La realidad de Balerdi
JOS? LUIS MERINO
Hasta el 22 de este mes pueden verse creaciones de Rafael Ruiz Balerdi en la galer¨ªa Amast¨¦ de Bilbao. Son ¨®leos de diferentes tama?os, ceras y l¨¢pices de colores que Balerdi teji¨® durante los ¨²ltimos a?os de su vida. Recordemos que hab¨ªa nacido en San Sebasti¨¢n (1934) y muri¨® en Altea (Alicante) en 1992. El espectador recibe un torrente de trazos multicolores. Graf¨ªas vivas, gestos diminutos y sincopados, estallantes colores. Pura abstracci¨®n. Para llegar a eso, Balerdi tomaba un material est¨¢tico, como es el color, y extra¨ªa su m¨¢ximo jugo hasta lograr un mundo din¨¢mico de formas. El color se convert¨ªa en trazo-gesto, en tanto la graf¨ªa no era sino color en movimiento.
Pintar para Balerdi consist¨ªa en la mejor manera de escapar de la realidad. Para ¨¦l no exist¨ªa otra realidad que la realidad de pintar. De ah¨ª que hubiera pasado toda su vida con un pincel o un l¨¢piz en la mano. A todas horas se le pod¨ªa encontrar pintando o dibujando. Cuando pintaba, entonces entraba en la verdadera realidad.
Hubo una ¨¦poca, a?os atr¨¢s, en la que se dedic¨® a pintar cuadros grandes de formas cicl¨®peas. Absorto en construir esos cuadros, insist¨ªa cada d¨ªa con sus pacientes pinceladas, casi con el cuidado de no terminar ese cuadro nunca, por lo que alguno le duraba ocho a?os de ininterrumpido trabajo diario. Hab¨ªa en ello algo as¨ª como una b¨²squeda del absoluto. No puede motejarse de exageraci¨®n asegurar que Balerdi pretend¨ªa que la realidad estuviera en esos cuadros. Lo que ser¨ªa como parar el tiempo. Es decir, que el tiempo real s¨®lo existiera en el momento de pintar. Lo dem¨¢s no contaba para ¨¦l.
Contrariamente a esos a?os de larga duraci¨®n para dar por acabado un cuadro, en la ¨²ltima ¨¦poca de su vida, Balerdi se embarca en la tesitura de pintar un cuadro cada d¨ªa. Irrefrenable y compulsivamente su vida diaria consiste en iniciar un cuadro y acabarlo lo m¨¢s pronto posible, y as¨ª pasar a uno nuevo. Otra vez la realidad de pintar como motor de toda su existencia. Otra vez el tiempo volv¨ªa a ser determinante en su vida. Ya no ten¨ªa que detener el tiempo, como en aquella ¨¦poca lenta, por as¨ª decirlo; ahora ¨¦l quer¨ªa hacerse tiempo, ser el tiempo, que el tiempo no fuera otra cosa que su pintar imparable. Se deduce que la compulsividad obsesiva por terminar cuanto antes cada cuadro provocaba la ansiedad oportuna para iniciar el siguiente y el siguiente y el siguiente...
Los modos de trabajar sus obras est¨¢n regidos por la graf¨ªa libre. Sus dedos parece que llevaran alas. La primera pincelada trazada en un lienzo en blanco condicionaba al resto de las pinceladas. En cada diez cent¨ªmetros cuadrados de lienzo se entabla una especie de combate de graf¨ªas y colores. A unas formas (trazos, colores) determinadas se oponen otras distintas. Mientras elabora la obra, el pintor va armonizando los contrarios. Los peque?os territorios conquistados, al final forman un todo. El cuadro ha quedado terminado, sin que medie un an¨¢lisis previo.
Todo se ha hecho de manera directa. En algunos pasajes vemos formas con vol¨²menes construidos de cierta solidez. Son vol¨²menes abstractos que se ven envueltos por numerosas pinceladas sueltas. La mayor¨ªa de las veces son como pespuntes negros (pinceladas negras discontinuas) que funcionan a la manera de contenci¨®n de otras pinceladas, de signo m¨¢s flotante e inestable. Claro que esos pespuntes en ocasiones suelen ser de otros colores, azules, verdes, rojos... Se pod¨ªa decir que para Balerdi s¨®lo exist¨ªa un significado en pintura: el acto mismo de pintar. Lo dej¨® dicho en una ocasi¨®n: "Yo no s¨¦ nada, s¨®lo la mano sabe". Y advert¨ªa con ser¨¢fica determinaci¨®n: "Sigo los ritmos de la naturaleza, que yo no los he inventado, que est¨¢n ah¨ª".
Fue el pintor que m¨¢s libremente pint¨®. S¨®lo su accidentada muerte logr¨® interrumpir esa imparable libertad. Y para recordar al amigo que fue, uno cierra los ojos y ve a Balerdi con su dulce mano poniendo trazos vivos en las paredes del Para¨ªso.
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