Roma celebra la emoci¨®n barroca de Bernini
La Galer¨ªa Borghese conmemora el 400? aniversario del nacimiento del escultor
Bajo la ¨¦gida de la poderosa familia Borghese, en torno a 1620, el joven Gian Lorenzo Bernini restaur¨® y cre¨® esculturas cl¨¢sicas aportando una vibraci¨®n emocional nueva al m¨¢rmol, un genial toque en el que alentaba ya el esp¨ªritu del Barroco, un estilo que dejar¨ªa su huella profunda, gracias al escultor napolitano, en la configuraci¨®n de Roma. Algunas de estas piezas siguen estando en la Galer¨ªa Borghese, otras se dispersaron con el tiempo por museos de Europa y Am¨¦rica. La mayor¨ªa de ellas -una veintena entre esculturas y autorretratos- se exhibir¨¢n de nuevo en la casa de los Borghese, a partir del viernes y hasta el 20 de septiembre, con ocasi¨®n del cuarto centenario del nacimiento en N¨¢poles del genial artista romano, que se celebra este a?o. La exposici¨®n lleva por t¨ªtulo El nacimiento del Barroco en Casa Borghese.
Dicen que en los ¨²ltimos a?os de su larga vida, Bernini experimentaba una cierta nostalgia de los a?os de juventud, cuando su obra alcanz¨® una perfecci¨®n nunca superada. La exposici¨®n que se inaugura esta semana en Roma, organizada por el Ministerio de Cultura italiano en colaboraci¨®n con la Biblioteca Hertziana Max Plank, permite comprobar la veracidad de esta afirmaci¨®n. Desde el Hermafrodita del Museo del Louvre, la famosa escultura cl¨¢sica a la que Bernini, al restaurarla, coloc¨® sobre un colch¨®n consiguiendo realzar la belleza de la figura con ese toque de curiosa modernidad, hasta su obra original La cabra Amalthea con ni?o y un peque?o fauno, realizada cuando era apenas un adolescente, encierran todo el misterio de un descomunal artista.Obras del Metropolitan Museum de Nueva York, como el Fauno atacado por Cupido; de la propia Galer¨ªa Borghese , como Busto de Pablo V; de la Embajada de Espa?a ante la Santa Sede, como las dos peque?as y fascinantes cabezas, Anima Beata y Anima Dannata, y del Staatliche Museen de Berl¨ªn, como El amorcillo sobre el delf¨ªn, se re¨²nen de nuevo bajo el techo espl¨¦ndido de la Galer¨ªa Borghese por una breve temporada.
A la medida de Roma
La figura de Bernini, el escultor que trabaj¨® para ocho pont¨ªfices, durante el siglo XVII, en una etapa de m¨¢ximo esplendor de la Iglesia, cuando festejaba el triunfo de la Reforma cat¨®lica, est¨¢ indisolublemente unida a Roma. Los bi¨®grafos del arquitecto, urbanista, escultor, y hasta pintor menor, citan a este respecto una frase atribuida al papa Urbano VIII, uno de los grandes protectores del escultor: ?Bernini est¨¢ hecho a la medida de Roma y Roma a la de Bernini?. La huella de esta conjunci¨®n milagrosa se aprecia en un simple paseo por la ciudad: desde las fuentes de Piazza Navona, hasta los ¨¢ngeles del puente del castillo de Sant'Angelo, desde la Piazza Barberini, con la fuente del Trit¨®n, a la de Spagna, donde ahora se sabe, colabor¨® estrechamente con su padre, Pietro, en la realizaci¨®n de la ingeniosa fuente-barca.La exposici¨®n de las obras de este Bernini juvenil tiene algunos atractivos a?adidos para los italianos. Por ejemplo, ver de nuevo en la Galer¨ªa Borghese la escultura del Hermafrodita, comprada por Napole¨®n a su cu?ado Camillo Borghese por una cifra irrisoria en 1811. La famos¨ªsima pieza no hab¨ªa regresado desde entonces a su pa¨ªs. Pero la muestra no contiene s¨®lo esculturas. Los amantes del gran escultor barroco se encontrar¨¢n en la Galer¨ªa Borghese, adem¨¢s de un par de obras de Susini, 16 cuadros y dise?os de Lanfranco y media docena larga de pinturas del propio Bernini , que siempre am¨® los pinceles.
Del Museo del Prado llega uno de los cinco autorretratos del escultor que se podr¨¢n contemplar en esta exposici¨®n. A ¨¦l se suman el Bernini juvenil y el Bernini en edad madura, un retrato del hermano Luigi que tantos disgustos le dar¨ªa a Gian Lorenzo Bernini durante su breve y desastrosa etapa francesa, y un hermoso David que se exhibe normalmente en la Galleria Nazionale d'Arte Antica de Roma.
Al final de su vida, que super¨® los 80 a?os, Bernini se encontr¨® con un Papa, Inocencio XI, que carec¨ªa de la ?ambici¨®n de dejar una memoria eterna de s¨ª mismo?. Era un Papa puritano y austero que manejaba con sumo cuidado la econom¨ªa y no so?aba con obras magistrales. Era el preludio del olvido que habr¨ªa de seguir a su muerte. Y es de suponer que en estos a?os finales de su vida la nostalgia del gran escultor debi¨® agigantarse al comparar la modestia del presente con la brillantez de un pasado que surgi¨® al abrigo de la poderosa familia Borghese, en la Roma de principios del siglo XVII.
Babelia
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