El ¨²ltimo de la lista

ENVIADA ESPECIAL

Distingui¨® el rostro de su padre entre la multitud que cada d¨ªa deambula por el campo de refugiados de Stankovic. A sus siete a?os, part¨ªa a Espa?a con la desolaci¨®n de no saber nada de ¨¦l. Ni tan siquiera si estaba vivo. Quiz¨¢ permanec¨ªa a¨²n en Kosovo. Y de repente le vio. Le reconoci¨® al instante. Quien hasta unos segundos antes se imaginaba hu¨¦rfano de padre, viajaba a bordo del coche oficial del embajador de Espa?a en Bulgaria, Josep Cordech, cuando se produjo "el milagro", seg¨²n lo defini¨® el propio diplom¨¢tico. "El ni?o comenz¨® a gritar: ?Padre, padre!, y se abraz¨® desesperadamente a un hombre", relat¨® Cordech, quien estaba en Stankovic para recoger al peque?o, su madre y su hermana y reunirlos en el campamento vecino con el resto de los refugiados albanokosovares que ayer partieron hacia Espa?a.

Fue la fortuna de la que carecen los que se hacinan en los campamentos de deportados de Macedonia la que torn¨® el 101 en 102; ¨¦se es el n¨²mero de refugiados albanokosovares que, cerca de la una de la tarde, salieron hacia Espa?a.

El azar complet¨® una familia rota. "Entr¨¦ anoche en el campamento", explicaba Begin Muslim mientras su hijo le secaba con delicadeza los ojos. Poco m¨¢s tarde, cuando los refugiados comenzaron a subir a los autobuses camino del aeropuerto, al peque?o todav¨ªa pod¨ªa v¨¦rsele agarrado a la pierna del embajador espa?ol. No habl¨® mucho. Pero, a juzgar por la expresi¨®n de su cara, le estar¨¢ agradecido toda su vida. Aun antes de partir, la polic¨ªa macedonia tuvo un ¨²ltimo detalle y humill¨® hasta el final a quienes no quiere en su tierra y de quienes recela. Todos fueron cacheados antes de cruzar la frontera. Uno de los agentes toqueteaba los pantalones de una anciana que pod¨ªa andar gracias a que dos mujeres la acarreaban. Con la mirada fija en el avi¨®n espa?ol, lloraba en seco. Naci¨® con la I Guerra Mundial. Y asegur¨® que no le gustar¨ªa morir tan lejos de Kosovo. En Espa?a.