El espacio mata a las ratas
La odisea de 2.000 animales en el transbordador "Columbia"
Viernes, 24 de abril de 1998. Son las 22.45 en Houston (Texas) y la misma hora en el transbordador espacial Columbia, aunque esto es solamente una convenci¨®n, porque esta nave espacial est¨¢ dando una vuelta a la Tierra cada hora y media, pasando continuamente de la noche al d¨ªa, a unos 300 kil¨®metros por encima de la superficie de la Tierra. Los siete astronautas se hab¨ªan acostado a las siete menos veinte, pero los sistemas de alarma de la nave se han disparado: el sistema de reciclaje del aire no funciona bien, y se corre el riesgo de envenenar el aire con el di¨®xido de carbono que produce la respiraci¨®n de los humanos y de los cerca de 2.000 animales que van con ellos en esta especie de arca de No¨¦ que es la misi¨®n 90 de las lanzaderas y la primera en que vuela el laboratorio de experimentos sobre neurociencias Neurolab.Era el octavo d¨ªa en ¨®rbita, de un total de 17, en un viaje algo accidentado que ya empez¨® un d¨ªa m¨¢s tarde de lo debido, un retraso en el lanzamiento que podr¨ªa haber sido fatal de ser mayor: algunos de los experimentos requer¨ªan que los animales tuvieran su primera infancia fuera del cors¨¦ que nos impone la gravedad a las criaturas terrestres. Adem¨¢s, el tercer d¨ªa se hab¨ªa detectado un problema en la bomba de aire de una de las peceras en las que se hab¨ªan instalado 225 embriones de pez espada, cuatro peces sapo y caracoles marinos. Aunque se solucion¨® posiblemente la temperatura del agua, demasiado elevada, produjo la muerte de gran parte de los animales.
El problema del di¨®xido de carbono se solucion¨® el s¨¢bado 25, as¨ª como algunos otros problemas con la ventilaci¨®n de las jaulas de los ratones. Pero con ello no acababan los problemas: el lunes 27 la NASA da a conocer la noticia de que aproximadamente la mitad de las ratas de dos semanas de edad han muerto por inanici¨®n. ?La causa? Rechazo materno de las ratas que deber¨ªan haberlos alimentado, uno de los efectos inesperados producido posiblemente por la ausencia de gravedad. Las madres nodrizas se estaban alimentando menos de lo debido y no daban de mamar a las cr¨ªas. Aunque los astronautas se convirtieron a lo largo de la misi¨®n en amas de cr¨ªa de los roedores, asesorados por Rick Linnehan, responsable en vuelo de la misi¨®n cient¨ªfica y veterinario de profesi¨®n y con la asistencia de los cient¨ªficos desde la Tierra, lo cierto es que no pudieron impedir que al final murieran 52 de los 96 neonatos. Se hab¨ªa calculado que no habr¨ªa m¨¢s de 15 muertes naturales.
En los dos ¨²ltimos d¨ªas de la misi¨®n se descubri¨® una nueva complicaci¨®n, un fallo en una unidad auxiliar de energ¨ªa que podr¨ªa complicar el retorno a la Tierra. Eso, dejando aparte que durante la primera semana el ?sistema de agua de deshecho? (es decir, el inodoro) se atasc¨® y tuvieron que andar baldeando el agua sucia... Afortunadamente, todo acab¨® sin problemas: el domingo 3 de mayo, a las 11.09 el Columbia aterrizaba en el Centro Espacial Kennedy de Florida, tras frenar de los casi 30.000 kil¨®metros por hora que llevaba en ¨®rbita a los 300 kil¨®metros por hora con que tocaba la pista. Inmediatamente, las jaulas, acuarios y terrarios con los animales eran entregados a los cient¨ªficos, antes de que los efectos de la gravedad reci¨¦n adquirida alteraran los resultados, las modificaciones que las dos semanas de vida en el espacio hab¨ªan producido en sus sistemas nerviosos. Los equipos de tierra hab¨ªan estado siguiendo la misi¨®n con gran preocupaci¨®n, mientas cuidaban de que los experimentos de control fueran sometidos a las mismas vicisitudes que sus compa?eros en vuelo, para asegurar que la ¨²nica diferencia entre los que hab¨ªan nacido y crecido en la superficie y los del Neurolab fuera, precisamente, la ausencia de gravedad. Para estos aproximadamente 200 expertos, el trabajo no hab¨ªa terminado, sino que volv¨ªa a comenzar. Aunque, eso s¨ª, con menos animales de lo debido, una mortandad de la que tampoco se libraron los grillos: sobrevivieron unos 500 de los 2.000 que se hab¨ªan criado en el Columbia.
?Creo que con las limitaciones que siempre tiene cualquier experimento biol¨®gico (el riesgo de menor supervivencia de los animales era algo que todos nos tem¨ªamos), la misi¨®n del Neurolab ha valido la pena, pues antes o despu¨¦s habr¨¢ que plantearse el estudio experimental de los efectos biol¨®gicos de la ausencia prolongada de la gravedad, y esto ha sido un primer paso?. As¨ª se anuncia el doctor Carlos Belmonte, responsable del Instituto de Neurolog¨ªa de la Universidad Miguel Hern¨¢ndez de Elx y presidente de la Sociedad Internacional de Invsetigadores Cerebrales. En efecto, la oportunidad que ha supuesto poder realizar estos 26 experimentos, de ellos 11 en los que los sujetos eran los propios astronautas, es ¨²nica. Abocados como estamos a un futuro en el que la presencia humana en el espacio ser¨¢ algo cotidiano, es fundamental poder conocer c¨®mo la ausencia de gravedad afecta a nuestra mente y a su desarrollo.
La directora cient¨ªfica del proyecto, la doctora Mary Anne Frey, explicaba en una entrevista concedida a alumnos de todo el mundo, a trav¨¦s de Internet: ?Hay tanta ciencia innovadora y avanzada en el Neurolab que pienso que se trata de la misi¨®n sobre ciencias de la vida m¨¢s emocionante de todas las que se han hecho?. Los resultados, sin embargo, tardar¨¢n meses en ir aparecienco, tras los an¨¢lisis a los animales que han volado, los contrastes con los animales de control, y las numerosas pruebas que se van a hacer por parte de los equipos cient¨ªficos distribuidos en ocho ¨¢reas diferentes. La ciencia del Neurolab puede proporcionar datos sobre problemas cardiovasculares o de sue?o que se producen en el espacio, pero tambi¨¦n a muchas personas en la Tierra; se intenta entender mejor los problemas de equilibrio, de orientaci¨®n y de habilidades motoras en el espacio; se empezar¨¢ a comprender mejor el desarrollo temprano de numerosas estructuras del sistema nervioso...
Seg¨²n el doctor Ricardo Mart¨ªnez, del Instituto Ram¨®n y Cajal, colaborador en uno de los equipos del Neurolab, ?no cabe duda de que la microgravedad produce modificaciones en el desarrollo de las conexiones entre las neuronas de los animales?. Mart¨ªnez pertenece al equipo espa?ol dirigido por el doctor Luis Miguel Garc¨ªa Segura, quien a¨²n est¨¢ en Estados Unidos obteniendo las muestras de tejido cerebral y cereb¨¦lico que permitir¨¢ estudiar, de vuelta a Madrid, el desarrollo temprano de los sistemas nerviosos de los ratones espaciales. Ellos han tenido suerte, porque su experimento no se vio da?ado por la mortandad sufrida en el espacio.
Precisamente el Neurolab hab¨ªa sido puesto bajo la advocaci¨®n del pionero de la neurolog¨ªa espa?ol, Santiago Ram¨®n y Cajal, y algunas de sus preparaciones y tinciones hab¨ªan subido al espacio como un peque?o homenaje. Muestras que a¨²n hoy son empleadas por los investigadores, por la gran calidad que tienen. Ahora, tras su paseo espacial, volver¨¢n a su lugar en el legado Cajal de que dispone el instituto, dependiente del CSIC.
Aunque se pens¨® que el Neurolab podr¨ªa subir al espacio de nuevo en agosto, la NASA ha decidido finalmente posponer el vuelo: la estaci¨®n espacial internacional se va a llevar a partir de ahora casi todos los esfuerzos. Y hasta dentro de unos a?os, cuando esta plataforma de investigaci¨®n est¨¦ operativa, no se volver¨¢ a trabajar en estas l¨ªneas de investigaci¨®n. Mientras tanto, y a falta de resultados definitivos del Neurolab, ya se ha ido adelantando alguno, como la primera constataci¨®n de que en el espacio, algunos tambi¨¦n roncan...
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