No hubo lecci¨®n

Ni Pepe Luis V¨¢zquez ni su subalterno Manuel Ruiz Aranda tuvieron suerte. El primero, a la saz¨®n director art¨ªstico de la Escuela de Tauromaquia de Sevilla, no pudo dictar lecci¨®n magistral alguna porque le tocaron en suerte dos bueyes inv¨¢lidos y mansos; el banderillero, porque tuvo arrestos para recibir al manso cuarto, que lo arroll¨® al primer capotazo y le infiri¨® una cornada de car¨¢cter menos grave en el muslo izquierdo.No es f¨¢cil adivinar el ¨¢nimo de Pepe Luis, pero su magisterio al frente de los j¨®venes toreros sevillanos le ofrec¨ªa un aliciente a?adido a su actuaci¨®n. Sin embargo, no pudo ser. Lo intent¨®, es verdad, pero no es Pepe Luis hombre de jugarse el tipo en batallas tan desiguales. Llevaba el torero un traje verde y oro, gastado el oro por el tiempo, que envolv¨ªa la prestancia de quien siempre pudo ser, esa fue su lecci¨®n: su saber estar, su colocaci¨®n, el sabor a?ejo que desprende su figura delante del toro o el regusto de las tres ver¨®nicas que le dio a su segundo. No hubo m¨¢s porque no fue posible. Su primero era una birria, inv¨¢lido y parado, al que prob¨® sin fortuna por ambos lados. Con cara de pocos amigos, entre abatido y decepcionado, tom¨® el torero el estoque, lo pinch¨® a su manera y el toro se ech¨®. Peor fue lo del segundo, manso y deslucido, al que Pepe Luis pas¨® con precauciones, conmocionado quiz¨¢ por la espectacular voltereta de su subalterno. No se confi¨®, pero tampoco el toro merec¨ªa ninguna confianza. Le quit¨® las moscas y lo mat¨® como pudo.

El onubense Emilio Silvera ha cumplido 13 a?os como matador de alternativa y hasta ayer no debut¨® en La Maestranza. Le sali¨® un toro noble y con recorrido, su primero, y lo desaprovech¨®. Tambi¨¦n es mala pata tanta espera para tal desaguisado. Tiene ganas de triunfo, como no pod¨ªa ser menos, pero le traicionaron los nervios y pas¨® por alto una ocasi¨®n de triunfo. Lo recibi¨® a la ver¨®nica con gallard¨ªa y gusto, pero su faena de muleta fue un aut¨¦ntico borr¨®n. El animal ten¨ªa nobleza, fijeza y recorrido, pero el torero no dio una a derechas. Todos los pases le salieron enganchados. Al final, consigui¨® tres naturales largos y hondos que engrandecieron m¨¢s al toro que al torero. Siguieron los enganches y todo qued¨® en un decepcionante quiero y no puedo. Su labor no pudo mejorar en el quinto, un toro manso y poco propicio que no le permiti¨® ninguna floritura. Lo intent¨®, muy decidido, pero todo qued¨® en un gesto de buena voluntad. Pedrito de Portugal, tampoco dej¨® nada para el recuerdo. Su primero, otro inv¨¢lido, s¨®lo le permiti¨® estar aburrid¨ªsimo. El ¨²ltimo, un manso de libro, se dej¨® torear en varias tandas por el lado derecho en las que el torero porfi¨® con voluntad y escaso brillo.