El churrero Cagancho

Alfredo Corrochano es, parad¨®jicamente, un gran conversador parco en confidencias. Sus valiosos testimonios los ha expuesto en contadas ocasiones y ahora, a los 88 a?os, opina que ha pasado el tiempo de escribir unas memorias. Pero sus recuerdos surgen como un caudal asombroso que admira incluso a quienes m¨¢s los conocen, sus familiares.Las an¨¦cdotas proliferan por momentos: melanc¨®licas unas, festivas otras. "Cuando S¨¢nchez Mej¨ªas preparaba su vuelta a los ruedos ¨ªbamos a entrenar juntos. Un d¨ªa fuimos a hacer bicicleta al Retiro. Nos cambiamos y dejamos la ropa en su coche, un descapotable. Estuvimos corriendo, pero cuando volvimos la ropa hab¨ªa desaparecido. As¨ª que aparecimos en el Palace en calzoncillos", dice entre sonoras carcajadas.

Los a?os treinta fue una d¨¦cada irrepetible. Alfredo Corrochano recuerda c¨®mo, por ejemplo, se pod¨ªa disponer del mejor cantaor de la ¨¦poca en exclusiva y por horas. "Manuel Torre era el sumo del cante. A m¨ª me costaba o¨ªrle cantar 130 pesetas y Caracol, m¨¢s tarde, 150. Le daba 150 pesetas por cantarme toda una noche", evoca el ex matador de toros. "Pon¨ªa la caja de vino al lado, de Agust¨ªn Bl¨¢zquez, y venga vino y cante. Hasta que sal¨ªa el sol. Cagancho vino una vez a Pino Montano. A¨²n no era profesional. Vino a la fiesta en calidad de churrero", se?ala Corrochano.