Temple y quietud de Vicente Barrera
Uno se quedar¨ªa con el temple, la quietud y la ligaz¨®n de Vicente Barrera. Claro que uno no es nadie. Lo que importa es el p¨²blico. Y el p¨²blico prefer¨ªa el toreo afanoso y corrido de Enrique Ponce. Se pon¨ªa Ponce a pegar zapatillazos, a tirar el pase por la lejan¨ªa con mucha composici¨®n de figura para, al rematarlo, salir corriendo, y le dec¨ªan ol¨¦. No se crea que el ol¨¦ era similar al buenas tardes nos d¨¦ Dios con que se saluda al vecino al coincidir en el ascensor. Era como si el vecino estuviera sordo.Los ol¨¦s de Valencia son mucho m¨¢s estruendosos que los de Pamplona y los de parte alguna. Los ol¨¦s de Valencia deber¨ªan ser grabados para que las generaciones futuras supieran c¨®mo se las gastaba el p¨²blico valenciano en los albores del tercer milenio.
Flores / Espartaco, Ponce, Barrera
Cinco toros de Samuel Flores y 3? de Manuela Agustina L¨®pez Flores, bien presentados y cornalones en general, excepto 2?, anovillado, y 5?, recogido, escaso y sospechoso de pitones; flojos; de poca casta, manejables y varios aborregados. 4? devuelto antirreglamentariamente al lastimarse un brazuelo durante la lidia. Sobrero de Los Bayones, regord¨ªo fofo, inv¨¢lido y aborregado.Espartaco: media atravesada, rueda de peones y descabello (silencio); pinchazo, media, rueda de peones, descabello -aviso con retraso- y dos descabellos (ovaci¨®n y salida al tercio). Enrique Ponce: pinchazo -aviso con retraso-, rueda de peones y descabello (ovaci¨®n y salida al tercio); estocada; rebas¨® tres minutos el tiempo reglamentario sin que hubiera aviso (dos orejas); sali¨® a hombros por la puerta grande. Vicente Barrera: media y rueda de peones (oreja); pinchazo y estocada (petici¨®n y vuelta). Plaza de Valencia, 22 de julio. 5? corrida de feria. Cerca del lleno.
Todo vale en el hist¨®rico coso de la calle X¨¤tiva para gritar ol¨¦. Claro que tambi¨¦n tiene sus preferencias. La principal es la montera. Si tras el brindis la montera cae boca abajo estalla en un desaforado ol¨¦ y el torero ya tiene ganada media oreja. A veces cae boca arriba, y lo lamenta con un ?huy!; pero si entonces va el torero y la da un toquecito con la espada de madera para que se vuelva boca abajo, se celebra con el mismo ol¨¦ jubiloso y tiene ganada media oreja tambi¨¦n.
Esto de la montera debe ser un impulso ancestral.
Para que una figura deje de cortar una oreja en Valencia ha de poner mucho empe?o. El resto de los toreros no es que lo tengan dif¨ªcil pero primero han de convencer. Las figuras, en cambio, salen con el p¨²blico ya convencido y salvo desastre todo cuanto hagan suscita clamores.
Espartaco, que estuvo inseguro y precavido con su primer toro, se desquit¨® en el borrego de Los Bayones que sali¨® sobrero y le hizo una faena de las suyas -las de anta?o-, tesonera, entusiasta, plet¨®rica de oficio y con m¨¢s tablas que Borr¨¢s. Cualquier aficionado medianamente enterado de por d¨®nde va la vaina apreciar¨ªa que toreaba descargando la suerte con abuso del pico de la muleta; aunque ya se puede comprender que eso, en Valencia, carece de importancia. Perdi¨® Espartaco las orejas por su desacierto a la hora de la verdad, lo que no impidi¨® que se apuntara un buen tanto. Irrumpi¨® despu¨¦s Ponce y fue el acabose. Las dos faenas transcurrieron entre ol¨¦s y ovaciones. Sobre todo la segunda pues la hizo el autor mucho m¨¢s larga, y tras hartarse de pegar pases y corretear al t¨¦rmino de cada uno de ellos, se puso de rodillas en tremendista actitud lo que provoc¨® el delirio en los tendidos, y el triunfo qued¨® atado y bien atado.
La verdad es que le sacaron a Ponce los dos toros m¨¢s c¨®modos de la corrida, el presidente le perdon¨® dos avisos lo que no impidi¨® que se apresurara a darle las dos orejas, y ol¨ªa all¨ª a favoritismo, lo cual hace sospechar que el triunfo ven¨ªa atado y bien atado desde antes de empezar la funci¨®n. El que manda, manda. Y, sin embargo, el aroma torero lo tra¨ªa Vicente Barrera. Se trataba de otra sensibilidad art¨ªstica, un concepto distinto de la torer¨ªa, que est¨¢ hecha de majeza y dignidad. Fiel a su estilo -quieto, reposado, vertical- corri¨® la mano imprimiendo temple a los redondos y los naturales, e iba desgranando las suertes con parsimonia, sentimiento y ligaz¨®n. Tampoco es que sus dos faenas hubieran de considerarse acabadas, menos a¨²n perfectas. Antes al contrario hubo en ellas altibajos, pasajes marcados por la destemplanza que le obligaba a rectificar terrenos. No obstante primaron las series de toreo bueno; y tal como iba de alborotona y tremendista la tarde, la actuaci¨®n de Barrera merec¨ªa ser calificada de notable. Y lo que son las cosas, paradojas de la vida: el presidente, tan triunfalista y obsequioso antes, le deneg¨® a Barrera la oreja que ped¨ªa el p¨²blico por su segunda faena, con lo que incurri¨® en agravio comparativo y le impidi¨® salir por la puerta grande.
Los presidentes de la plaza de Valencia: el tarar¨ª de la Bernarda.
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