Lo que el libro representa
"Maestro, este cuadro ?qu¨¦ representa?", pregunta al pintor una coleccionista archimillonaria pero de escasa sensibilidad y conocimientos art¨ªsticos."Pues representa... un mill¨®n de francos".
He o¨ªdo las m¨¢s de las veces este cuento atribuido a Picasso, pero qu¨¦ importa qui¨¦n fuera el protagonista real o si no lo hubo y se trata de una pura e ingeniosa invenci¨®n. El caso es que ilustra ir¨®nicamente un cierto estado del arte y, en general, de la cultura que, para hacerse comprensible por "los poderes de este mundo", cree preciso mostrarse en los escaparates con la etiqueta del precio en lugar bien visible. Lo que no tiene precio, no vale, y lo que no vale no alcanza a ser un dato econ¨®mico socialmente reconocible y pol¨ªticamente significativo. Es una simplificaci¨®n, lo s¨¦, pero es la misma simplificaci¨®n a la que parecen haber llegado una parte de nuestros agentes culturales que se empe?an en mostrar su actividad casi exclusivamente bajo especie econ¨®mica. Y as¨ª, la "econom¨ªa de la cultura" se revela como la receta m¨¢gica que finalmente objetiva los problemas culturales, los hace comprensibles a los poderes p¨²blicos y termina de una vez por todas con las valoraciones subjetivas de los "amiguetes", "los mandarines" o los intelectuales. De una sola tacada quedan superadas con esta f¨®rmula las viejas controversias y producci¨®n, mercado, fiscalidad, exportaciones, etc¨¦tera, se constituyen en la terminolog¨ªa utilizable pues goza de la asepsia necesaria y de la neutralidad precisa.
Todo esto viene a cuento de la celebraci¨®n de Liber, el Sal¨®n Internacional del Libro, que anualmente organizan los editores espa?oles y que se celebra alternativamente los a?os impares en Madrid y los pares en Barcelona. Con esta ocasi¨®n, los editores, y con ellos el mundo del libro, se asomar¨¢n a los medios de comunicaci¨®n para dar noticias de s¨ª mismos. ?Ojal¨¢ que no lo hagan inund¨¢ndonos en un Amazonas de cifras!
La econom¨ªa del libro es ciertamente importante, pero, desde luego, el libro y la actividad editorial no agotan su significado en esa dimensi¨®n econ¨®mica. ?Habr¨¢ que recordarlo una vez m¨¢s?: como soporte de la lectura los libros transmiten ideas, valores, etc¨¦tera, que les otorgan una dimensi¨®n especial de la que, como no pod¨ªa ser de otro modo, deben rendir cuentas los editores que los producen y administran. Liber es, pues, una buena ocasi¨®n para abrir el di¨¢logo tambi¨¦n con los lectores, es decir, con la sociedad espa?ola y no s¨®lo un escenario privilegiado donde representar el estado de las relaciones entre la edici¨®n y los poderes p¨²blicos. Por cierto, que, como se recordar¨¢, en el ¨²ltimo que se celebr¨® en Madrid, en 1997, se desat¨® una fuerte tormenta en torno al intento del Ministerio de Educaci¨®n y Cultura de modificar el sistema del precio fijo de los libros. Abierta entonces la caja de los truenos en el acto inaugural afloraron las grandes cuestiones por boca de los editores que en defensa del sistema del precio fijo invocaron valores sociales como la diversidad y pluralidad de la edici¨®n espa?ola, el est¨ªmulo a la creatividad de los autores, la defensa de los libros de fondo, es decir, los de investigaci¨®n y cultura, y hasta la protecci¨®n de uno de los valores supremos: la libertad de expresi¨®n.
Dos a?os m¨¢s tarde este conflicto con el ministerio parece, si no resuelto, por lo menos en fase no aguda, aunque las preguntas contin¨²en tenaces flotando en el viento. En el centro del debate sigue estando el papel que la lectura y los libros han de desempe?ar en nuestra sociedad y qu¨¦ espacio deben ocupar en la educaci¨®n y formaci¨®n de las nuevas generaciones. No es cuesti¨®n de orden meramente especulativa: la irrupci¨®n de los ordenadores, de las redes Internet y otros avances de la inform¨¢tica y las telecomunicaciones habr¨ªan dejado a los textos impresos, en opini¨®n de algunos, en una situaci¨®n crepuscular, anuncio de la extinci¨®n futura de la famosa Galaxia. Pero si informaci¨®n y entretenimiento se consiguen, quiz¨¢s, ventajosamente en los nuevos productos, ?qu¨¦ hacer entonces con la literatura, que es una manera art¨ªstica de plantearse las grandes preguntas y dar respuestas, fruto de la meditaci¨®n y la experiencia personales? La llamada gran literatura sigue siendo territorio del libro y sus obras m¨¢s representativas constituyen un conjunto de saberes que deben ense?arse -mostrarse- en la escuela. Sistema educativo y bibliotecas son servicios sociales que proclaman la dimensi¨®n p¨²blica de la lectura, el famoso inter¨¦s general del que los libros deber¨ªan ser objeto.
De otra parte, convendr¨ªa echar algo m¨¢s que un vistazo a la creciente presencia de capital multinacional en el sector editorial y analizar el fen¨®meno desde la perspectiva de la diversidad y pluralidad que para la edici¨®n espa?ola se reclama. Si a esa presencia de capitales for¨¢neos a?adimos la creciente concentraci¨®n de empresas, ?podemos seguir afirmando que Espa?a es una de las potencias editoriales del mundo? De hecho, s¨®lo los grupos Planeta y Santillana nos quedan subsistentes de aquella amplia constelaci¨®n de grandes nombres de la edici¨®n espa?ola. El debate alcanza, como no pod¨ªa ser menos, dimensiones europeas. Pocos d¨ªas atr¨¢s ha saltado a las p¨¢ginas de Le Monde la pol¨¦mica sobre los modelos de edici¨®n americano y europeo. La concentraci¨®n extrema del capital, la toma de decisiones por los managers que s¨®lo aspiran a obtener el m¨¢ximo beneficio, el desarrollo creciente de la gran distribuci¨®n, y con ¨¦l la desaparici¨®n de las peque?as librer¨ªas y de la edici¨®n independiente parecen empujar al libro a convertirse en un producto m¨¢s. Pero si la literatura, el ensayo, la investigaci¨®n y la erudici¨®n son singularidades y no productos, si participan de la excepcionalidad de la cultura, habr¨¢ que dar la bienvenida, como se?alaba M. Sport¨¨s en aquel diario, a las medidas que las defiendan del mercado o, por el contrario, habr¨¢ que aceptar de mejor o peor grado que tampoco en los libros hay m¨¢s democracia que la del mercado ni m¨¢s excepciones que las del f¨²tbol. La edici¨®n no debe desaprovechar, pues, la ocasi¨®n que Liber le brinda para evocar estas cuestiones y otras an¨¢logas que, como las relacionadas con el derecho de autor, adquieren en el nuevo panorama tecnol¨®gico relieves y desarrollos imprevistos. Los editores, tradicionalmente tan cautos, est¨¢n siendo presionados por su nuevo entorno para que se pronuncien sobre lo que los libros realmente son. Y no parece que a estas alturas, como en el cuento del principio, a la pregunta ?los libros, qu¨¦ representan? quepa ¨²nicamente responder: 600.000 millones de pesetas de cifra de negocio.
Babelia
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