Las dudas de Pujol
ENRIC COMPANY Uno de los s¨ªntomas de que la escena pol¨ªtica catalana se encamina hacia un cambio es el hecho de que a su protagonista principal, Jordi Pujol, las cosas ya no le salen siempre bien. Mejor dicho: el hecho de que operaciones que ¨¦l concibi¨® para quedar bien, para asegurarse el favor de los electores, se le vuelven en contra. Ya no le pasa, como le ha ocurrido durante tanto tiempo, lo que al mu?eco que, haga lo que haga, siempre cae de pie. Ejemplo notorio de esta tendencia es lo ocurrido con los peajes de las autopistas. Conscientes de que en Catalu?a exist¨ªa un malestar difuso por lo que en la pr¨¢ctica es un impuesto m¨¢s, la coalici¨®n nacionalista y el propio Gobierno de Pujol presionaron para que se produjera una rebaja. El Gobierno del PP y la concesionaria aceptaron el envite, pero la reacci¨®n social no fue de agradecimiento a tan ben¨¦ficas intenciones, sino de indignaci¨®n por la prolongaci¨®n de la concesi¨®n de la autopista durante cinco a?os m¨¢s, hasta el 2021. Y no s¨®lo eso. La indignaci¨®n se transform¨® en protesta, la protesta en movimiento organizado y la organizaci¨®n en denuncia de que los peajes de las autopistas dependientes del Gobierno de Pujol bajaban menos que los controlados por el Gobierno central. La guerra prendi¨® incluso en territorio social convergente y a¨²n no ha terminado. A eso se le llama ir por lana y salir trasquilado. Lo mismo le sucedi¨® con la decisi¨®n, anunciada casi como una nueva frontera, de que el Gobierno catal¨¢n se pon¨ªa como objetivo resolver las carencias en materia de grandes infraestructuras, casi todas dependientes del Gobierno central o con responsabilidad compartida entre varias administraciones. Dicho en plata, o en lenguaje electoral, eso significaba que Pujol quer¨ªa ejercer la funci¨®n que durante a?os desempe?¨® Pasqual Maragall desde la alcald¨ªa de Barcelona. Entre las infraestructuras en cuesti¨®n destacan, particularmente, el tren de alta velocidad, el aeropuerto de Barcelona y la autov¨ªa Barcelona-Lleida. Desde el anuncio de Pujol, sin embargo, la discusi¨®n sobre estas grandes obras no ha dejado de provocarle disgustos. Sobre todo, no ha dejado de poner de manifiesto que llevan un retraso enorme, tambi¨¦n imputable a ¨¦l, respecto a las necesidades del pa¨ªs. Algunas demoras, como las acumuladas por la pata sur de la ronda de Barcelona y la conversi¨®n de la carretera N-II en autov¨ªa, constituyen agravios permanentes que pesan sobre la gesti¨®n de Pujol. Y otros, como la conexi¨®n ferroviaria con el TGV franc¨¦s, aparecen como un desaire de sus aliados. Tambi¨¦n el adelanto de las elecciones auton¨®micas, que Pujol lleva anunciando desde hace dos a?os, ha acabado por volverse contra ¨¦l tanto si las adelanta como si no. Para curarse en salud, el presidente ha advertido una y otra vez que no quer¨ªa pillar por sorpresa a la oposici¨®n y, por lo tanto, ha garantizado que avisar¨ªa con antelaci¨®n m¨¢s que suficiente. Lo que con eso consigui¨®, sin embargo, fue poner anticipadamente sobre el tapete la discusi¨®n acerca de si el adelanto al mes de marzo de 1999 es t¨¦cnico, como ¨¦l dec¨ªa, o es pura y simplemente su conveniencia personal. Pero ha llegado la hora de adelantar o no y Pujol ha dejado que se le escapara el calendario entre los dedos. De manera que si convoca para marzo, como pretend¨ªa, lo har¨¢ en los ¨²ltimos d¨ªas h¨¢biles para ello, en contra de lo que dijo. La perplejidad que le ha producido la volatilizaci¨®n de su argumento y la inseguridad alimentada por los sondeos sobre intenci¨®n de voto ha mostrado a un Pujol vacilante. Ha mostrado la imagen de un hombre que duda sobre si es mejor para ¨¦l convocar antes de hora unas elecciones que pueden apearle de la presidencia. Y a eso ha contribuido tambi¨¦n, por ¨²ltimo, el hecho de que la alianza con Aznar promete rendimientos electorales desiguales, buenos para el PP, malos para CiU. Las elecciones vascas mostraron un PP en alza, la misma tendencia que los sondeos marcan para Catalu?a. Con el ejemplo de los electores alemanes retirando a Helmut Kohl porque llevaba ya 16 a?os de gobierno, sin avance nacionalista en Euskadi, con un Pasqual Maragall limpio de polvo y paja, pr¨¢cticamente fuera del alcance de los ataques de Converg¨¨ncia, Pujol tiene miedo ahora de no caer de pie el d¨ªa de las elecciones. Por eso se le ha visto dudar.
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