Invierno y verano en el jard¨ªn de Eros JOSEP CASAMARTINA I PARASSOLS
Si de algo ha servido el interminable y empalagoso affaire Lewinsky debe de haber sido, parad¨®jicamente, para dar un paso hacia adelante en el terreno de la normalizaci¨®n de la sexualidad humana, tiranizada durante tantos siglos por la religi¨®n y la doble moral. Y puede que sea bajo ese efecto Lewinsky como la exposici¨®n que se exhibe estos meses entre el Palau de la Virreina, en Barcelona, y la antigua f¨¢brica Tecla Sala, en L"Hospitalet, no ha generado ning¨²n tipo de esc¨¢ndalo, sorprendiendo, a lo mejor, incluso a sus propios organizadores. El jard¨ª d"Eros es una muestra extensa y variopinta que contiene cantidad de obras estupendas junto a otras de menor inter¨¦s. Si algo hubiera que objetar es que ciertos apartados -y no precisamente los m¨¢s yermos- hayan quedado algo desatendidos y que predomine una visi¨®n bastante concreta sobre el erotismo, un campo que se distingue por su enorme variedad. Pero el conjunto impone: much¨ªsimas cosas se exponen en Barcelona por primera vez, y hay secciones, por ejemplo la dedicada al arte oriental, que son pura maravilla. Tambi¨¦n hay obras que en otro momento hubiesen resultado francamente escabrosas para una parte del p¨²blico, incluso algunas son claramente hardcore, como el filme mudo El ministro, cuya leyenda alcanza al mism¨ªsimo rey Alfonso XIII. Pero, en general, casi nadie se ha inmutado, y eso dice bien de Barcelona (y de L"Hospitalet). Nadie puede negar que la Barcelona actual -m¨¢s o menos de izquierdas- es una ciudad hermosa, pl¨¢cida y permisiva que puede presumir, entre otras muchas cosas, de dos playas y una piscina nudistas, y de un Gai Eixample, a pesar de tener tambi¨¦n un trasfondo bastante aburrido y burgu¨¦s. Esto nos remite a otra c¨¦lebre exposici¨®n er¨®tica barcelonesa que bajo el t¨ªtulo de NU se celebr¨®, en 1933, en plena ¨¦poca republicana. El evento, organizado por el Cercle Art¨ªstic, desat¨® una gran controversia. Al parecer el ambiente ya estaba caldeado desde hac¨ªa tiempo; sobre todo a ra¨ªz de una exposici¨®n de Josep de Togores que se celebr¨® en la Sala Par¨¦s en 1926. El pintor, bajo los auspicios del marchante de Picasso, estaba en plena gloria y la muestra fue un ¨¦xito absoluto. Unos de los cuadros -Trois nus- fue adquirido por suscripci¨®n popular para que entrara en el Museo de Arte. En la compra participaron muchos intelectuales y artistas catalanes, incluido Salvador Dal¨ª, entonces admirador de De Togores. Pues bien, la Junta de Museos rechaz¨® la obra por considerarla inmoral. En realidad se trataba de una moderna, refinada y casi andr¨®gina versi¨®n de las Tres Gracias. En absoluto era un cuadro obsceno, fue la mente calentona de los representantes de la Junta de Museos la que converti¨® aquellos tres pulcros desnudos femeninos en algo escandaloso. Se organiz¨® una enconada pol¨¦mica que dur¨® varios a?os y en la que intervino toda la prensa espa?ola y hasta la francesa. En el extranjero, se habl¨® de los estragos de la dictadura, y aqu¨ª -al no poderlo hacer claramente sobre la hipocres¨ªa mojigata de la derecha- se habl¨® sobre todo de arte y de los l¨ªmites entre el fino erotismo y la vulgar pornograf¨ªa. Mientras, el cuadro se quedaba flotando en el aire. Al final se encontr¨® una soluci¨®n salom¨®nica: se regal¨® al alcalde de Barcelona y ¨¦l, como autoridad dictatorial, lo
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