?Hubo generaci¨®n del 98 en la ciencia?
Rememorando alguna ocasi¨®n precedente, el devenir hist¨®rico espa?ol hizo converger, en torno a 1898, una aguda crisis pol¨ªtica y de identidad nacional con la eclosi¨®n de un colectivo excepcional de pensadores e intelectuales autoerigidos en la conciencia cr¨ªtica de aquella Espa?a del desastre. Quiz¨¢ en una abstracci¨®n involuntaria, el t¨¦rmino generaci¨®n del 98 ha quedado restringido esencialmente a la literatura, sin que el ep¨ªteto generacional haya sido extensible a otras facetas del arte o la cultura. Tampoco fueron aqu¨¦llos buenos tiempos para la ciencia, aunque no hubiera sido descabellado hablar de una generaci¨®n del 98 de cient¨ªficos.En medio de un ambiente poco propicio, la ciencia espa?ola contaba entonces con una destacable actividad investigadora, reflejada en el trabajo individual de un pu?ado de talentos relevantes. Por recordar a algunos, mencionemos la figura del matem¨¢tico Torroja, que formul¨® algunas propuestas notables en geometr¨ªa; ingenieros como Torres-Quevedo, precursor en el dise?o de diversos mecanismos articulados, o Echegaray, capaz de compatibilizar una pol¨¦mica carrera pol¨ªtica y profesional con la escritura de tremendos dramas de ¨¦xito popular y cr¨ªtica severa. J. Ferr¨¢n desarroll¨® una importante labor cl¨ªnica -mejor valorada en el extranjero, como suele ser norma-, incluyendo la puesta a punto de una vacuna contra el c¨®lera, mientras Turr¨® fue un reputado estudioso de las implicaciones ps¨ªquicas sobre los comportamientos fisiol¨®gicos y endocrinol¨®gicos. Sin embargo, en el panorama cient¨ªfico espa?ol de la ¨¦poca destaca sobremanera la figura excepcional de Ram¨®n y Cajal.
Con independencia de la enorme trascendencia de su obra -que actualmente mantiene su plena vigencia-, la singularidad del trabajo de Cajal reside en su visi¨®n conceptual y metodol¨®gica de la ciencia, anticipando las claves del futuro desarrollo cient¨ªfico. Cajal introdujo en sus investigaciones procedimientos rigurosos basados en la formulaci¨®n t¨¦cnica m¨¢s apropiada. Insisti¨® en confirmar siempre la validez y repetitividad de las conclusiones obtenidas y defini¨® el planteamiento de objetivos ambiciosos ejecutables por equipos multidisciplinares. En torno a Cajal se constituy¨® la magn¨ªfica escuela espa?ola de Histolog¨ªa, autora de avances notables y cuya fruct¨ªfera actividad se vio truncada con el inicio de la guerra civil.
Estas premisas parecer¨ªan constituir un sustrato lo suficientemente s¨®lido para la consolidaci¨®n de la ciencia en Espa?a como instrumento fundamental de progreso. Por el contrario, ninguna de las expectativas se cumpli¨®: fueron abandonadas todas las iniciativas y, en materia de investigaci¨®n, quedamos completamente descolgados de nuestro entorno geopol¨ªtico, retraso que se ha mantenido hasta nuestros d¨ªas. Analizado con la perspectiva del tiempo, parece congruente afirmar que los nuevos recursos cient¨ªficos y las inmensas posibilidades de aplicaci¨®n t¨¦cnica surgidos al socaire de la revoluci¨®n industrial de finales del siglo XIX han desempe?ado un papel esencial en la posici¨®n hegem¨®nica alcanzada por las entonces emergentes grandes potencias.
Hay una apreciable coincidencia en considerar que la mayor¨ªa de los males actuales que aquejan a nuestro quehacer cient¨ªfico-t¨¦cnico hunden sus ra¨ªces en los tiempos noventaiochistas. Puede parecer injusto recriminar la marginaci¨®n de la ciencia a una naci¨®n lacerada por una grave crisis socio-ideol¨®gica, agravada por la p¨¦rdida de sus ¨²ltimas colonias, s¨ªmbolo de pasados esplendores. Pero no fue s¨®lo un problema de olvido. En su propugnado af¨¢n de regeneraci¨®n social y recuperaci¨®n de nuestra esencia inmutable, los sabios del 98 mantuvieron una actitud despectiva hacia la investigaci¨®n cient¨ªfica sintetizada en el tremendo "Que inventen ellos", de Unamuno. A pesar de algunos tibios intentos hacia la modernizaci¨®n y europeizaci¨®n de Espa?a, los espectaculares avances de aquel tiempo fueron vistos como un serio peligro de p¨¦rdida de los valores tradicionales. Desde entonces, la obsesi¨®n por lo castizo y "lo espa?ol" ha sido un argumento peregrino e insostenible, esgrimido peri¨®dicamente para justificar la preeminencia de ciertos reg¨ªmenes y un yugo asfixiante sobre la cultura y el progreso de la sociedad espa?ola.
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