a los soldados que sacrificaban su vida en el altar de la patria, Primo de Rivera sent¨ªa una mezcla de l¨¢stima y desd¨¦n para esos se?ores que persisten en consideraciones y minucias bizantinas ..."
Hace unas semanas, varios intelectuales y artistas vascos presentaban el Foro Ermua con un manifiesto por la democracia en Euskadi. Denunciaban en su escrito la existencia de "un movimiento fascista que pretende secuestrar la democracia" y se opon¨ªan a cualquier proyecto pol¨ªtico que no fuera validado por el voto de los ciudadanos y discutido en el Parlamento. En un reciente comunicado, el Foro Ermua considera "inadmisible ofrecer cualquien tipo de incentivo pol¨ªtico a los terroristas" y recuerda que la representaci¨®n de la soberan¨ªa de los ciudadanos vascos no se agota en su propio Parlamento sino que reside tambi¨¦n en las Cortes Generales.
La reacci¨®n que provoca un escrito firmado por intelectuales suele estar en proporci¨®n directa con la cantidad de autoritarismo o totalitarismo que acumulan los gobernantes. En Euskadi se ha pasado de la falsa displicencia de quien no concede ni un minuto de su valioso tiempo a las minucias de cuatro chalados, al gesto airado que preludia en el poderoso la decisi¨®n de deportar o exterminar las voces discrepantes. La ira mal contenida frente a un foro, un lugar de palabra, y la insistente denuncia de algunos de sus miembros como ratas. espa?olistas est¨¢ bien lejos de las ,gracias de Primo de Rivera aunque muestre, como en aquel caso, la calidad democr¨¢tica de los sujetos que as¨ª se pronuncian.
Pero adem¨¢s de esa t¨ªpica reacci¨®n de nervios, desd¨¦n e intolerancia habr¨ªa que ver en la agresi¨®n de los nacionalistas contra unos se?ores que se limitan a levantar la voz, dejando las manos en los bolsillos, una raz¨®n suplementar¨ªa: todos los firmantes son vascos y se manifiestan como tales. Y eso s¨ª que no lo puede soportar nacionalista vasco. Pues es el caso que el nacionalismo anda en Euskadi hu¨¦rfano de los que antes se llamaban grandes intelectuales y que la mayor parte de los historiadores, polit¨®logos, antrop¨®logos y literatos vascos no s¨®lo no ha comulgado con las ruedas de molino de los fundadores del nacionalismo, sino que ha revelado el car¨¢cter m¨ªtico de los ¨ªdolos de su fe. Ante los ortodoxos de estricta observancia, son,como ya lo fueran los Unamuno y Baroja, renegados, traidores; no son ni nunca podr¨¢n ser vascos, sino ratas venidas de fuera. Y esa agresi¨®n, propinada en Bilbao, Vitoria o San Sebasti¨¢n, no recuerda ya a las de Primo de Rivera sino, a las del general que vino despu¨¦s, que envi¨® al exilio o a la muerte, acusados de ser la ¨¢nti-Espa?a, a no pocos de aquellos 170 intelectuales espa?oles tan deferentes con su chulesco predecesor.
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