Fritz Stern alerta sobre los peligros de la desmemoria y el determinismo hist¨®rico
El historiador expresa su esperanza en el futuro al recibir el Premio de la Paz de los libreros alemanes
ENVIADO ESPECIAL"Estamos al final del siglo m¨¢s cruel de la historia de Europa. Y un pasado semejante no pasa. Est¨¢ presente en todos nuestros pa¨ªses, pero especialmente en Alemania. Por eso tienen raz¨®n quienes advierten contra los peligros de la desmemoria. Lo que es necesaria es la responsabilidad, reforzada por el conocimiento de los errores y cr¨ªmenes del pasado. Porque el pasado es el que nos demuestra que el curso de la historia siempre est¨¢ abierto, que lo forjan los hombres. La creencia en el determinismo hist¨®rico es un error peligroso". Con su profunda visi¨®n del pasado europeo, y especialmente alem¨¢n, el historiador Fritz Stern hizo ayer un canto a la esperanza en el futuro en su discurso al recibir el Premio de la Paz de los libreros alemanes, el m¨¢ximo galard¨®n intelectual que se otorga en Alemania.
Su conmovedora alocuci¨®n fue interrumpida varias veces por los aplausos de los asistentes al acto en la hist¨®rica iglesia de la Paulskirche, primera sede de la Asamblea Nacional alemana durante los turbulentos tiempos de la revoluci¨®n de 1848. Fue una intensa disertaci¨®n sobre el papel de la historia en la conciencia del hombre y una firme defensa de la necesidad de la memoria frente a quienes claman, como hizo en una muy controvertida intervenci¨®n en aquel mismo escenario el escritor alem¨¢n Martin Walser, premiado el a?o pasado, por que se imponga el punto final a la retrospecci¨®n permanente de los cr¨ªmenes nazis y se comience a considerar el pasado alem¨¢n como uno que en poco o nada difiere de los dem¨¢s. El discurso de Walser fue interpretado por muchos, entre otros por su amigo el premio Nobel G¨¹nter Grass, como un intento desesperado de trivializar los cr¨ªmenes del nazismo. Como era de esperar, Stern, en un precioso alem¨¢n de preguerra con lev¨ªsimo acento anglosaj¨®n, hizo ayer todo lo contrario, en una bella defensa de los logros alemanes del ¨²ltimo medio siglo, primero con la implantaci¨®n s¨®lida de la democracia en el Oeste y despu¨¦s con la unificaci¨®n.Fritz Stern ha dedicado toda su vida de profesor e historiador en la Universidad norteamericana de Columbia a investigar el pasado de Alemania y Europa, y buscar as¨ª, como reconoci¨® ayer, una explicaci¨®n a su propia historia vivida, a la emigraci¨®n que, con 12 a?os, en 1938, tuvo que emprender con sus padres para huir del nazismo. Nacido en 1926 en la ciudad alemana de Breslau, hoy la polaca Wroclaw, la familia de jud¨ªos asimilados y convertidos al protestantismo dos generaciones antes tuvo la inmensa suerte o lucidez, o ambas cosas a un tiempo, de percibir el peligro y emigrar a un pa¨ªs totalmente extra?o, cuyo idioma no conoc¨ªan. Era Estados Unidos. Ayer record¨® c¨®mo recib¨ªan, reci¨¦n llegados, cartas de amigos y familiares que les informaban de las detenciones y deportaciones hasta que se hizo el silencio, porque todos fueron, inexorablemente, acabando en los campos de exterminio.
Su ¨®pera magna es, sin duda, el libro Oro y acero, que estudia las relaciones entre el canciller de hierro y art¨ªfice de la unidad alemana en la segunda mitad del siglo pasado, Otto von Bismarck, y su banquero jud¨ªo Gerson Bleichr?der. Pero Fritz Stern, un hombre afable que combina su inmensa erudici¨®n con una imponente generosidad y comprensi¨®n de las debilidades del ser humano en situaciones hist¨®ricas extremas, ha escrito decenas de libros y un sinf¨ªn de ensayos sobre la Alemania decimon¨®nica, sobre la Rep¨²blica de Weimar y su tr¨¢gico fin, sobre el nazismo y el nuevo papel de Alemania en Europa. Frente a esos historiadores normalmente j¨®venes que se erigen en justicieros y condenan globalmente desde sus c¨®modas biograf¨ªas a quienes vivieron aquellos tiempos, Stern siempre intenta entrar en el mundo que es objeto de su estudio no para justificar, sino simplemente para entender. Ayer cit¨® a Primo Levy, que relataba en su libro Es eso un ser humano c¨®mo en su transporte en vagones de ganado hacia Auschwitz y casi muerto de sed vio que ten¨ªa al alcance de la mano un car¨¢mbano de hielo. Apenas lo hab¨ªa agarrado y, cuando se dispon¨ªa a saciar la sed chup¨¢ndolo, un guardia se lo arrebat¨® de las manos de un golpe. "?Por qu¨¦?", pregunt¨® Levi en su desesperaci¨®n. "Aqu¨ª no hay porqu¨¦s", le respondi¨® su carcelero. Ese "aqu¨ª no hay porqu¨¦s" es el desprecio de todo lo humano, el exterminio verbal, dijo ayer Stern. El por qu¨¦ es la frase existencial, la que todo hombre hace a su dios o a su destino. Si se le proh¨ªbe la frase, si se niega la respuesta, se le certifica al hombre su no existencia, su falta absoluta de derechos. Ese rechazo al por qu¨¦ es la expresi¨®n aut¨¦ntica del totalitarismo, la negaci¨®n de la civilizaci¨®n occidental.
Ante el jefe de Estado, Johannes Rau, y numerosos ministros y autoridades alemanas, Fritz Stern advirti¨® de que Alemania ha de asumir un papel de gran responsabilidad en el mundo como principal potencia europea y que Estados Unidos no podr¨¢ indefinidamente desempe?ar ese papel como hizo en los Balcanes. Esa guerra fue, seg¨²n el historiador, "la primera que no se hizo por ego¨ªsmos nacionales ni intereses econ¨®micos, sino por decisi¨®n de una alianza de democracias de no seguir tolerando una brutal inhumanidad". Sin embargo, tambi¨¦n record¨® que, durante casi una d¨¦cada, las democracias estuvieron mirando hacia otro lado y que eso es lo que hab¨ªan hecho la mayor¨ªa de los alemanes mientras los nazis exterminaban a los jud¨ªos y a los disidentes.
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