SEXO Y G?NERO El velo de la ignorancia
Ante la muerte del padre, un tribunal de Sevilla ha fallado la tutela de la hija a favor de la pareja de hecho del padre. La noticia no tiene nada de extraordinaria, pero la condici¨®n gen¨¦tica de la madre la ha convertido en tal. En el interior de la misma columna de un peri¨®dico hemos le¨ªdo que la juez dec¨ªa que se trataba de un travestido, que el periodista hablaba de parejas de homosexuales y que, en fin, alguien hab¨ªa aclarado que se trataba de un transexual. Para colmo la Iglesia cat¨®lica nacional y hasta el Obsservatore Romano han puesto el grito en el cielo y declarado con ejemplar caridad cristiana la repugnancia que le produce esta antinatural soluci¨®n. En 1930, Mara?¨®n en su libro La evoluci¨®n de la sexualidad y los estados intersexuales escrib¨ªa: "... hay que sustituir el misterio del sexo por la verdad del sexo, la castidad peligrosa de la ignorancia por la castidad serena de la sabidur¨ªa. ?Y la moral?, se nos dir¨¢. Por la moral, contestamos, no hay que preocuparse. La moral -eterna y divina moral, no la que han inventado los fariseos- est¨¢ siempre al lado de la luz". Suele decir Arzallus, el l¨ªder del nacionalismo vasco, "que las razas existen; no hay m¨¢s que poner juntos a un blanco y a un negro". Para la Iglesia cat¨®lica tambi¨¦n el asunto es as¨ª de f¨¢cil. Para distinguir el g¨¦nero masculino del femenino s¨®lo basta desnudarnos y colocarnos uno al lado del otro. Para los nacionalistas vascos, lo natural es pertenecer a una etnia bien definida, para la Iglesia, lo natural es ser hombre o mujer y tenerlo muy claro. Desgraciadamente, para los nacionalistas vascos y para la Iglesia cat¨®lica ni la especie, ni la raza, ni el g¨¦nero ni el sexo son ya lo que eran. Y es que lo natural avanza que es una barbaridad, aunque algunos se queden de piedra al descubrirlo o en la Edad de Piedra. La biolog¨ªa actual ha demostrado que el famoso salto antropol¨®gico (aqu¨¦l en el que se produce la hominizaci¨®n) es menos salto de lo que parec¨ªa, que las razas son una especie de la imaginaci¨®n calenturienta de los arzalluspitecos supervivientes y que hay m¨¢s variantes del g¨¦nero y del sexo de los que vienen representados por la iconograf¨ªa de Ad¨¢n y Eva en el Para¨ªso Terrenal. Y es que la naturaleza es muy obstinada. Despu¨¦s de tantos a?os empe?ados en explicarnos lo que es lo natural y lo antinatural, la naturaleza, a¨²n hoy, sigue por libre, expres¨¢ndose de maneras no incluidas en los cat¨¢logos prehist¨®ricos de las ciencias naturales y morales. Qu¨¦ le vamos a hacer, queridos moralistas vascos y vaticanos, si hoy ya sabemos que en lo que respecta a la raza lo natural es, precisamente, el mestizaje gen¨¦tico y en lo que respecta al g¨¦nero la expresi¨®n diversa de la sexualidad. Las verdades evidentes en las que bebe la dogm¨¢tica se suelen extraer del pozo de la ignorancia. La basura medi¨¢tica de nuestro tiempo, tan justamente denostada, ha hecho, sin embargo, un gran favor a los transexuales, pues los ha sacado del gueto, pero no ha conseguido que la gente, los curas y los jueces se enteren de que no es lo mismo el travestismo, la homosexualidad o el transexualismo. Tampoco la mayor¨ªa de los m¨¦dicos sabr¨ªan definir lo que significa disforia de g¨¦nero que es el nombre con el que la ciencia reconoce esa otra identidad sexual que la gente llama transexualidad. Hoy no hay m¨¢s personas con disforia de g¨¦nero que antes, ni habr¨¢ m¨¢s porque ahora se hayan hecho visibles o porque se legalicen o porque se les atienda en los sistemas p¨²blicos de salud. Pero esa visualizaci¨®n en libertad trastoca los valores establecidos de la sociedad acomodada en su pensamiento binario al arrojarles a la cara la complejidad de la propia naturaleza en cuyo nombre hablan, juzgan o reprimen. La disforia de g¨¦nero es una entidad cl¨ªnica bien definida, pero el transexual no tiene (hasta ahora) ninguna posibilidad de demostrar que el concepto que posee de s¨ª mismo de "haber nacido con un cuerpo equivocado", tiene otra justificaci¨®n que no sea su propia percepci¨®n y experiencia. No es sorprendente pues, que caigan en manos de las mafias que sustituyen a la sociedad y al Estado cuando ¨¦stas hacen dejaci¨®n de sus responsabilidades por prejuicio morales, econ¨®micos o de otro orden. Tambi¨¦n hoy la definici¨®n de enfermedad ya no es lo que era y, seg¨²n el punto de vista que se adopte, la disforia de g¨¦nero puede ser considerada una enfermedad o una condici¨®n natural poco frecuente, pero, en cualquier caso, lo que s¨ª es posible es ayudar a estas personas colaborando en la armonizaci¨®n de sus tres identidades, la f¨ªsica, la psicol¨®gica o espiritual y la legal. Los endocrin¨®logos, los cirujanos, los pediatras, los psic¨®logos saben de estas ambig¨¹edades sexuales antes que los transexuales obligaran al resto de la sociedad a enfrentarse a la complejidad aqu¨ª reclamada. La situaci¨®n no es muy distinta a aquellas otras impl¨ªcitamente aceptadas, como son los casos de ni?os con un sexo gen¨¦tico (masculino o femenino) pero que por un error tienen en el momento del nacimiento unos genitales que no se corresponden con el gen¨¦tico y que desde ese momento son reconocidos con una identidad sexual distinta a la gen¨¦tica y tratados como tales. ?Se les debe negar la oportunidad de llevar una vida normal en la edad adulta? La diferencia con los anteriores es que nadie, salvo el m¨¦dico, lo sabe. La Iglesia cat¨®lica deber¨ªa saber ya a estas alturas que no existen m¨¢s leyes de la naturaleza que aquellas que descubrimos o aireamos lo seres humanos. Al fin y al cabo, Cop¨¦rnico, Galileo o Darwin terminaron imponi¨¦ndose a la dogm¨¢tica clerical, aunque algunos no vivieron lo suficiente para disfrutarlo. Afortunadamente, las personas con disforia de g¨¦nero parece que ya no tendr¨¢ que esperar a que la Iglesia y los bienpensantes del pensamiento binario se caigan del caballo en el pr¨®ximo milenio.
Federico J.C.-Soriguer Escofet es jefe del Servicio de Endocrinolog¨ªa y Nutrici¨®n del Hospital Civil del Complejo Hospitalario Carlos Haya; Francisco Giraldo es m¨¦dico adjunto del Servicio de Cirug¨ªa Pl¨¢stica y Quemados del Complejo Hospitalario Carlos Haya, y Trinidad Bergero es psic¨®loga del Hospital Civil del Complejo Hist¨®rico Carlos Haya de M¨¢laga.
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