Que sea para bien
Ya saben aquello que dec¨ªa Wiston Churchill de que la democracia es que llamen a la puerta a las siete de la ma?ana y sea el lechero. Pues el otro d¨ªa llamaron a la puerta de unos refugiados rumanos y eran sesenta polic¨ªas a caballo.Es l¨®gico que los caballos no hayan o¨ªdo hablar de Churchill. Los guardias, por su parte, eran unos mandados, y uno quiere creer que se presentaron de aquel modo tan agresivo en contra de su voluntad. Pero la nueva concejal de Seguridad de ?lvarez del Manzano, Mar¨ªa Tard¨®n, tiene que haber o¨ªdo mil veces la frase atribuida a Churchill. Menos mal que se dispararon al mismo tiempo las alarmas del Defensor del Menor y las de las oeneg¨¦s y las de la izquierda en general. Si no, esta se?ora reci¨¦n estrenada habr¨ªa hecho una limpieza ¨¦tnica en toda regla aplicando el m¨¦todo presidencial del "hab¨ªa un problema y se ha solucionado"
Los rumanos habr¨ªan llorado de gratitud si, cuando llamaron a las siete de la ma?ana a la puerta de su campamento, hubiera aparecido la exjuez Tard¨®n con unas cajas de leche y unos tubos de vitaminas, incluso con un poco de agua mineral. Hab¨ªa varios ni?os deshidratados y en la huida perdieron a otro aplastado por un cami¨®n. La carretera de Burgos pareci¨® por un momento la salida de Kosovo, aunque estos refugiados rumanos llevaban ya sobre sus espaldas varias deportaciones. De hecho, hab¨ªan atravesado la Europa de Bangemann de pie, en la caja de un cami¨®n donde resultaba imposible agacharse por falta de espacio. Muchas mujeres no pod¨ªan relajar la tensi¨®n de sus brazos un solo instante por miedo a que sus beb¨¦s llegaran aplastados al destino. Los trenes de los deportados jud¨ªos de la ¨¦poca de Hitler no ten¨ªan nada que envidiar a esta forma de viaje alucinante por la que los refugiados hab¨ªan pagado los ahorros de toda su vida.
O la exjuez Tard¨®n se equivoc¨® o su naturaleza le impidi¨® actuar de otra manera. O quiz¨¢ no conoc¨ªa la frase de Churchill. El problema es que esto va a ir a m¨¢s. La Europa de Bangemann est¨¢ llena de costuras defectuosas y cada d¨ªa, por las rendijas de esas costuras, se cuelan rumanos, polacos, ¨¢rabes y pobres en general, en pateras o en camiones que a veces naufragan de forma m¨¢s dram¨¢tica que las pateras. Muchos de ellos no saben en qu¨¦ parte de la Europa de Bangemann van a dejarles caer los traficantes. Caen en Madrid, en Par¨ªs o en N¨¢poles con el mismo horror que si a usted o a m¨ª nos abandonaran de repente en Marte. S¨®lo saben decir una cosa en espa?ol, o en marciano: La Farola. Y la pronuncian como un conjuro del que de hecho viven malamente hasta que un d¨ªa, a las siete de la ma?ana, llaman a su puerta y no es el lechero. Pero dado que esto va a ir a m¨¢s, dec¨ªamos, porque el abdomen de Bangemann, tan lleno de dispepsia, es la met¨¢fora de los desequilibrios de Europa, los concejales y las concejalas de seguridad deber¨ªan recibir algunas clases de reparto de leche a domicilio, para que cuando a las siete de la ma?ana no sepan qu¨¦ hacer se dediquen a tareas humanitarias en lugar de a montar a caballo blandiendo una porra. La exjuez Tard¨®n quiz¨¢ tenga mucho futuro en el PP, puesto que intent¨® aplicar con mansedumbre la doctrina del "hab¨ªa un problema y se ha solucionado", pero ese futuro no nos lleva humanamente a ning¨²n sitio. Nos dirigimos a ¨¦l tan ciegos como los rumanos en la cabina de los camiones fantasma que atraviesan el viejo continente. Alguien tendr¨ªa que ponerse a pensar, en esta Europa de Bangemann, que ni el haloperidol ni la porra van a ser ¨²tiles frente al desbordamiento de los abd¨®menes planos o francamente hundidos de la otra media Europa de Bangemann. As¨ª las cosas, uno, que no es rumano ni polaco (o que con esa fantas¨ªa vive), ya tiene miedo a abrir la puerta cuando suena el timbre a las siete de la ma?ana. El otro d¨ªa son¨® en casa de Jos¨¦ Carlos Plaza, reconocido como uno de los mejores directores de teatro de Europa (en este caso, no la de Bangemann, desde luego), y tampoco era el lechero, sino un secretario de Estado apellidado Cort¨¦s (paradojas de la vida) que sac¨® a Plaza con violencia de la cama y lo coloc¨® en una lista negra en la que tambi¨¦n parece que viaja m¨¢s apretado que en el metro. No puede uno vivir tranquilo, en fin. A lo mejor, junto a la oficina del Defensor del Ni?o, que tan ¨²til ha resultado en la resoluci¨®n del problema rumano, habr¨ªa que poner un Defensor de la Cultura que nos proteja de las agresiones del ministerio hom¨®nimo. Lo que hace falta es que sea para bien.
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