Aznar y la negociaci¨®n
Se atribuye a P¨ªo Cabanillas haber establecido una comparaci¨®n entre Aznar y Franco que a alguno le puede parecer malintencionada cuando, de ser cierta, resultar¨ªa m¨¢s bien un testimonio de sabidur¨ªa. Mal que nos pese a muchos, Franco ten¨ªa capacidades pol¨ªticas objetivas, pues de lo contrario no se explicar¨ªa su duraci¨®n. Sab¨ªa d¨®nde estaba el poder y procedi¨® a embols¨¢rselo con toda decisi¨®n y en su plenitud. Esa avaricia la acompa?¨®, adem¨¢s, de una extremada desconfianza respecto de cualquiera que en un remoto momento o en una circunstancia poco previsible le pudiera hacer una m¨ªnima sombra. Estos dos rasgos me parece que pueden darse por adquiridos, con las abismales distancias entre reg¨ªmenes, en el actual presidente, dicho sea sin desdoro de su persona sino m¨¢s bien desde la admiraci¨®n respetuosa. Si una personalidad prosaica y de apariencia limitada dio a luz en otro tiempo a numerosos franc¨®logos, cabe prever para un futuro no muy lejano el advenimiento de una tribu de especialistas en aznarolog¨ªa.El presidente del Gobierno lo lleva haciendo bastante bien desde el verano. Resulta digna de admiraci¨®n la limpia faena de deg¨¹ello de aquel hijo putativo llamado Rodr¨ªguez; algo parecido hizo don Francisco con Ruiz-Gim¨¦nez y Fern¨¢ndez Cuesta en el 56. Le falta al pr¨®cer actual, para acreditarse, la patada hacia arriba a Cascos y la defenestraci¨®n, por sorpresa, del tercio largo de incompetentes que tiene en el Gabinete. Todo se andar¨¢, quiz¨¢ en los idus de febrero. De momento cabe constatar que el aprendizaje del pasado no ha sido total. Se sab¨ªa, en otro tiempo, c¨®mo llegar a apuntarse los aspectos positivos de lo hecho por otros sin ni siquiera apresurarse en la exhibici¨®n de los propios m¨¦ritos. La parquedad expresiva produce en el espectador la sensaci¨®n de enigma y ¨¦sta parece siempre acompa?ar al poder en su majestad. En suma: Aznar lo hizo muy bien al iniciar una ronda de conversaciones tras la anunciada tregua de ETA, pero no tanto al se?alarse a s¨ª mismo con el dedo para autorizar conversaciones con ella.
Tras este pr¨®logo recreativo, parece preciso enfrentarse ahora con la gran cuesti¨®n de fondo. La perspectiva de la negociaci¨®n debiera ser abordada con gravedad y despego del partidismo inmediato, sin la sensaci¨®n de angustia que provoca un escenario in¨¦dito pero tambi¨¦n sin la apariencia de superficialidad de quien da todo por hecho. Menos a¨²n con el procedimiento de pasar sucesivamente de una actitud a otra.
Es bueno que el Gobierno muestre disposici¨®n para negociar y que, al mismo tiempo, anuncie compensaciones para las v¨ªctimas del terrorismo. Pero, de entrada, el solemne anuncio presidencial da la sensaci¨®n de no corresponder al orden procesal oportuno. En el inmediato futuro ser¨¢ necesario hablar mucho y entre todos, vascos y no vascos. No s¨®lo tendr¨¢n que hacerlo los partidos, sino tambi¨¦n otras instancias sociales. El papel primero y principal no les va a corresponder ni al Gobierno ni a ETA, e incluso, si se apura un poco m¨¢s, tampoco al PP ni a la antigua HB, las dos opciones pol¨ªticas que m¨¢s lejanas est¨¢n de acceder al Gobierno vasco. El escenario de estos dos sectores en el estrellato del protagonismo, lanzando declaraciones p¨²blicas destinadas a rebotar en el adversario mientras que los demagogos medi¨¢ticos inventan s¨®rdidas exigencias, resulta uno de los peores imaginables de cara al futuro. Adem¨¢s, si bien se mira, era el predilecto de la ETA de anta?o, cuando se presentaba a s¨ª misma como ¨²nica representaci¨®n del pueblo vasco y a la otra parte como el Gobierno espa?ol controlado por oscuras fuerzas.
Lo fundamental no son las armas ni los presos, siendo unas y otros muy importantes (y el ¨²nico objeto de posible trueque). Lo que se haga con ellos depender¨¢, en definitiva, del posible y deseable acuerdo al que se llegue en otras materias. Y ¨¦ste depende sobre todo de decisiones pol¨ªticas que exigen tiempo y el protagonismo principal, en primer lugar, de los partidos vascos. La verdadera buena noticia ser¨ªa, claro est¨¢, el definitivo abandono de la v¨ªa violenta. Pero no resultar¨ªa nada desde?able, como posible paso previo, una disponibilidad de todos a sentarse en una misma mesa intercambiando declaraciones de aproximaci¨®n. ?se parece mejor comienzo que la iniciativa presidencial.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.