Pol¨ªtica
No hay honor m¨¢s grande que el de aquellos que consiguen un bien por la v¨ªa del di¨¢logo, del pacto, de la negociaci¨®n: no me hablen de batallas, ni de conquista. No me citen soniquetes como "antes muertos que retroceder" o "morir con las botas puestas". Les regalo a Guzm¨¢n el Bueno y al general Moscard¨®, al general Custer; les regalo cualquier ¨¦xito obtenido a expensas de exterminar al otro. D¨¦nme gente de di¨¢logo, gente de pacto, gente de negociaci¨®n.A?os despu¨¦s (y de nuevo la paz de Oriente Pr¨®ximo a merced de los buitres, hoy) del apret¨®n de manos entre Rabin y Arafat, que llen¨® de emoci¨®n los corazones dados a la esperanza, debemos disfrutar de estos d¨ªas durante los cuales hemos visto a los pol¨ªticos ejercer noblemente el trabajo para el que recibieron mandato. A trav¨¦s de las im¨¢genes de televisi¨®n (no me duelen prendas en reconocer el excelente servicio de la CNN, consciente de lo mucho que les agradecer¨¢ Clinton que no descuiden a su electorado de origen irland¨¦s), nos hemos sentido cercanos a las personas que, en Belfast, cada cual desde su bando y desde el matiz dentro de su bando, han permanecido en pie noches enteras, recorriendo pasillos, bebiendo litros de caf¨¦, devan¨¢ndose los sesos para llegar a un consenso que frene la tragedia que tantas vidas se ha llevado para siempre.
Eso que han hecho en Belfast los representantes de sensibilidades e ideolog¨ªas diferentes, pertenecientes a religiones enfrentadas, es lo contrario del absolutismo, de la dictadura, de la posesi¨®n, de la opresi¨®n. Es pol¨ªtica. Olvidada, zarandeada, pisoteada, escarnecida: de vez en cuando la pol¨ªtica, la noble pol¨ªtica con que so?amos, triunfa.
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