La Liga que viaja en ascensor
Despu¨¦s de husmear en las profundidades del archivo, los te¨®ricos del estadio manejan varias hip¨®tesis revolucionarias para explicar el misterio de la Liga del ascensor. A falta de antecedentes buscan alguna imagen virtual que nos permita entender una extra?a aventura en la que el h¨¦roe se transforma primero en villano, m¨¢s tarde en gusano y finalmente en microbio, antes de iniciar el viaje de vuelta. En la confusi¨®n, el gallinero se alborota: los cr¨ªticos se dividen, los internautas disparan a la red, los estad¨ªsticos buscan una remota conexi¨®n entre el pulso de nuestros artilleros y el flujo migratorio de los gansos, y los milenaristas vuelven a salir de sus catacumbas para proclamar que, con dos meses de retraso, han conseguido encontrar el Efecto 2000.Como casi siempre, hay aqu¨ª dos visiones opuestas del fen¨®meno. En resumen, los pesimistas dicen que todo campeonato dominado por clubes de segunda fila es necesariamente una calamidad: puesto que el Madrid y el Barcelona han sufrido una de las m¨¢s graves lipotimias desde los tiempos de Yeltsin, esta Liga es un adefesio. Los optimistas, en cambio, est¨¢n convencidos de que la peque?ez de los grandes s¨®lo es una manifestaci¨®n de la grandeza de los peque?os. Creen que toda transgresi¨®n de la jerarqu¨ªa es siempre saludable, y que el nuevo reparto de poderes expresa cabalmente las ventajas de la variedad frente a la monoton¨ªa.
Con el fin de prevenir depresiones conviene alistarse en el segundo grupo y, llegado el caso, responder a las cifras con las cifras. Como cuesti¨®n previa podemos decir que, con independencia de presupuestos y deudas, un club elegido al azar en la n¨®mina de Primera est¨¢ en condiciones de imponerse a cualquier otro. Si echamos un vistazo a la tabla comprobaremos que todos conocen la combinaci¨®n de la caja fuerte; todos disponen de un sistema defensivo solvente, de alg¨²n centrocampista con tacto para el dibujo, de un buen lanzador de tiros libres, de un extremo h¨¢bil y de un tipo con buena punter¨ªa. Sin perjuicio del Bal¨®n de Oro de Rivaldo, de la precocidad de Ra¨²l o de la fuerza explosiva de Hasselbaink y Milosevic, resulta, por ejemplo, que el Sevilla tiene en Tsartas a uno de los francotiradores m¨¢s brillantes del mundo, el Betis en la combinaci¨®n Finidi-Alfonso-Denilson el mayor capital de ingenio, y el Racing en Salva a uno de los goleadores del a?o. Y, vivir para ver, los tres est¨¢n en la UVI.
Pero adem¨¢s este campeonato tiene el indiscutible valor de la diversidad: sin olvidar el juego plural del Celta o el juego mestizo del Depor, es una representaci¨®n de todos los estilos imaginables, desde el italiano m¨¢s recalcitrante hasta el holand¨¦s m¨¢s atrevido. A quienes piden resultados pr¨¢cticos, tambi¨¦n se les puede replicar con un dato num¨¦rico: tan cierto es que la carrera carece de un dominador como que Espa?a es el pa¨ªs m¨¢s brillantemente representado en las competiciones europeas; tres equipos han prosperado en la Liga de Campeones y cuatro en la Copa de la UEFA. Nunca tantos llegaron tan lejos.
La conclusi¨®n es que no estamos ante un conflicto bananero, sino ante una larga guerra de desgaste en la que el factor decisivo ser¨¢ la capacidad de cada combatiente para cumplir tres condiciones: olvidar las derrotas, reemplazar a los heridos y armarse de paciencia.
Luego, como de costumbre, las piezas comenzar¨¢n a encajar, y la distancia entre ganadores y perdedores se revelar¨¢ como un sencillo problema de reservas.
Porque, espejismos al margen, no ganar¨¢ la Liga quien ten¨ªa en agosto el mejor equipo titular, sino quien tenga en mayo a los once mejores supervivientes.
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