?Ojo con los le?adores!
La imagen, la actitud ante las urnas, el distanciamiento entre la c¨²pula y la militancia y un d¨¦bil debate de ideas son, seg¨²n el autor, los problemas de IU
CARLOS TAIBOAhora que la tentaci¨®n de hacer le?a del ¨¢rbol ca¨ªdo es muy poderosa, se impone reflexionar con un poco de calma sobre el estado de salud, innegablemente delicado, de Izquierda Unida. Y, al respecto, lo primero que conviene decir es que no somos pocos, creo, los que nos inclinamos a agradecerle a esa fuerza pol¨ªtica que haya tenido el coraje -poco com¨²n en estos tiempos- de mantenerse en sus trece y rehuir lo que en otros se ha convertido en pat¨¦tica y habitual pr¨¢ctica: la de bambolearse hacia un lado u otro con la vista puesta en conseguir cuantos m¨¢s votos mejor. Cosa distinta es, claro, que el lugar que IU ocupa, inamovible, sea el m¨¢s apetecible o aqu¨¦l que permite encarar con mayores arrestos la tarea de una muy aconsejable transformaci¨®n emancipadora. Tras admitir, como es de raz¨®n, que la discusi¨®n sobre esta ¨²ltima cuesti¨®n es cualquier cosa menos simple, obligado resulta adelantar que en los ¨²ltimos d¨ªas han abundado las explicaciones f¨¢ciles sobre el retroceso electoral de Izquierda Unida. No parece, por lo pronto, que el Pacto de Lizarra o las a menudo impresentables declaraciones de muchos de los dirigentes de IU sobre el contencioso kosovar sean explicaciones relevantes. Tampoco lo parecen las que sugieren que IU ha pagado el peaje correspondiente a unas cuantas decisiones: la de apartar, en su momento, a los prohombres renovadores, la de forjar una supuesta pinza con el PP o la de exhibir una cerril hostilidad a los pactos con otras fuerzas pol¨ªticas. Bastar¨¢ con recordar, al respecto de esto ¨²ltimo, que all¨ª donde IU ha pactado sus resultados han sido tan malos como donde no lo ha hecho. Tambi¨¦n est¨¢ por demostrar que tienen raz¨®n quienes, interesadamente, aducen que es la radicalidad de su discurso lo que le resta votos a IU. Las m¨¢s de las veces lo que nos est¨¢n diciendo es, sin m¨¢s, que el capitalismo es una realidad inexorable, que Maastricht dibuja el mejor de los mundos posibles, que el Estado de las Autonom¨ªas ha cerrado con fortuna y para siempre un agrio debate o que el se?or Solana se antoja un prodigio de independencia de criterio, moralidad y eficacia.
Frente a esas visiones -que por lo com¨²n ignoran, adem¨¢s, que Izquierda Unida es una realidad muy heterog¨¦nea, en la que se cruzan sensibilidades muy distintas y en la que las propias federaciones exhiben a menudo texturas muy dispares-, parece que ¨¦ste es momento adecuado para recordar otra que, bien que minoritaria, quiere llamar la atenci¨®n sobre algunos problemas que parecen cruciales en la vertebraci¨®n de IU. Y a hacerlo, eso s¨ª, en el buen entendido de que nada invita a sostener que la f¨®rmula de resoluci¨®n de esos problemas -se intuye tras el diagn¨®stico- se traducir¨ªa, por arte de magia, en un formidable crecimiento electoral de la coalici¨®n.
Hablemos, en primer lugar, de una prosaica cuesti¨®n de imagen. Izquierda Unida tiene una presencia muy d¨¦bil en el conjunto de la sociedad, de tal suerte que la mayor¨ªa de los ciudadanos conoce a la coalici¨®n no a trav¨¦s de sus gentes y de sus acciones, sino por el conducto de unos medios de comunicaci¨®n que las m¨¢s de las veces se entregan a la c¨®moda demonizaci¨®n de una fuerza pol¨ªtica medianamente molesta. Uno de los efectos colaterales de tal circunstancia es que muchos de nuestros tod¨®logos gustan de satanizar a IU sobre la base de la informaci¨®n que ellos mismos, con su habitual desparpajo, generan. La triste realidad es, de cualquier modo, que IU ha sido manifiestamente incapaz de sacar a flote las redes sociales -y entre ellas las sindicales- que en su momento el PSOE procedi¨® a destruir o, en su caso, a domesticar. Un segundo problema, que mucho tiene que ver con el anterior, afecta a la actitud con la que acuden a las urnas la mayor¨ªa de los votantes de Izquierda Unida. A la direcci¨®n de ¨¦sta deber¨ªa preocuparle m¨¢s esa actitud -de resignada aceptaci¨®n de que esto es lo que hay, y en modo alguno de genuino entusiasmo militante- que el descenso, mayor o menor, en el n¨²mero de votos recibidos. Porque, aunque con frecuencia se apele en IU a las miserias derivadas del voto ¨²til, es obligado preguntarse si la coalici¨®n no se beneficia tambi¨¦n de algo que en mucho recuerda a ese voto mezquino: muchas gentes respaldan electoralmente a IU porque en la mayor¨ªa de los lugares -afortunadamente no en todos- es dif¨ªcil identificar otro horizonte para quienes no pueden, por un sinf¨ªn de razones, votar a populares o a socialistas. Muchos parecen tambi¨¦n los que, anta?o votantes de lo coalici¨®n, han optado ahora, significativamente, por abstenerse.
Una tercera cuesti¨®n problem¨¢tica la aporta una c¨²pula separada de la militancia, a menudo entregada a la s¨®rdida tarea de preservar su relativa condici¨®n de privilegio y sojuzgada, se diga lo que se diga, por un sinf¨ªn de pulsiones institucionalizantes. Y es que la regeneraci¨®n que buena parte de la direcci¨®n de Izquierda Unida ha reclamado para el conjunto de nuestra sociedad no ha alcanzado a la c¨²pula dirigente de la coalici¨®n. Si una de las consecuencias de lo dicho es el peso ingente de las relaciones jer¨¢rquicas y de una servidumbre voluntaria que obliga a dudar de la capacidad cr¨ªtica de la militancia, otra es la dram¨¢tica primac¨ªa de un partido, el PCE, que, com¨²nmente mortecino, blande con innegable disciplina sus banderas m¨¢s ultramontanas cuando la heterodoxia, real o supuesta, asoma la cabeza. Aunque, claro, las lecciones de democracia interna que otros imparten tampoco son, precisamente, edificantes.
Agreguemos un cuarto y ¨²ltimo problema, que asume la forma de un d¨¦bil debate de ideas provisionalmente saldado, en lo que interesa a mi argumento, con una marginaci¨®n de quienes no se sienten c¨®modos en los cors¨¦s del leninismo o de la socialdemocracia. En un escenario, el suyo, en el que un programa gen¨¦ricamente socialdem¨®crata ha sido gestionado por leninistas, Izquierda Unida arrastra desde su fundaci¨®n una visible disonancia cognitiva y emocional con los nuevos movimientos sociales. Esa disonancia ha colocado a IU en una relaci¨®n conflictiva con muchos de los grupos feministas, ecologistas y pacifistas, y con el grueso de las emergentes redes de solidaridad. La debilidad y el sesgo del debate interno explican tal vez por qu¨¦ en su momento no se discuti¨® en serio sobre la construcci¨®n europea o por qu¨¦ en las ¨²ltimas semanas IU ha desaprovechado la oportunidad de realizar una cr¨ªtica radical, fundamentada y minuciosa, de la OTAN de estas horas. Los niveles de respaldo electoral del presente ser¨ªan m¨¢s que aceptables, en fin, si IU fuese efectivamente una fuerza entregada a la experimentaci¨®n de f¨®rmulas novedosas y genuinamente alternativas.
Bueno es que se recuerde, para concluir, que los cuatro problemas invocados no lo son s¨®lo de Izquierda Unida. Acaso algunos de los competidores pol¨ªticos de esta ¨²ltima los han dado por resueltos simplemente porque han decidido que no van con ellos. Es f¨¢cil que semejante percepci¨®n haya germinado en quienes se han instalado con insultante comodidad en los oropeles de las instituciones, en la orgullosa aceptaci¨®n del orden establecido y en el sosiego que otorga el buen trato de tantos medios de comunicaci¨®n. As¨ª las cosas, y aunque las respuestas de IU a la mayor¨ªa de nuestros problemas se antojan poco convincentes, es de agradecer que muchos de sus militantes se sigan haciendo, al menos, las preguntas correspondientes. Entretanto, content¨¦monos con invocar el verso, vagamente reaccionario, de Kavafis: "Y si la encuentras pobre, no es que ?taca te haya enga?ado; sabio como te has hecho, sabes, al fin, qu¨¦ es lo que quieren decir las ?tacas".
Carlos Taibo es profesor de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad Aut¨®noma de Madrid. En 1997 public¨® el libro Hablando de Izquierda Unida.
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