Los otros
LUIS GARC?A MONTERO El motor de la patera corre por la piel del mar con sus u?as de rat¨®n y deja en la noche un murmullo de insomnio, una compa?¨ªa desagradable para el cuerpo que da vueltas en la cama despu¨¦s de haber cenado m¨¢s de lo que permiten el est¨®mago y el sue?o. El motor de la patera sale de su guarida, corre de puntillas por las sombras, horada los silencios y el tictac del reloj, se sube a la mesa para olisquear los restos de comida y descubre una bandeja con quesos variados: camembert, emmenthal, idiaz¨¢bal y torta del Casar. La criada dominicana ha librado esta noche, nadie quit¨® la mesa, y el motor de la patera acerca sus bigotes nerviosos y su hocico a un para¨ªso seductor. Todos los para¨ªsos han aprendido de Eva y la serpiente, porque el desnudo original es la versi¨®n m¨¢s sofisticada del abrigo de vis¨®n, las gotas de Chanel n? 5, las cremas hidratantes de Clinique y el l¨¢piz de labios. Los quesos seducen como una top-model traviesa y el rat¨®n pierde la cordura, se abandona imprudentemente al fest¨ªn, derriba una copa y desata un ruido met¨¢lico de tenedores y cuchillos. Cuando est¨¢ a punto de hincarle el diente a la ¨²ltima porci¨®n de queso, nota en su espalda el calor de una respiraci¨®n vigilante, vuelve la cabeza y descubre los ojos del gato, esas dos lunas verdosas que sonr¨ªen con la exactitud de los asesinos profesionales. La persecuci¨®n estalla en un v¨¦rtigo de platos, garras, brincos, maullidos, cristales rotos, miedos subterr¨¢neos, instintos carniceros, sillas derribadas, oleajes hirsutos y lamentos ahogados. La muerte del rat¨®n aparece y desaparece entre los dientes blancos del gato como un cad¨¢ver en la espuma del mar. Pero no ocurre nada, que nadie se preocupe, porque cuando el gato sube orgulloso al dormitorio de los due?os de la casa para ense?arles su bot¨ªn, da un traspi¨¦s, cae por las escaleras y escupe al rat¨®n. Animado por el golpe, la v¨ªctima vuelve a la vida y corre a esconderse en su madriguera. ?Por qui¨¦n me toman? Yo no les estaba contando a ustedes una tragedia, sino una pel¨ªcula de dibujos animados. Las tragedias pertenecen a otros lugares y a otros tiempos, a otras noches de insomnio. Para no dejar de comportarnos como gatos, hemos aprendido a contemplar la Historia con una mirada de dibujos animados y escondemos la divertida irrealidad de Walt Disney en los pliegues m¨¢s secretos de la conciencia. Algunos desesperados escriben todav¨ªa libelos oscuros contra la condici¨®n humana, contra la despiadada actualidad de su avaricia, contra la barbarie de sus leyes y sus repartos. Pero no tienen raz¨®n, el ser humano no es cruel; los habitantes de Granada, Par¨ªs, Berl¨ªn o Nueva York son incluso buenas personas. Lo que ocurre es que han descubierto que sus bombas no matan de verdad, que el hambre no existe de verdad, que los ahogados del Estrecho no son de carne y hueso, ni est¨¢n sometidos a las reglas biol¨®gicas de la vida, a la geograf¨ªa de la raz¨®n. Saben muy bien que al final de cada desgracia suena un redoble de tambor, la pantalla se viste de fiesta, los colores se ponen a tocar la bater¨ªa y la trompeta, las casas destruidas recomponen sus alturas, los ni?os esquel¨¦ticos comen tarta de chocolate, los ahogados aprenden a saltar del trampol¨ªn y el gato escupe al rat¨®n.
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