La tradici¨®n y el plagio
El d¨ªa de San Ferm¨ªn est¨¢ consagrado desde tiempo inmemorial (desde hace ocho o nueve a?os) a degustar esencias, tradiciones y trascendencias. El mismo arzobispo pamplon¨¦s editorializaba ayer as¨ª: "Conservemos el patrimonio radical de nuestra identidad hist¨®rica. (...) Ba?¨¦monos en las aguas de las viejas tradiciones". Pero con la tradici¨®n nunca se sabe. Seg¨²n doctores de la Iglesia, el pa?uelico rojo simboliza desde el Medievo la sangre de San Ferm¨ªn luego de ser decapitado por el Prefecto romano. Seg¨²n autores menos dados a la trascendencia, dicha prenda viene de la costumbre que ten¨ªan algunas cuadrillas de salir del restaurante, despu¨¦s de dar cuenta de uno de esos ajoarrieros que se van del mundo, con el sentido perdido y la servilleta atada al cuello. En Sanfermines, como fuera de ellos, mientras unos mistifican y mitifican, otros parodian y se divierten. Seg¨²n cient¨ªficos sociales de un arrebatado lirismo popular, las festivas ropas blancas que visten los festivos pamplonicas son el antiqu¨ªsimo signo de una revuelta igualitaria que hermana a propios y extra?os en una fraternidad universal. Seg¨²n testigos presenciales, nada mistificadores, la fraternidad del blanco fue la ocurrencia feliz de un pintor de brocha gorda que, en los a?os 60 (de este siglo), encontr¨® la ropa de faena de lo m¨¢s adecuada para resistir el alegre chaparr¨®n. Poco a poco todos los mozos de pe?a le plagiaron. Y es que, como dijera Eugenio D"Ors, lo que no es tradici¨®n, es plagio. D"Ors y el grupo de diletantes de Falange que se reun¨ªan en el Caf¨¦ Niza de Pamplona durante la guerra, inventaron el correaje de doble hebilla, si es que no se lo plagiaron a alg¨²n prefecto romano. Luego, alguno de aquellos tertulianos fund¨® en los a?os 40 (de este siglo) la tradici¨®n de que la autoridad tirase el cohete desde el Ayuntamiento. Otra costumbre milenaria, como la p¨®lvora.
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